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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

10.5.20

RELATO: Descansa en paz de una puta vez, amiga

La claridad golpeó su cara como una bofetada cariñosa, giró su cuerpo para engañar a los rayos del sol y hacerse la dormida, pero la mañana insistía en molestar su descanso, acabó desistiendo y se incorporó refunfuñando, como cuando era pequeña y su madre la obligaba a ir al colegio.
Bajó al salón y se la encontró tirada en el suelo, la sangre aún estaba caliente, esparcida en un enorme charco alrededor de su cuerpo. No había sido una pesadilla, y los acontecimientos de la noche anterior se agolparon en su cabeza como las imágenes de una película de terror. Comenzó a preparar café, eso la ayudaría a pensar con lucidez, deshacerse de un cuerpo requería precisión y ella sin cafeína no sabía rendir con eficacia.
Entre sorbo y sorbo la ojeaba, la encontraba tan indefensa en ese estado de putrefacción que incluso llegó a sentir lástima por ella, pero el odio aún la reconcomía en su interior y dejaba salir esa sonrisita de satisfacción por haber hecho lo correcto.
Con las mismas sábanas en las que había dormido, la envolvió como a un regalo de mal gusto, y la arrastró hasta el coche de la difunta. La muy inútil se había dejado las llaves puestas, pobre ilusa si pensaba que saldría de allí con vida. Abrió el maletero y sin ningún tipo de esfuerzo, la introduzco con total normalidad, hasta ella misma pensó haber hecho eso más veces, quizá en una vida anterior. Cerró con suavidad, a pesar de todo lo ocurrido quería sepultarla de una sola pieza, todo muerto merece un descanso en paz, sin tener en cuenta sus actos en vida.
Se disponía a entrar en el coche y largarse de allí antes de ser vista, cuando por el espejo retrovisor vio acercarse a la vecina, como no, ella no podía faltar en un día como ese. Se apeó del auto de mala gana, lo que menos le apetecía en ese momento era una charla repleta de hipocresía. Si se largaba, sería aún peor, Charo era capaz de seguirla hasta el mismísimo infierno con tal de que le devolviera el saludo.
-¡Qué mañana tan estupenda! ¿A pasear?
-No Charo, a hacer unos recados de última hora
-¿Este coche no es de la chica que entró ayer en tu casa a media noche?
Hija de puta, no se le escapaba una. Esa mujer tenía una vida muy aburrida para estar husmeando por la ventana a esas horas de la noche.
-Sí Charo, me lo ha dejado, mi coche anda revoltoso últimamente, tendré que llevarlo al taller.
-Ah ¿Y ella?
-¿Quién?
-Tu amiga, la dueña del coche, ¿Se quedó a dormir contigo? Cómo no la vi salir...
Las inquisidoras preguntas de la insoportable vecina le creaban un fuerte dolor de cabeza, sabía que no cesaría hasta obtener una respuesta convincente.
-No Charo, vino a recogerla el marido pasadas unas horas, supongo que no la viste porque estarías ocupada haciendo tus cosas ¿No es así?

Aguantó la mirada, fría, segura de sí misma, intencionadamente acusadora, y surgió efecto, Charo había captado el mensaje de no molestar más. Asintió tímidamente y bajando la cabeza en señal de disculpas, desapareció de su vista.
Se puso en marcha. Sabía a la perfección donde enterrarla, como si ese pensamiento la hubiese acompañado toda la vida, como si su instinto hubiese sabido desde un principio que acabaría matándola.
Y es que era chula hasta para deshacerse de un cadáver, a plena luz del día y corriendo el riesgo de ser descubierta, allí se encontraba ella, en un descampado alejado de la mano de dios, cavando un hoyo para enterrar a su amiga de la infancia. Sus actos estaban premeditados, sus movimientos, programados por una ira calmada, ejercían una composición de seguridad y templanza digna de apreciar por cualquier ojo, se sentía orgullosa, y de vez en cuando dejaba que su mirada recorriese los alrededores en busca de un espectador. Por suerte para ella, estaba completamente sola.
Soltó la pala en señal de alivio, el sol apretaba y el sudor que resbalaba a sus anchas por la frente le recordaba la importancia de los años en su cuerpo.
Dedicó unos minutos más a la despedida, observando detenidamente la arena revuelta que ocultaba los restos de la que antaño ocupó un espacio importante en su vida. Y para qué le había servido tanto daño, para acabar bajo una tierra desconocida sin el perdón necesario, convirtiéndose en manjar para unos gusanos sedientos de carne. Tuvo la tentación de escupir sobre lo que había convertido en tumba, sin embargo, a pesar de estar en plena soledad, le pareció demasiado macabro, y terminó por soltar un "Descansa en paz de una puta vez"
En ese momento ignoraba el sentimiento que le reconcomería con el paso de los años, aplastando a su conciencia con tormentosas pesadillas. Aún faltaba mucho tiempo para que eso ocurriera, y por el contrario, se sentía aliviada, al fin y al cabo era un final justo para una descarada que se había quedado preñada del hombre que un día la desposó y le prometió amor eterno.
El camino de vuelta estuvo acompañada por los recuerdos que desataron aquella barbarie, el momento en que los vio en el parque, la desfachatez de su amiga al presumir de un amor adultero, la negación de su marido, y la poca vergüenza de la asesinada al presentarse en su casa la noche anterior para pedirle educadamente que los dejase vivir su amor, incitándola a aceptar que ese hombre había nacido para estar con ella y no con la mujer que se casó.
Llegó a casa, terminó de limpiar los restos de sangre que habían pasado desapercibidos por la mañana. Preparó café de nuevo y se sentó en el banco de la entrada, su esposo volvería en dos horas del viaje, y ella estaba dispuesta a enamorarlo una vez más, los fantasmas de la infidelidad se disipaban, la culpable había sido castigada y por fin todo volvería a la normalidad.