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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

23.3.22

RELATO: El tesoro de la Abuela (PRIMERA PARTE)

 Hacía apenas unas horas que pisaba la tierra que la vio crecer, y a pesar de la intranquilidad que pudiese provocar el entorno, jamás se había sentido tan tranquila, tan segura de estar haciendo lo correcto, lo necesario. Le resultaba extraño recorrer las calles por las que anduvo en un tiempo de paz, un tiempo donde era impensable que la guerra apareciese sin más, un tiempo dónde aquellas calles estuvieron repletas de caras relajadas y sonrientes, que vivían el día a día de una ciudad corriente. Ahora parecía todo tan diferente...el vacío, el silencio, el predominante gris, incluso llegó a pensar que estaba sumida en una historia de terror, de esas que te cuentan para quitar el sueño. 

Quiso volver a ver el parque que desolló sus rodillas cuando era pequeña, y se obligó a mirar como si una mano malvada le sujetara la cabeza. Los columpios, desparramados por el polvoriento suelo, aún mantenían el color vivo que llamaba su atención de niña, se acercó a ellos. Con los dedos recorrió la estructura derrumbada, y volvió a verse de pequeña, balanceándose de atrás hacia adelante, riendo a carcajadas, mientras su abuela la empujaba cada vez más alto y más fuerte, tal y como ella le gritaba desde la euforia descontrolada. Sacudió la cabeza al regresar al presente, y se lamentó de sus sueños truncados, siempre pensó que en un futuro sus propios hijos podrían gozar de aquella maravilla como lo hizo ella, y ahora, ni si quiera veía claro el tener hijos, y menos, estar con ellos en ese parque. Sus piernas tambalearon y miró al horizonte, una gran explosión tintaba el cielo. Se sintió culpable de no sentir miedo, sino rabia, odio, una maldad que recorría cada vena de su cuerpo hasta adentrarse en su corazón e inyectarlo de veneno. 

Avanzó hacia la calle principal, sabía que la retrasaría, sin embargo, necesitaba comprobar que seguía estando ahí. Mientras andaba con paso lento, pensaba, o más bien rezaba, apartando de su mente cualquier infortunio que le intentase contar la verdad. Seguiría allí, tenía que seguir allí, porque la vida no era tan cruel y al final los pequeños detalles eran los verdaderos sentidos de la vida. Tal y como iba avanzando, sus ojos se inundaban de lágrimas al observar hasta dónde podía llegar la crueldad y la avaricia humana. Los edificios enormes que adornaban la espléndida calle, no eran más que unos escombros mal colocados, como esas obras que se empiezan pero nunca se acaban, y terminan siendo ocupadas por personas sin techo. Le costaba  pensar que en otro tiempo, no hacía más de un par de meses, aquella calle hubiese sido el corazón de la ciudad, con su ambiente ajetreado, el tráfico incesante, el murmullo de voces desconocidas, escaparates coloridos, bares y restaurantes repletos de gente. No quedaba nada más que oscuridad y silencio. Fijó su mirada en un banco concreto, justo el que estaba bajo un árbol, que ahora solo era un hueco vacío. Y recordó las tardes con sus amigas, bolsa de chucherías en mano, lata de refresco en la otra, y las risas, aquellas risas que se perdieron en el tiempo. Si alguien le hubiese dicho en ese preciso momento, en el que reía y hablaba con sus amigas, que en pocos años nada de esto existiría, que los misiles y las bombas arrasarían con todo, que la calle principal se convertiría en el pasillo de una casa del terror; habría reído tan fuertemente que los pájaros hubiesen volado con el estruendo de su risa, y habría tachado de demente al informador de la futura noticia. Es que era algo impensable, algo que nadie imaginó que pudiese ocurrir de verdad, en pleno siglo 21. La humanidad avanzaba sí, pero en la dirección incorrecta.

Se acercaba al final de la calle y algo dentro de ella la hizo frenar, dudó. Quizá no era conveniente descubrir si seguía allí, quizá sería mejor mantenerlo en el recuerdo, como algo inmortal. No podría soportar la idea de que no estuviera, bastante sufrimiento y dolor inundaban el lugar como para fomentarlo con una realidad que era inminente. Qué mas daba...si lo que un día fue su hogar, ahora solo era una ciudad fantasma presa del olvido. Qué importancia podría tener un recuerdo si el pasado ya no existía, lo habían borrado las bombas y la desolación. Giró sobre sí misma y volvió sobre sus pasos, quizá volviese en otro momento, quizá no volvería nunca, no quiso saberlo.

Se encaminó hacia su casa, había vuelto por una sola razón, y costase lo que costase, lo conseguiría.

CONTINUARÁ...