Libertad de expresión

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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

25.5.20

RELATO: A través de unos cristales negros

Lo había cegado el poder, no había duda de ello. Su personalidad, había dado un vuelco de 180 grados, había olvidado los valores que tantos años se inculcó a sí mismo, y ahora, le resultaba totalmente imposible remediar sus actos.
La primera vez que vió a un político en la televisión, apenas tendría 7 años, y supo, con ese cosquilleo que se deposita en el estómago cuando algo te hace ilusión, que querría entrar en la política para cambiar el mundo.
A medida que fue creciendo, la corrupción y la falta de moralidad, se convirtieron en su peor enemigo. Formando sus principios como base fundamental para sostener sus palabras, dedicaba cuerpo y alma en educar a su mente. El proceso sería complicado, pero no imposible. Su meta estaba grabada en su frente, y no cesaría de luchar hasta conseguir sus objetivos.
Sin embargo, los caminos de los sueños se pueden ver truncados a lo largo de la vida, y a veces, sin darnos cuenta, colocamos en la balanza más peso del necesario, provocando un derrumbe, y todos esos propósitos tan bien ordenados, acaban mezclando la ética con la inmoralidad.

Los papeles, colocados en una esquina de su mesa, esperaban para ser firmados. El sobre permanecía cerrado en el segundo cajón, invisible para todos, menos para él.
Recostado en su sillón de piel recién traído, juntando los dedos de cada mano, miraba por la ventana de su despacho. Realmente no sabía qué hacer. Se había mostrado seguro, talante agenciado durante sus años de estudios, pero ahora, todo le parecía incorrecto. Acostumbrarse a la buena vida es sencillamente fácil, dar la cara ante una sociedad que no quiere ver, también, no obstante, soportar a su conciencia suponía una dificultad extrema. Desde que llegó a la alcaldía, asesorado por lo integrantes más antiguos, se había dejado manejar sin pensar en las consecuencias. Fue poner un pie en el despacho y todos los valores los arrojó por la ventana. Almuerzos de lujo, coches espectaculares, ropa que jamás pensó en llevar, y dinero, mucho dinero pasando ante sus narices. Una cosa era imaginar desde fuera todo lo que ocurría en los altos mandos y querer combatirlo, y otra cosa muy distinta era vivirlo en primera persona. Después de todo, ningún votante daría la cara por él si el partido quisiera suprimir sus obligaciones, para nada, miraría para otro lado y esperarían a que otro, más astuto, ocupara su lugar. Y no era justo, él se había preparado al milímetro para ocupar ese puesto. Había sacrificado mucho en su vida, para ahora, no aceptar que este país no tenía solución.
¿Qué le estaba ocurriendo? Bastaba con una firma más. Todos chupaban del mismo bote ¿Por qué no iba a hacerlo él?

El país se iba a la mierda y parecía que a nadie le importaba. Muchas protestas, mucho odio, y mucha ignorancia. Los ciudadanos ejercían su voto por obligación, y no por interés, si no era un partido el que robaba, al año siguiente lo haría el otro, esa era la base de un buen Gobierno, engañar a la población y publicitar promesas que nunca serían cumplidas.
Se dió asco, al final se había convertido en lo que tantos años había odiado, un político corrupto.

Reunido todo el equipo en la sala de reuniones, él lideraba la mesa. Había meditado mil veces la forma en la que se dirigiría a ellos, debía presentar autoridad, hacerse respetar, pues la nueva decisión atraería a más de un traidor.
Golpeó con fuerza la mesa con la palma de su mano, provocando un silencio desconcertante, todos lo observaban incrédulos ¡Qué mosca le había picado! y con un "Basta ya" sonoro, comenzó a enumerar, una por una, todas las irregularidades cometidas desde que llegó al poder. Los presentes, intentaban interrumpir sus palabras, mas él no lo permitía, alzaba aún más la voz y con el brazo izquierdo mandaba a callar.
Limpiarían las cuentas, revisarían cada contrato firmado bajo el yugo del dinero, y convocarían una rueda de prensa para sincerar al partido. Si quería empezar de cero y hacer las cosas bien, debía hacerlo correctamente y ya que el pueblo era el más afectado, merecía conocer la verdad.
Las protestas e insultos aumentaban, y la situación se le escapaba de las manos, nadie estaba dispuesto a seguir su plan ¿Acaso se estaba volviendo loco? ¡Irían todos a la cárcel! Ese ataque repentino de culpabilidad no tenía ningún sentido a estas alturas. Se negaron. A los pocos minutos de terminar su discurso, lo dejaron solo.
Durante los días posteriores, se encargó de revisar cada contrato, cada licencia y cada papel sospechoso que olía a corrupción. Estaba dispuesto a desmantelarlo todo.
Su teléfono móvil sonaba, número desconocido, descolgó por inercia. Una voz distorsionada le propiciaba insultos y amenazas. Colgó sin darle importancia y siguió su trabajo.
Cuando llegó a su coche para volver a casa, lo encontró con las ruedas pinchadas y totalmente arañado. La situación comenzaba a sacarle de sus casillas, pero aún se mantenía con fuerzas para seguir adelante.
Llegó a casa, y encontró a su mujer e hijos en la entrada. Lloraban.
Habían recibido una amenaza telefónica, su mujer, apartando las preocupaciones para no asustar a sus hijos, evidenció la gravedad del asunto. Horas después, piedras y ladrillos atravesaban las ventanas de su hogar. Las circunstancias parecían haber sido sacadas de una de éstas películas americanas donde intentan acabar con el presidente, era tan surrealista que apenas daba crédito a lo que ocurría.
Cuanto más se empeñaba en desmantelar la corrupción, que él mismo había consentido anteriormente, más amenazas invadían su vida. Fotografías de sus hijos entrando en el colegio, de su mujer visitando a su madre, de él mismo en el parque con sus hijos...la seguridad que proporcionaba a su familia se desvanecía por arte de magia. La situación se complicaba cada vez más, y aún le quedaba mucho por hacer, no podía permitirse el lujo de rendirse todavía, no después de haber llegado hasta ahí. Así que tomó la decisión más rápida y más comprometedora. Aparecería por televisión informando de todo lo que estaba ocurriendo.

Sentado en el despacho de su casa, los reporteros de todas las cadenas se preparaban para sacarlo en antena. Directo al grano, enseñó a cámara las amenazas escritas, relató los acontecimientos sucedidos que estaban poniendo en peligro a su familia y al él mismo, y reivindicó el poder que poseía el pueblo para detener todo aquello. Finalizado el directo, se sentía fuerte, ya no estaría solo, sus votantes lo apoyarían y eso aplacaría los sucesos.

En la parte de atrás del coche oficial, miraba a través de los cristales negros a los pueblerinos enojados. Arrojaban al vehículo toda clase de objetos, desde productos alimenticios como tomates y huevos, hasta materiales diversos como grapadoras, piedras o llaveros con el símbolo de su partido. La declaración efectuada por televisión había provocado el efecto contrario, las personas en lugar de apoyarlo y colocarse de su lado, lo acusaban de ser el único culpable de las fechorías del partido. Ahora no solo debía cuidarse de las amenazas de sus propios compañeros, si no también de la ciudadanía.
Con extrema dificultad, consiguió llegar al ayuntamiento, protegido por dos guardaespaldas, subió las escaleras para entrar en el edificio. Una vez dentro, resguardado del bullicio exterior, pensó que estaría a salvo, sin embargo era peor de lo que esperaba. Toda persona trabajadora que allí se encontraba, o lo miraba con cara de asco mientras lo insultaba sin preámbulos, o directamente le giraba la cara en señal de desprecio.
Entró en su despacho y cerró la puerta tras de sí. Con una respiración ajetreada e intentando recuperarse, lanzó una rápida mirada al despacho. Aquello no podía estar sucediendo de verdad ¿Habían perdido la cabeza? ¿Hasta dónde era capaz de llegar el ser humano para salirse con la suya?
La oficina estaba completamente destrozada. La mesa principal rota a pedazos, las paredes pintorreadas de frases hirientes, basura por todo el suelo, las sillas descuartizadas, sus pertenencias personales aún ardían levemente en el cubo situado en la esquina.
¿Es que nadie se paraba a pensar que todo aquello no era solo responsabilidad suya? Si él abandonaba el cargo, todo seguiría igual, seguirían robando y la malversación de fondos recuperaría su camino oculto. ¿No se daban cuenta de las verdaderas intenciones que él pretendía? Entonces entendió que la humanidad no estaba preparada para afrontar los errores del pasado y perdonarlos, se ceñían en acusar a un solo culpable para  cargar con toda la responsabilidad, en lugar de buscar una solución.
Había llegado demasiado lejos. A pesar de la decepción profunda que sentía por tener que abandonar sus propósitos, sabía que si no dimitía, iría a más, y realmente se planteó si merecía la pena seguir luchando.

Un país que no sabía vivir sin corrupción, un pueblo que disfrutaba de robos consentidos, vendando sus ojos para oír lo más conveniente. Un sistema vendido, controlado por el poder y no por la sensatez y el civismo. Una auténtica pérdida de tiempo. El cambio nunca se posaría en la sociedad, porque todos preferían vivir refugiados en un cuento narrado por la mentira, que luchar con el escudo de la verdad. El miedo los confundía y la inseguridad a lo desconocido privaba a la libertad.

Finalmente se dejó vencer. Presentó su dimisión para alejarse definitivamente del mundo político. Rechazó sin miramientos la paga correspondiente por los años ejercidos, y a los pocos meses el recuerdo de su mandato pasó a convertirse en una leyenda mal contada.
Sumido en una depresión sin remedio, pasaba las horas encerrado en lo que un día llamó despacho, ocupando su tiempo en rellenar papeles en blanco con una sola frase: "Más vale malo conocido, que bueno por conocer" hasta rozar la locura.

Olvidado y repudiado en un psiquiátrico, controlado por la demencia y una vejez adelantada, concluyó su final abrazando a la muerte.