Manolo Ruiz Mateos era profesor de ingles, además de un auténtico hijo de puta. Su forma de enseñanza estaba basada en unos tiempos que ya quedaron atrás, en los que la dureza, infundir temor y la humillación hacia el alumnado, casi, eran obligatorios. Manolo Ruiz Mateos seguía viviendo en aquellos tiempos, y creía, con toda seguridad, que el respeto se gana a través del miedo, y no por admiración.
Era un ser repugnante, tanto por fuera como por dentro, si es que por dentro tenía algo más que esa rabia e infelicidad por cuanto le rodeaba. Un señor de unos cincuenta, o incluso sesenta, de estatura media, con cuerpo escombro y una cara para echarle de comer a parte. Se distinguía por unas gafas horrendas que lo hacían parecer entre una señorita Rottenmeier y la directora de Matilda, pero en hombre. Su mirada era de un asco continuo, de hecho, si te fijabas durante unos minutos, tenía constantemente cara de oler a mierda. Su pelo corto y canoso pero abundante, ya le podría a ver castigado la vida dejándole calvo al cabrón. Las arrugas eran su punto fuerte, no necesitaba sonreír para marcar los estragos de la edad, quizá por eso nunca lo hacía...Y daba igual a la distancia que te mantuvieses de él, el olor a viejo que se lavaba poco, le perseguía martirizando a los demás.
Casi siempre vestía con pantalones de pana, de esos gruesos que nada más verlos pensabas que si los mojabas provocabas la inmovilidad de la persona. Y camisa de cuadros, pero no de las que se llevan ahora, que le sientan bien a todo el mundo, no, yo hablo de esas camisas antiguas de cuadros, tocando el límite de hortera y vagabundo, siempre de mangas largas, hasta en verano las llevaba el señor, así echaba esa peste que se te metía por los orificios nasales y te revolvían el estómago durante horas. Rancio, ese era el olor, rancio y podrido, como su corazón.
Su voz era ronca y sin acento, supongo que de haber vivido en diferentes lugares y al final haberse quedado sin esa particularidad del habla que tanto me gusta, que nos define como lugareños. Manolo Ruiz Mateos hablaba casi como un robot, un robot rancio. Cuando gritaba se hacía oír no solo en toda el aula, mas bien en todo el instituto, y todo temblaba, cimientos incluidos.
Manolo Ruiz Mateos era conocido en el instituto al completo, daba igual cuantos profesores llegaran o se fueran, su nombre era el rey. Ningún alumno que hubiese cursado sus estudios allí lo desconocía, le hubiese impartido clases o no, había oído hablar del temido profesor de inglés. Cuando los estudiantes pronunciaban su nombre, lo hacían al estilo Harry Potter con Voldemort, mirando hacia todos lados por miedo a que apareciese, y casi como un susurro. Corrían rumores de que si pronunciabas tres veces su nombre delante de un espejo, se aparecía detrás hablando en inglés para perturbarte el alma. Por si acaso, nunca lo probé.
Era un profesor arrogante, prepotente y misógino, la palabra machista a su lado reconfortaba. Llegaba a sus clases decidido, entraba por la puerta, muy puntual, y sin decir palabra, colocaba sus cosas sobre la mesa, acto seguido, miraba al frente, observando que todos los alumnos estaban sentados y en silencio, cuando en realidad estábamos acojonados. Luego cerraba la puerta de clase, y quien estuviese fuera, se quedaba fuera, no valía la pena intentar entrar poniendo una excusa, ya podías decir que tu madre estaba enferma, que te habías puesto mala u otra situación que a cualquiera le puede pasar y es comprensible. A él se la sudaba, decía que nadie podía entrar después que él. Y te quedabas fuera.
Sus clases eran estrictas, irregulares e inútiles, ya que te pasabas una hora suplicando que no pronunciara tu nombre, sudando la gota gorda para pasar desapercibida, y por consiguiente, no prestabas atención a la lección, es decir, asistir o no, daba igual, salías tal y como entrabas respecto a conocimientos nuevos adquiridos. Sus clases eran insufribles, como él.
En más de una ocasión pude ver como salían criaturas inocentes de sus aulas llorando desconsoladamente, con ataques de ansiedad o corriendo para perder de vista a ese señor lo antes posible. La imagen era surrealista...adolescentes acojonados por un simple profesor. Y luego salía él, con su arrogancia, su desprecio por la humanidad y esa mirada por encima del hombro, como si de verdad sintiese que era superior a nosotros y le debiésemos sumisión. ¡Que asco de persona!
Era mi segundo año en aquel instituto y cursaba segundo de bachillerato. Por suerte, el año anterior, no coincidió como mi profesor. Siempre he sido una buena alumna, un poco tímida y poco participativa, pero mis calificaciones superaban la media, responsable por encima de todo y exigente conmigo misma a la hora de estudiar y realizar las tareas. Jamás llamaba la atención, excepto por mi vestimenta jeje, por aquel entonces era gótica, pero buena chiquilla. Iba siempre a mi bola, apenas me relacionaba con nadie, mi pequeño grupo de amigos, que no estaban en mi clase, y poco más, pero si algún compañero me pedía ayuda o los apuntes, nunca me negaba. Me gustaba pasar inadvertida, me limitaba a estudiar, no iba para hacer amigos, mi único objetivo era sacarme los estudios.
Al comenzar el curso, recuerdo que observé el listado de profesores que nos impartirían clases, el de lengua, el de griego, la de latín...a todos los conocía del año anterior, hasta llegar a inglés. El nudo que se formó en mi estómago... todavía lo recuerdo, y el temblor de piernas... pensé que se me venía el mundo encima. ¡Mierda! ¡De todas las clases que hay...tiene que tocarme este señor!
Las amistades más cercanas que habían vivido la experiencia de dar clases con este individuo me aconsejaron y tranquilizaron. No tienes de que preocuparte, seguro que ni repara en ti, Mientras hagas todo lo que pide no tendrás ningún problema, ¡Ni se te ocurra llevarle la contraria! Tu di a todo que sí, Aplícate más de lo necesario, Ya verás como no es para tanto y al final le coges cariño.
¡Una mierda!
Comienza el primer día de clases y tenía inglés a tercera hora, justo después del primer recreo. Esa mañana me levanté con náuseas, no tenía suficiente con los nervios propios del primer día, que también tenía que lidiar con el primer encuentro con Manolo Ruiz Mateos.
Había escogido para todo el curso el lugar de primera fila, cerca de la puerta, quería aprender al máximo, se trataba del último año de bachillerato y pretendía que mis notas fuesen igual de buenas que las del año anterior. Me pareció un buen lugar, sin nadie que me entorpeciese la visión de la pizarra, ni las lecciones del profesor y la lejanía justa para pasar inadvertida.
Tercera hora, me mantengo sentada en mi sitio, mis compañeras aún no han llegado del recreo, me dispongo a sacar un cuaderno, que sería el elegido para el resto del curso. Entran el resto de alumnos. Segundos después, Manolo Ruiz Mateos. Todos estamos en silencio, mirándolo, esperando a que comience su primera clase, y ahí esta él, con esa cara de gilipollas, mirándonos uno por uno. Me escondo detrás de mi compañera, no quiero que se quede con mi cara, tú haz tu trabajo y yo haré el mío. Pues coge el gilipollas y se pone a hacer el tonto, como para hacer la gracia, recuerdo que soltó una especie de broma de la que se rieron todos, para hacerle la pelota evidentemente, menos yo. Estaba tan asustada...y a parte, no me hizo gracia. Fue una broma estúpida acerca de las alumnas, no alumnos, no, no, alumnas, ojalá pudiese recordar exactamente que fue lo que dijo. Acto seguido, después de hacer un poco más el subnormal, nos habló de como pensaba impartir el curso, nada fuera de lo normal, y por lo visto, se vino arriba con la expectación que tenía, y comenzó a dar algunas lecciones, así como el que no quiere la cosa, como un precalentamiento. Yo, inocente de mi y tan aplicada como era, comencé a apuntar algunas palabras que había escrito en la pizarra, por lo visto fui la única que lo hizo y eso debió de sentarle mal, no lo sé, el caso es que se fijó en mí. ¡Mierda!
Me preguntó el significado de una palabra, y como era usual, porque yo estaba allí para aprender, pues no la sabía. Comenzó el tormento que me tuvo aterrorizada, fustigada y sometida todo el año.
Manolo Ruiz Mateos al escuchar que desconocía el significado de la palabra, comenzó a gritar como un energúmeno, a cada grito más cerca de mi cara. Todos los compañeros se quedaron en silencio, y yo, cabizbaja, sintiéndome tonta. El miserable, porque no tiene otro nombre, viendo que no saltaba y que mi mirada lo evadía, colocó sus manos en mi mesa adoptando una posición aún más dominante. ¡Hijo de puta solo era una niña de 17 años! ¡Ojalá te tuviese ahora frente a mi! Gritaba y gritaba exigiéndome que le diese el significado de la puta palabra, y yo, controlando el nudo en mi garganta para no llorar, con un hilillo de voz, le repetía que no lo sabía. No contento con la humillación que me estaba regalando, comenzó a decirme, y esto os aseguro que es verdad, palabra por palabra: Valiente mierda de nivel de inglés, Hasta un niño de 10 años conoce la palabra, No llegarás a nada en la vida, Te crees muy guay por vestir así y no te sirve de nada porque tu mente esta vacía, Me avergüenzo de tener alumnas como tú en mi clase.
Cuando terminó de desahogarse, minutos después, sonó el timbre de final de clase. Esperé que saliese, luego recogí mis cosas y me fui a casa llorando desconsoladamente. No pude terminar mi primer día de clase. Me llevé el resto del día triste y con todas esas palabras retumbando en mi cabeza. Las lágrimas salían sin parar, y sentía asco de misma. ¿No llegaría a nada en la vida?
Como pude, me repuse del mal rato, debía seguir con el curso y centrarme en el resto de las asignaturas, pero siempre se me atragantaba la clase de inglés. Desde ese primer día, Manolo Ruiz Mateos la tomó conmigo, todos los días que tenía clases de inglés, me preguntaba algo, o bien la tarea que había mandado, o leer algo en voz alta, o yo que carajo sé, el caso era humillarme.
Como era tan aplicada y no me permitía a mi misma dirimir en nada, me propuse no tener ningún fallo, aunque eso implicase llevarme cuatro o cinco horas solamente con la asignatura de inglés. Traducía todo, y cuando digo todo, me refiero a TODO. Copiaba en mi cuaderno los enunciados de cada ejercicio, buscaba la pronunciación, traducía cada palabra, Pfff no sé...mi tarea podía tomarse como el próximo libro de inglés o algo así, porque cuando se lo enseñaba a mis compañeros, se echaban las manos a la cabeza y me decían: Pero chiquilla no te lo tomes tan a la tremenda, haz la tarea como con las otras asignaturas y ya, y se acabará aburriendo de ti.
Ellos no entendían la humillación. No es lo mismo vivirla en primera persona que observarla como espectador. Tú no sabes como le afectará a esa persona, ni como se siente, ni como le conciernen las cosas emocionalmente.
Pero mis esfuerzos...no servían de nada, al final siempre acababa cometiendo un fallo, provocando su momento de gloria. Las humillaciones cada vez eran más grandes.
Manolo Ruiz Mateos me hacía sentirme cada vez más pequeña, más inútil, hasta el punto de plantearme abandonar mis estudios.
Si me lo encontraba por la calle, buscaba cualquier rincón para esconderme, era tal el miedo que me infundía, que incluso fuera de las aulas, tenía ese poder sobre mí. Pensé, en más de una ocasión, ir a pedir ayuda al director, delatar su comportamiento, pero amistades me quitaron esa idea de la cabeza, poniendo como excusa de que tampoco sería para tanto y que al final, al tener él más autoridad que yo, no me creerían y Manolo Ruiz Mateos me cogería, aun, más manía. Me callaba y soportaba. ¡Cuantas tardes de llantos desesperados pasé en casa! Cogí tanto odio al inglés...que a día de hoy le sigo teniendo asco.
Llegamos a mediados de curso, estábamos corrigiendo unos ejercicios que había mandando el día anterior para casa, y como siempre, mi tarea estaba impecable, tanto la había repasado, que había llegado a memorizarla. Pronunció mi nombre para que siguiese por donde lo había dejado mi compañero. Todo iba bien, lo había preparado a conciencia, incluso había dejado sin hacer las tareas de las otras asignaturas, me daba igual, quería que ese tío, aunque fuera por una vez, tuviese que tragarse sus palabras humillantes. Yo leía tranquilamente, de vez en cuando, lo observaba por el rabillo del ojo y podía ver cómo el semblante se le enrojecía, no podía sacarme ningún error y eso le molestaba. Llegué a una palabra que terminaba en T , no recuerdo qué palabra era, el caso es que al pronunciarla pues se ve que no lo hacía correctamente, y el hijo de puta, en lugar de actuar como cualquier profesor e indicarme dónde estaba el fallo, empezó: ¿Cómo? Y yo volvía a pronunciar la palabra, y él de nuevo ¿Cómo? y otra vez la volvía a leer...así pues no sé...hasta que, no sé que me dio o qué me entró, no pude soportarlo más, sentí un clic en mi mente, una fuerza arrolladora subiendo desde mis entrañas, y mi mente no dejaba de repetirme ¡Tú eres más de lo que este tío dice! ¡Actúa ya! Casi sin pensar y sorprendida de mi coraje, dije en voz alta: ¡Coño pues si tu eres tan listo pronúnciala tú que para eso estás, para enseñar y no para humillar a nadie, que me tienes ya hasta el coño!
Se hizo un silencio espeluznante, podía sentir como los compañeros tragaban y rezaban, sentía cada pensamiento, en plan, se la va a cargar del todo, esta chavala no sabe lo que ha hecho. Pero a mi me dio igual, no podía seguir así, era él o yo.
Manolo Ruiz Mateos se dirigió a mi sitio, la cara enrojecida y desencajada, como si hubiese corrido una maratón, y gritando hasta no poder más, comenzó a insultarme. Volví a sentir esa furia indomable que tengo dentro de mi, que no sabía que tenía hasta que este señor entró en mi vida, porque la verdad...odio las discusiones, los altercados y todo lo relacionado con la agresividad. Me puse de pie y di un golpe con las dos manos sobre la mesa, me encaré, le eché cojones, ya me daba igual todo, si me expulsaban...no se acabaría el mundo, pero ese tío no me destrozaría emocionalmente, no me traumatizaría, y mucho menos, conseguiría que abandonase los estudios ¿Quién coño se creía que era? ¿Acaso me conocía en la intimidad? ¡Vete a la mierda hijo de puta! ¡Te equivocaste de alumna!
Con toda la fuerza que sentía y pisando el miedo con mis pies, le solté: ¡Se acabó! ¡No me das miedo! Te puedes meter tu estúpida T por el culo. Quieres que te guarde respeto cuando tú eres el primero que lo faltas a los demás, y una cosa te digo, el respeto se gana no se impone, gilipollas.
Y salí de la clase. Me fui directamente al despacho del director y le conté todo, el hombre, escandalizado, porque desconocía como impartía las clases este tío, me dijo que eso no podía ser, le explique que yo no era la única que sufría este tipo de abuso por su parte, que había observado a otras alumnas salir llorando de sus clases, pero que nadie hablaba por miedo. Le dije que no quería abandonar mis estudios, pero que tampoco podía volver a dar clases con ese monstruo. Me desahogué...y la presión que se había creado en mi pecho, desapareció por completo.
El director se dirigió al aula y sacó al profesor, conmigo delante, le contó todo lo que yo había dicho, evidentemente lo negaba, pero yo seguía en mis trece, estaba tan segura de mi misma que no me iba a dar por vencida, así que me envalentoné aun más y sugerí que entráramos en clase y que preguntase directamente a mis compañeros. Dentro de mi, suplicaba que al menos uno, diese la cara y contase la verdad. ¡Menos mal que por aquella época seguía existiendo el compañerismo! Los demás alumnos corroboraron mi declaración, afirmando que desde que empezó el curso, el tío me había hecho la vida imposible.
Total, que como la mayoría de las cosas que ocurren en este país, no pudieron sancionar al profesor de mierda como era debido, estoy segura que tenía contactos, o algo hizo, se la chuparía a alguien el maricón reprimido, porque eso es lo que era, un maricón reprimido infeliz, que pagaba su cobardía con sus alumnas por no salir del armario. ¡Tío mierda!
Yo me negaba a volver a dar una clase con él, y tras horas discutiendo con el director, llegamos a un acuerdo, en el cual la perjudicada, una vez más, sería yo, pero me daba igual con tal de volver a mi paz mental. Acordamos que yo no volvería a una de sus clases, en ese tiempo me iría a la biblioteca, rechacé incluso la opción de presentarme a los exámenes ¿Para qué? Estaba claro que jamás me aprobaría.
El director me advirtió que para obtener el título de bachillerato, debía tener todas las asignaturas aprobadas, pero yo me seguía negando, y con dos ovarios le dije que me daba igual, que repetiría si fuese necesario. Y así ocurrió. Repetí segundo de bachillerato, por decisión propia, pero muy orgullosa de mi elección. Dejé una asignatura más, Historia del Arte, y al año siguiente iría por libre. ¡Qué bonita la vida sin Manolo Ruiz Mateos!
Desconozco si este señor sigue vivo, jubilado, o tirado en una cuneta, no me importa en absoluto, de hecho, si alguno de mis lectores, por casualidad, lo conoce, que se abstenga de decirme que fue de él, porque si sigue vivo...juro que iría a buscarlo y le diría un par de cositas. Así que prefiero seguir con mi ignorancia de qué fue de su asquerosa y repugnante vida.
Creo que existen algunos trabajos en los que se debería tener más en cuenta a la clase de persona que se les permite ejercerlos. Por ejemplo, tanto la medicina como la docencia, pienso que son trabajos por vocación, las personas que deciden estudiar esas carreras, creo que deben hacerlo porque realmente aman sus trabajos, y no por...bah...estudio esto y ya. Los médicos tienen la vida de otras personas en sus manos, y los docentes, las mentes. En cualquiera de los dos casos, las terceras personas que se ponen en sus manos...confían en ellos.
La educación en España esta fatal, primero porque te dicen que es gratis, cuando no lo es, y si no, preguntar a cualquier madre cuanto ha tenido que pagar durante un curso referente a material escolar y pamplinas, que a veces creo que se inventan para coger más dinero. Eso en la educación obligatoria, si ya nos adentramos en la educación optativa, es decir, módulos, carreras...eso ya es una locura. ¡Oye que hay becas! Sí...becas...que no todos tienen el privilegio de conseguir, y nunca llegan a tiempo ¿Acaso todos los españoles tiene 3 mil euros para poder comenzar sus estudios? Cuando pienso que estudiar, aprender, debe de ser completamente gratuito. ¡Señores que estamos hablando de sabiduría! ¡Conocimientos! ¿Me quieren cobrar por ampliar mi mente? ¡No! ¡Te cobran por un título! Es una locura.
Dejo este tema ahí aparcado...porque creo que merece un post exclusivo para hablar de ello, y hoy, no es el día, hoy quiero hablar del peligro que pueden llegar a tener algunos profesores sobre los alumnos.
Los que imparten la enseñanza deberían tener cuidado a la hora de tratar a sus alumnos, porque están en el proceso de hacerse a la vida. Los docentes son los encargados de instruir para convertir a ese niño, adolescente, en un adulto. Ellos son los responsables de inculcar, enseñar, instruir y educar a los futuros médicos, abogados, electricistas, panaderos...sus palabras y métodos, aunque crean que no, influyen demasiado en los jóvenes estudiantes, y deben entender que a esa edad, las mentes, están en pleno desarrollo. Una mente joven es muy fácil de manipular, porque le falta vida por conocer, experiencias, dolor. Con esa edad, a la mayoría, solo les preocupa aprobar para poder tener unas vacaciones tranquilas, se sienten adultos, pero no lo son, la vida es larga y el recorrido difícil, y ya que no te enseñan a sobrevivir en este mundo de mierda, al menos, podrían medir sus palabras y actos, y pensar que no todos los alumnos tienen la misma capacidad, y que para enseñar a alguien, no es necesario ni infundir miedo, ni humillar, ni excluir.
En mi caso, por ejemplo, tuve valor para afrontar el problema y decidí no callarme, sí es cierto que quizá salí perjudicada al perder un año entero por culpa de una sola asignatura, pero ¿Qué hubiese pasado si mi mente se hubiese dejado vencer por las palabras de ese energúmeno? Quizá no estaría aquí, quizá me hubiese creído de verdad que no servía para nada y que no llegaría a nada en la vida, ese tío me manipulaba, me maltrataba psicológicamente, porque mi mente de 17 años era débil, y lo veía a él como un PROFESOR, es decir, alguien con experiencia que está ahí para enseñarme, apoyarme y ayudarme a labrar un futuro, o al menos, poder elegirlo. Confiaba en él y en su criterio. Si me hubiese dejado sucumbir por cada humillación, habría acabado por abandonar la vida, y no exagero, la mente con esa edad es muy frágil, y si te sientes amenazada por un adulto, en ningún momento piensas que el que lo esta haciendo mal es él, si no tú mismo.
No dejo de pensar en la cantidad de alumnas que atormentó este gilipollas, a cuántas hizo llorar, a cuántas sentir inútiles, despojos, cuando realmente el despojo era él.
A las personas que se dedican a la docencia deberían de hacerles pruebas mentales, que sé muy bien que la mayoría realizan bien su trabajo, porque he tenido profesores maravillosos que adoran su trabajo y a sus alumnos, pero joder, otros...¡Encerradlos en un manicomio no les vendría mal!
Si cada persona, de adulto, es un mundo, posee una mente diferente, y cada uno abarca y afronta los problemas de maneras diferentes, es decir, a lo mejor, un pequeño problema que tú ves de fácil solución y sin importancia, para otra persona puede ser un mundo, una catástrofe de la que se piensa que no puede salir. ¿Os imagináis para un adolescente de 17 años? Con esa edad todavía es menos frecuente que pidan ayuda, y los padres pueden no verlo, no porque sean malos padres, o no les echen cuenta a sus hijos, si no porque la adolescencia...en fin, todos hemos pasado por ello, te crees mierda y eres peo.
He comentado antes que si tuviese a ese misógino frente a mi, hoy por hoy, le diría un par de cositas, porque ahora, adulta y habiendo pasado otras cosas de la vida, mi mente es intangible, porque sé quién soy, sé qué quiero, y ese tío sería incapaz de acabar conmigo, al contrario, creo que sería capaz de derribarlo yo con dos palabras. Con los años he aprendido lo importante que es el respeto, tanto el que pido para mi, como el que ofrezco a los demás, y nunca acepté el respeto a base del miedo, eso...eso es otra cosa. El respeto se gana con respeto, y siempre hay que tratar a los demás como te gustaría que te tratasen a ti. Que sí, que todos podemos tener un mal día, pero no me refiero a una mala contestación, o a una discusión, eso es otro tema. Me refiero al RESPETO en sí. El hacer daño a un persona más frágil que tú para sentirte bien contigo mismo...es de cobardes, y más, si lo hace un profesor, porque está abusando de su poder. Manipula a través de las calificaciones que saben que son necesarias para el alumnado, e infunde miedo, pensando que así es más fácil su manejo. Miserable.
Bueno, creo que no voy a comentar nada más. Este post lo he escrito porque hace poco, escuchando en segundo plano a un grupo de alumnas quejándose de un profesor muy similar al ya nombrado tantas veces, me acordé de todo lo que viví y sentí por culpa de ese endemoniado, al cual ya lo tenía casi olvidado, y me pareció buena idea poder explayarme aquí en el blog, soltar todo lo guardado, pero ya superado, durante tantos años. Es una historia que pocas personas de mi entorno conocen, pero como ya pasó y todo salió bien, he visto que éste era el momento idóneo.
Espero que si alguno de vosotros os encontráis, u os habéis encontrado, con un Manolo Ruiz Mateos en vuestras vidas, este post os ayude, al menos para olvidar.
Y a ti, Manolo Ruiz Mateos, espero que la vida fuera justa contigo.
Hay profesores que nos marcan la existencia de ese curso y este parece ser que fue asi. La vida siempre devuelve las cosas , y estoy segura de que algo le habría ocurrido, que le recuerde lo mala persona que fue .
ResponderEliminarTe ha servido para cerrar un ciclo de tu vida.
Que los próximos sean de total satisfacción. Un besote grande.
Fuiste valiente al plantarle cara. Al final son las personas valientes las que cambian las cosas, en mayor o menor medida. Lo malo es que el karma no existe, o hasta donde yo he visto, siempre está de vacaciones.
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