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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

28.5.20

RELATO: El loco del Confinamiento

AÑO 2020

A finales del 2019, un virus nace en China, infectando rápidamente a un porcentaje alto de la población mundial. El virus se traspasa de ser humano a ser humano mediante...bla bla bla...

Vamos a la calle.

Miles de personas, asustadas, permanecen encerradas en casa, sin ver a sus familiares, sin poder
trabajar, con un tiempo extremadamente limitado para realizar las compras necesarias. Todos desconfían de todos.
Las mascarillas inundan las calles arropadas por guantes usados. En cada pueblo se refleja un vacío, se despide a la contaminación, los animales se sienten libres, y el silencio nos recuerda a una peli de miedo.
La policía acecha en cada esquina, evitando la circulación, exigiendo la documentación y unos motivos convincentes para poder estar deambulando por una zona pública.
Los niños se quedan sin colegios, atosigados por deberes interminables que los educan desde un ordenador. Los padres no dan abasto, todo se les viene encima, la casa, los peques, las tareas y a la espera de cobrar un sueldo fantasma.
Sin embargo, la humanidad recapacita y en lugar de mantenerse anclados en un egoísmo, destapan su lado más solidario. Vecinos que se ayudan entre ellos sin haberse conocido anteriormente, campañas de alimentación promovidas por personas comunes, pequeños negocios que se acercan al cliente aportando una ayuda tan necesitada.

Cada uno intenta pasar el confinamiento lo mejor que puede. Unos en mansiones con extensos jardines, otros en casitas de una habitación. Los que viven solos, aprecian la soledad, y se acostumbran a una rutina para mantener viva a la mente. Los que viven en familia, comienzan a valorar las actividades que habían quedado olvidadas, disfrutan del tiempo juntos, empiezan a conocerse de nuevo. Y los que no poseen techo, ni familia, ni nada, dejan de ser invisibles a los ojos de la humanidad, se les ofrece comida, materiales para evitar el virus, cuidados que antes eran impensables y  que ahora, son esenciales. El mundo entero cambia.
Más tiempo para pensar, pero pensar en los demás y no solo en uno mismo. Y a tu mente viajan imágenes de un sufrimiento marcado por una pandemia que desestabiliza al mundo. Comienzas a valorar lo que antes ni sabía que existía, observas los pequeños detalles que antes pasaban desapercibidos, te inculcas pensamientos nuevos, sensaciones y emociones olvidadas, y sin darnos cuenta, convertimos una sociedad egocéntrica en un mundo comprensivo, y nos unimos todos, porque comenzamos a creer que la unión hace la fuerza, y sin fuerza...no venceremos al virus.

Los médicos, las enfermeras, los celadores, las limpiadoras...todos ellos se dejan la piel para salvar vidas que no pueden seguir luchando. Horas insufribles de trabajo, donde la palabra descanso ha sido borrada del diccionario, donde el cometido en la vida de cada uno de ellos, es anteponer la salvación de los demás, donde el miedo se aparta de la conciencia, y la lucha se convierte en himno. Donde el dinero carece de valor y son los aplausos de cada tarde los que enriquecen sus bolsillos y sus almas.
Los balcones se llenan de verdad, de vivencias dispuestas a ser compartidas con desconocidos, predomina la insistencia y una alegría forzada para no caer en las garras de la desolación.
Las redes sociales aumentan sus ganas, reflejando el día a día de personas luchadoras. Pedir ayuda se convierte en algo sencillo, se aparta la vergüenza y se coloca en su lugar al valor.
La coherencia y la sensatez dirigen nuestros corazones, y apretamos a la esperanza para sacarle el jugo.
Aprendemos a escuchar, a sentir, y la empatía nos educa severamente, haciendo bullying a la arrogancia y al desprecio por lo ajeno.
El mundo cambia.

AÑO 2027

Cristóbal sigue permaneciendo encerrado en casa. El virus desapareció hace años, pero él se niega a recuperar su vida. Recuerda el confinamiento como la salvación de la tierra, y el miedo que un día dejó atrás, vuelve a enquistarse en sus pulmones. Es como si todos se hubiesen vuelto locos, todos menos él, que piensa que ese estilo de vida es el verdadero, el más saludable, el más sensato.
Todo está al alcance de su mano sin la necesidad de salir al exterior, donde predomina la contaminación, la abundante población, el olvido de un tiempo que nos hizo recapacitar.
Cristóbal se siente agusto en soledad, en su piso pequeño, resguardado de tanta hipocresía que se manifiesta en cada calle.
Desde su ventana, observa el nuevo mundo, desprotegido, olvidadizo, inseguro y corrupto. Vigila oculto tras las cortinas, piensa que es espiado por los que caminan bajo el quicio de su balcón. Siente  al mundo vuelto en su contra, él está completamente seguro de que no está equivocado, es consciente de la pura verdad, aunque el resto lo traten como a un pobre lunático.
Apartado de la actualidad, ha creado otro universo aún más retorcido, lleno de desconfianza, de prejuicios y de paranoias cuerdas. Se deshizo de la televisión, pues aseguraba que a través de ella conocían sus pensamientos, habían logrado manejar a los demás, pero a él, nunca lo conseguirían.
Solo se escucha a sí mismo, a su voz interior, las voces que llenan el aire son basura, incongruentes y superficiales. Únicamente su voz tiene sentido, dice la verdad, es libre.


A las 8 de la tarde, sale a aplaudir, no falla, lo ha cogido como rutina obligada, a pesar de las risas de sus vecinos, que le indican que todo aquello ya pasó. No obstante, el hace caso omiso de los comentarios inapropiados, y sigue aplaudiendo como el primer día. No se deja avasallar por los borregos que huyen del lobo, él se siente el cazador de su historia, y mantiene la escopeta cargada.
Pasa las horas sumido en lecturas, anotando cada información que adquiere como válida, no sé cuántos cuadernos y papeles forran el suelo de su hogar. "Hay que entrenar a la mente" se repite una y otra vez, para convencerse de ello.
Nadie ha vuelto a entrar en su casa. Su familia, tras el permiso de la fase 1, no dudó en ir a visitarlo, pero Cristóbal los obligó a permanecer tras la puerta. Sí sí, como lo oyen, estuvo entablando una exquisita conversación con sus familiares a través de un muro, y oye, como si nada, todo le parecía absolutamente normal, para él, los inconscientes y raros eran los del otro lado. ¡Estaban locos! Mira que salir con la que estaba cayendo...
Hasta que se cansaron de su locura, de vez en cuando una llamada telefónica para asegurarse de que sigue con vida, pero nada más. Olvidaron a Cristóbal como pudieron olvidar a la pandemia, sin esfuerzos, sencillamente dejaron de pensar en él.
En cierto modo, Cristóbal casi lo agradece, menos riesgo de ser contaminado, toda precaución es poca para su cerebro distorsionado.

Antes de la pandemia, era un tío normal, sociable, amigo de sus amigos, le encantaba relacionarse con todo tipo de personas e ir de bar en bar a tomarse sus cañitas, pero se ve que algo le hizo click en la cabeza y todo cambió. Posee el nivel de un sociópata, o a lo mejor la palabra más indicada para su caso, es antropofobia.
Se ha convertido en una persona cerrada. Durante estos siete años parece no haber transcurrido un largo periodo, entrar en su casa es como viajar al pasado, hasta el olor te traslada al tiempo en el que todos estuvimos encerrados. Ese olor constante a productos de limpieza debido a la obsesión que cogimos de ver el virus por todas partes. Cristóbal aún lo sigue viendo.

Hará más o menos un año, un programa de la tele quiso ir a entrevistarlo, no se sabe muy bien si por verdadero interés o por mera burla. Cristóbal, fuese por un motivo o por otro, se negó a ser un payaso de circo. Y no se le ocurrió otra cosa que arrojar a los reporteros todo tipo de utensilios que tenía por casa, mientras gritaba "Insensatos, mal educados, irracionales, que habéis venido a mi casa para contaminarme" Evidentemente, la prensa lo grabó todo, quedando el pobre hombre, a ojos de toda españa, como un desquiciado que había perdido la cabeza tras permanecer tanto tiempo aislado. El video se hizo viral en internet, conocido como "El loco del confinamiento". No puedo negar que un tanto cómico si resultaba, pobre Cristóbal, solo, obsesionado y demente.

Fijaos hasta dónde llega su locura, que últimamente se le ha visto asomado al balcón, con su mascarilla y guantes, sosteniendo uno de esos botes que tanto se vendieron, con desinfectante, apretando el gatillo cuando pasan personas por la calle, y con un auténtico descaro, les comenta "Es por vuestro bien" "Cristóbal mira por la seguridad de todos" Poca gente pasa ya por esa calle.

En fin, el virus sería físico, pero creo que obviaron los efectos secundarios que podían reparar en una persona...hipocondríaca, o majara a secas.
Se desconoce cuántos años más seguirá Cristóbal ensimismado en su propio confinamiento, lo que ya se ha hecho noticia es el nombramiento de su casa y de su persona, como patrimonio cultural. Han comenzado las desviaciones de las rutas turísticas para hacerlas pasar por la casa del Cristóbal, y la muchacha encargada de explicar cada monumento, ha tenido que memorizar cada hazaña y ocurrencia que ha tenido "El loco del confinamiento" durante los siete años.

Esto me hace pensar ¿A quién llaman loco? A un hombre que por miedo, por inseguridad o por tantos días alejado de la realidad, haya caído en las trampas de la mente, convenciéndolo de estar en lo cierto y cegándolo por completo del fin de unos días temerosos para todos.
O, una parte de una sociedad injusta, que en lugar de intentar ayudar a este pobre hombre, se dedica a convertirlo en una atracción turística, desvalorando y humillando unas creencias que en su momento vivimos en nuestras propias carnes, y apartándolo aún más de la comprensión humana. Decidme, ¿Quién es el loco?