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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

26.5.20

RELATO: Gritos Incesantes

Le resulta cada vez más complicado controlar sus instintos, por mucho que lo intenta, es inútil, no puede sacarla de su cabeza. La medicación parece no hacerle efecto, y eso que sigue los consejos del doctor, debe ser que el impulso es mucho más intenso que su conciencia.
El sueño le ha abandonado, y pasa las noches retorciéndose de impotencia. Desea verla, lo desea con tanto ahínco que su mente retorcida comienza a planear una situación disparatada.
Ha dejado de estar vigilado por la policía, eso le aporta más libertad en sus movimientos, aunque la orden de alejamiento sigue vigente, no correrá ningún riesgo si nadie lo ve. Después de todo ¿Qué tiene que perder? Si ya no le queda nada.

Aparca el coche en la calle de atrás del colegio. Se coloca bien la gorra para no ser reconocido por nadie, y se sube los cuellos de la chaqueta. Deambula por la calle cuesta arriba rodeado de madres y padres que llevan a sus hijos a la escuela. Observa con precaución a cada niña, pero ninguna es ella. Raúl se coloca en el lado opuesto, dejando la puerta del colegio a la vista. Venga por donde venga, la verá llegar. Algunas miradas inquisidoras lo hacen sentirse incómodo, pero él sabe que no está haciendo nada malo, por mucho que las autoridades se esfuercen en demostrar lo contrario. La única intención de Raúl es verla, por ahora no intentará acercarse a ella, es demasiado pronto, aún se nota la frescura del último intento. Mientras respete la distancia no habrá ningún problema.
Aparece doblando la esquina izquierda, cogida de la mano de su madre, está tan guapa con esas dos coletas rubias que destacan entre la multitud, Raúl empieza a sentirse incapaz de controlar sus ganas. La niña ríe demostrando una alegría propia de un ser tan inocente, sin embargo, Raúl siente como un fuego endemoniado erosiona en sus intestinos aludiendo a la injusta proporción de los actos.
La madre la deja en la puerta y se marcha. La niña queda completamente desprotegida. Charla con sus compañeras de clase sin prestar atención a la masa de gente que la rodea, sin saber que el hombre de la gorra gris la observa camuflado entre la muchedumbre. Raúl se plantea la posibilidad de acercarse ahora hasta ella, engañarla con lo primero que se le ocurra y apropiarse de su confianza, piensa que es un plan magnífico en el mejor momento, con tanto ajetreo de personas entrando y saliendo, nadie se percatará de que se lleva a la niña. No obstante sabe que también puede resultar complicado, al igual que él la está observando a ella sin que se den cuenta, alguien podría estar observándolo al mismo tiempo, es algo tremendamente arriesgado.
La chiquilla entra al sonar la sirena. Ya no hay nada que hacer, Raúl ha perdido su oportunidad.

Su alimentación, en los últimos días, se basa en zumos y caldos de pollo, es tal la obsesión que tiene por esa niña que su estómago se ha cerrado en banda. Le encantaría probar bocado, pero cada vez que lo intenta su cuerpo rechaza el alimento como el agua al aceite.
Pasa las tardes pegado al ordenador, sumergido en las redes sociales, empapando a su mente desequilibrada con todas las imágenes que encuentra de esa carita angelical. Se odia a sí mismo, sabe que lo hace no está bien, pero ya ha empezado a aceptar que no tiene remedio.
Por casualidad, en una de las publicaciones que investiga, lee que mañana habrá una fiesta de cumpleaños en Parkilandia, y la niñita está invitada. El corazón le da un vuelco tan exagerado que incluso lo siente volver a su sitio. ¡Es el momento perfecto! Si sus ideas no lo traicionan, ya que la medicación lo anula a veces, sabe que la madre, tan ocupada como siempre, la dejará en la fiesta y luego se marchará, lo cual le parece algo irresponsable teniendo en cuenta el malentendido que sucedió la última vez, y por otro lado, mirando por sus intereses, se alegra de que esa mujer sea tan descuidada. La vida le está brindando una nueva oportunidad, o al menos es como Raúl lo ve.
Intenta no perder el tiempo y se pone manos a la obra para elaborar un plan, esta vez conseguirá su objetivo.

La niñita acaba de llegar junto a su madre, se despiden con un beso. Raúl no ha salido del coche manteniéndose bastante alejado del lugar. Por internet ha investigado los horarios del local, y la seguridad que lo protege para que los niños no puedan salir sin consentimiento de un adulto, eso..complica las cosas. Él no puede entrar así como así, de inmediato se darían cuenta que no va acompañando a ningún peque y todo su plan se iría a la mierda. La chiquilla, obediente hasta no poder más, no saldrá sola hasta que no llegue su madre a recogerla. El plan tiene lagunas que no sabe cómo secar. Espera paciente en el auto.
Observa a un grupo de jóvenes que entran y salen del establecimiento, parecen estar jugando a algo, y Raúl lo ve claro. Se baja del vehículo pero no lo cierra, mientras se aproxima a los chavales va carburando las palabras exactas con las que convencerlos. Se siente nervioso e indeciso, pero sabe que no tendrá otra oportunidad como esa. Al llegar hasta ellos, todos lo miran, la verdad es que sus pintas no son muy fiables, va hecho un asco. Les sonríe para suavizar el encuentro, y con una voz dulce y amigable, les propone que saquen a jugar con ellos a una niña rubia con una camiseta azul a cuadros, los jóvenes lo miran desconfiadamente, pero rápidamente Raúl, que conoce a la perfección la mentalidad de esa edad, les ofrece una cantidad de dinero que sabe que no podrán rechazar. El grupo se emociona al ver tantos billetes juntos, y sin poner excusa, se adentran para cumplir su parte del trato.
Se mantiene alejado de la entrada, por ahora no hay ningún segurata pero eso no significa que pueda aparecer uno en cualquier momento. Los minutos se le antojan horas, la espera lo pone aún más nervioso, y la impaciencia, que siempre fue propio de él, le apuntilla el hígado.
Al fin, el grupo de jóvenes sale de la instancia, la niña los sigue, al parecer, sin sospechar nada, a saber que mentiras le habrán contado a la pobre para que abandone su juego en el interior. Pero a Raúl eso le da igual, lo que sea necesario para tenerla junto a él.
Decide esperar un poco más, que la chica se integre en el grupo de juego y se olvide por completo de volver adentro. Cuando parece apreciar que está bastante distraída, chistea para avisar a unos de los muchachos, éste se acerca sigilosamente y extendiendo la mano, agarra el dinero prometido. La niña está de espaldas, no podría ir mejor la cosa, Raúl con paso rápido se acerca a ella, indica con la cabeza a los chicos que se larguen, y acto seguido, sin perder ni un minuto, la agarra por las axilas, le tapona la boca para evitar un escándalo y corre hacia el coche. La introduce en el asiento de atrás, le susurra que no le va a pasar nada pero que debe mantenerse callada. La niña, asustada, asiente con la cabeza. Arranca y desaparecen del lugar.

Entran cogidos de la mano, Raúl aún no puede creer que lo haya conseguido. Debe aprovechar el tiempo, sabe que en cuanto la madre vaya a recogerla, todos se darán cuenta que no está, y esos niños no tardarán en acusarlo. Mientras tanto, la niña está en sus manos, la ocasión merece ser disfrutada al 100%.
-¿Me has echado de menos?
-Mucho papá. ¿Por qué has dejado de venir a verme? Mamá no quiere hablar conmigo de ti
Se le parte el alma. ¿Cómo se le explica a una hija que un juez ha prohibido que se acerque a ella? ¿Cómo le expone que su madre lo ha denunciado? ¿Cuáles son las palabras adecuadas para definir una situación tan complicada?
Desde el divorcio todo cayó en picado. Por la falta de concentración perdió su trabajo, y con todos los gastos le había sido imposible pagar la pensión correspondiente. Su ex mujer, tan retorcida como un nudo marinero, no dudó en denunciarlo y a un juez, sin compasión ni empatía, no le tembló el pulso al firmar esa sentencia que le prohibía ver a su hija hasta que no se pusiera al día con los pagos. ¿En qué mundo vivíamos? ¿Desde cuando el amor a un hijo se medía con dinero? Ya había intentado acercarse a ella en innumerables ocasiones, por ello la orden de alejamiento, por ello sus citas con psicólogos, y por ello la alta medicación. Raúl únicamente ansiaba disfrutar del amor de su hijita, se conformaba con períodos cortos, incluso llegó a proponer verla bajo la supervisión de su madre, pero la respuesta siempre era un rotundo no. La madre de la niña lo había acusado de bebedor empedernido, de irresponsable y a saber cuántas injurias más con tal de castigarlo de esa forma tan cruel. Sí era cierto que su matrimonio no fue un modelo a seguir, pero él jamás había puesto en peligro a su hija, ¡Era lo que más quería en el mundo! Esa mujer debería de haber sido imparcial e intentar comprender que el fracaso de su matrimonio nada tenía que ver con la hija que poseían en común. Una cosa no quitaba a la otra. Sucesos completamente contradictorios. Según le explicó su abogado, no era al único hombre que le pasaba aquello, que algunas madres vengaban sus problemas del matrimonio con la potestad de sus hijos, y el hecho de no agenciar la pensión...le obstruía de cualquier solución racional. Raúl había intentado por todos los medios buscar un trabajo, sin embargo, era complicado. Su experiencia en el sector inmobiliario le beneficiaba, mas la edad que precedía y las denuncias acumuladas, hacía que perdiera toda posibilidad de ser contratado. Estaba encerrado en una espiral de contratiempos, si no veía a su hija el ánimo para encontrar trabajo se desvanecía, y si no encontraba trabajo jamás podría ver a su hija.

Es la tarde más maravillosa que ha pasado en su vida. Desde que llegaron no han cesado de jugar. Su hija está tan mayor...le sorprende la capacidad de entendimiento que ha desarrollado la niña. Al no sentirse cómodo ocultando a su hija la verdad, ha explayado la situación de la mejor manera que ha podido, y la niña, embelesada por el amor que le procesa a su padre, ha parecido entenderlo, respondiendo, con una inteligencia impropia de su corta edad, que ella los quiere a los dos, que son problemas de mayores y que esperará a que todo se solucione.

Suena el timbre de la puerta. Raúl sabe que se acabó lo bueno. Antes de abrir, se sienta junto a su hija y le explica que a pesar de haber sido una tarde espectacular, hay algunas personas que lo ven mal, y por eso lo castigarán, lo que los mantendrá un tiempo separados. Le pide que tenga paciencia, que solucionará lo imposible para volver a estar con ella, y que por favor no lo olvide jamás. La abraza entre lágrimas e intenta grabar su cara en cada neurona de su cerebro. Seguidamente, abre la puerta.
Cinco policías, armados y protegidos hasta los dientes, invaden su casa, uno coge a la niña en brazos, los otros tumban a Raúl contra el suelo, le colocan las esposas.
-¡Papi! ¡Papi! ¡Llévame contigo papi!
Raúl llora en silencio, la voz de su hijita le perfora las entrañas, es tanto dolor el que siente que casi prefiere morir. Lo arrastran hasta el coche policial. Desde la ventanilla trasera observa a su hija llorar desconsoladamente,  mientras su madre se asegura que está entera. ¡Gilipollas! ¿Qué daño le voy a hacer a mi hija? La niña se desprende de los brazos de su madre y corre hacia su padre arrestado. Golpea la ventana con sus manitas impotentes y grita que no se vaya. Raúl se obliga a mirar hacia el otro lado, es todo tan cruel que apenas puede soportarlo.

Denunciado por secuestro, por incumplimiento de la orden de alejamiento, por desacato a la autoridad y por mil cosas más que a su ex mujer se le ocurrió, le caen 10 años de cárcel. Entrada en prisión inmediata.

Y entre los barrotes, algunas noches en las que el sueño decide visitarlo, despierta sobresaltado y empapado en sudor, los gritos incesantes de su hija lo martirizan y lo devuelven a la miserable realidad.