Teresa era una mujer de las de antes, de las que siempre tenía un roto pa un descosio. Con Teresa cerca nunca te ibas a quedar sin comer, porque ella siempre invitaba a su mesa a todo aquel que quisiese sentarse, dónde comen 11 caben 15 la escuché decir una vez. Y allí iba ella, con su olla de lentejas o habichuelas a servirte como si fueras uno más de la familia, y no te quitaba ojo hasta que no viese el plato rebañao.
Teresa se había criado en una familia pobre, como tantas de la postguerra, con numerosos hermanos, y habiendo nacido mujer, ella no pudo conocer otra vida que la de servir a los demás, sin pensar nunca en sus propias necesidades, o en su felicidad. Ella decía que era feliz viendo a los suyos felices, todos la creían.
De los recuerdos de su infancia contaba poco, por no decir nada, quizá porque no tuvo una niñez bonita, imaginad en aquellos años, acabados de salir de una guerra civil, todo es gris, miseria, hambre, muerte e incertidumbre. Ir al colegio era un privilegio para gente de bien, la mayor parte de la población estaba sentenciada a ser ignorante. Así creció la pobre, sin saber de escritura, sin pisar un colegio. Menos mal que Teresa de tonta no tenía un pelo. Una vez termina la guerra, la dictadura. A Teresa le inculcan unos valores tan cerrados y retrógrados, que aunque ella en su interior guardase la mayor fuerza y valor, el mundo que le tocaba descubrir se lo pondría bastante difícil. Teresa es privada de decidir su destino, de pensar por sí misma. Sin embargo, con tan solo 7 años, ya sabe planchar, cocinar, limpiar, tejer, cuidar de sus hermanos, ir a hacer la compra...es una auténtica ama de casa. Tampoco se cuestiona la obediencia sumisa al género masculino. A Teresa nadie le ha dicho con palabras claras que los hombres están por encima de las mujeres, ella ya lo sobreentiende, lo acata, porque no conoce otra manera de vivir. Teresa sabe que lo que un hombre dice, va a misa.
Pero Teresa también sabe, aunque esto no lo diga, que un hombre sin una mujer...no llega a ninguna parte.
Mucho no tuvo que pensar sobre su destino, lo tenían apalabrado con la humanidad de esos años, lo esencial era encontrar marido lo antes posible y procrear, ya esta, ahí acababan sus sueños, sus metas, sus preocupaciones.
Ay...Teresa...
Su boda nunca la describió, qué iba a describir la mujer, si lo más seguro es que fuese deprisa, corriendo, con los tres invitados de turno, y un tentempié en casa de algún familiar cercano. Las bodas de antes...fotografías, si existe alguna, mala y oscura. Lo que no dudo es que Teresa estaría radiante, hermosa, pero porque ella expulsaba lindura por cada poro de su piel. Sus rasgos eran tan bonitos, que incluso llegando a la edad madura, te quedabas admirando su belleza. De tez morena, ojos grandes y negros, labios carnosos, piel radiante...una pedazo de mujer de las que ya hoy no vas a encontrar, por lo menos al natural.
Comienza su vida de casada. Eran tan pobres que ¡Ni casa propia tenían! Lo normal en aquellos tiempos, te casabas y te ibas a vivir con tus padres o con tus suegros, hasta que tu marido, que era el que tenía que trabajar, encontrarse un curro digno con el que poder mantener a una familia.
Ni tiempo había tenido de asimilar su casamiento cuando llega el primer embarazo. Y luego otro. Y otro. Y otro. Y otro.
Pero la vida había cambiado.
La dictadura quedaba tan atrás que hasta provocaba risas. Hay que ver. Una cosa que creó tantos lamentos, sufrimientos y dolor, ahora, te hacía reír. El mundo no hay quien lo entienda, se le podía escuchar a Teresa por lo bajini. Y no le faltaba razón a la mujer.
Teresa se adaptaba a todos los tiempos. Si ella había nacido en una postguerra y tocaba comer patatas y cebollas todos los días, pues ella era la primera que se ponía a pelar papas. Si luego en la dictadura tenía que hacer malabares para criar a cinco hijos y un marido, con un sueldo mísero, ella se ofrecía para lo que hiciese falta con tal de que sus hijos no pasasen hambre, y siempre con una sonrisa, con alegría, con ganas. Teresa disfrutaba de la vida, en cualquier situación.
Ay...Teresa...
Y menos mal que no fue una de esa mujeres que tuvieron que sufrir el maltrato de su maridos, como la mayoría de las mujeres que la rodeaban. Teresa no tuvo el marido perfecto, pero tampoco al más ruin. Una buena persona, pero con sus cosas de hombres...decía. Nunca sabremos si su matrimonio era amor verdadero, o como la mayoría de la época, que te arrejuntabas con el primo de...con el hermano de... y los casamientos quedaban en un círculo cerrado sin ninguna variedad, sin ninguna oportunidad para poder describir el amor. Lo que había...era lo que había, y si no te gustaba...pues ajo y agua. Peor era quedarse soltera y entera, o soltera y en cinta. Entonces tu propio entorno te discriminaba, te hacía el vacío, porque deshonrabas a la familia, al concepto familiar que imponía la dictadura. Entonces, no eras digna de nada...
Pero Teresa se mantuvo al lado de su esposo hasta que descansó en paz, y fue ella la que cuidó de él hasta sus últimos días. Tuvo que llorar muchas noches en silencio, aunque estos datos son pura suposición, porque Teresa era dura como una piedra, y para ella derramar lágrimas en público, era un símbolo de debilidad, y ella podía ser muchas cosas, pero no débil.
Teresa se tragaba la amargura, las penas, los pesares, los engullía sin masticar para que doliesen menos, y si se te ocurría preguntarle, anda que no tardaba poco en quitarte esas tonterías de la cabeza con un ¿Yo? Yo estoy divinamente Y a ver quién era el valiente que se atreviese a rebatirle. Si Teresa dice que todo esta bien, es porque todo esta bien. No obstante, su hombro siempre estaba a disposición de cualquiera que lo necesitase para ahogar sus penas.
Teresa no era cariñosa, pero poseía un alto nivel de empatía. Ella entendía el sufrimiento de todos, y lo entendía de tal forma, que lo hacía suyo. ¡Cuantas personas iban a buscar refugio a los brazos de Teresa!
Ella se sentaba, cruzaba los brazos bajo el pecho y te miraba fijamente, tú hablabas y hablabas, desahogándote, exponiendo tu dolor, y cuando terminabas y la mirabas, sin decir nada, ya te sentías bien. Solo su presencia hacía que te sintieses bien. Los problemas, cuando se los contabas a Teresa, como que dejaban de tener importancia. Nadie sabe cómo lo hacía, pero todos confirman lo mismo. Era como si absorbiese toda la negatividad y sufrimiento que te rondasen, los hiciese una pelota, y la tirase por el váter ¡Qué problemas!
Ay...Teresa...
Estuvo siempre claro quien llevaba los pantalones en casa. De puerta para fuera, Teresa se cernía a la vida que le habían impuesto, nunca la ibas a escuchar quejarse de nada, pero cuando acudías a su casa, una sola mirada de Teresa era capaz de parar al propio viento y volverlo brisa suave ¡Ni las moscas emitían su zumbido para molestar! De puertas para dentro, Teresa, era dirigente, organizada y estricta. La mano...larga. Pero es que la mujer tampoco conoció otra forma de educación. Con sus nietos ya fue otra época, ya era otra Teresa.
A sus hijas las crio fuertes, duras, para que aprendiesen a soportar lo peor de la vida. Les enseñó a valerse por sí mismas, les inculcó los valores que le arrebataron, y aunque las adoctrinó con el mismo pensamiento retrógrada de ser mujeres de sus casas, también las ayudó a volar cuando más lo necesitaban. Ella ofreció a sus hijas las alas que le cortaron al nacer. Porque Teresa, a pesar de no haber pisado un colegio en su vida, era perfectamente consciente de que los tiempos estaban cambiando, y de que lo que a ella le había tocado vivir, sus hijas, no tendrían que repetirlo.
Con los varones...fue distinta. Es irremediable tratar de convencer a una persona, que durante toda su vida ha crecido pensando que los hombres son superiores a las mujeres, que ahora las mujeres también podían hacer lo mismo que los hombres, o los hombres, lo mismo que las mujeres. Ese concepto ella lo aceptaba, pero la cara que ponía...reflejaba otro pensamiento. Y los niños crecieron diferentes a las niñas, sin obligaciones, sin disciplina, con sobreprotección.
Pero Teresa lo hizo lo mejor que pudo, nadie la enseñó a enseñar a los demás.
Sus nietos le proporcionaron una felicidad enorme, sobre todo, porque cada uno era tan diferente del otro, que a ella le divertía tratar a cada uno como debía. Tuvo cuatro nietos, tres hembras y un varón, como siempre los definía ella, y a cada uno supo darles su lugar, supo diferenciar la importancia de unos valores para unos, y la intensidad para otros.
A sus nietos siempre se les llena la boca de orgullo cada vez que recuerdan a su abuela, de hecho, tras tantos años desde que los dejó, todavía, al recordarla, les tiembla la voz, y tienen que hacer unos esfuerzos enormes para aplacar ese nudo en la garganta que delata que las lágrimas brotarán en breve. La abuela había sido tan importante en sus vidas, que se les hizo muy duro seguir sin ella, sin el cobijo de sus brazos y consejos, sin su fuerza. Teresa era la matriarca de una familia que tenían como refugio su misma sombra, bajo ella, nada malo podía ocurrir, y si ocurría, Teresa con sus poderes de abuela, lo solucionaba todo antes de que el problema te rozase.
Ay...Teresa...
Siempre sabía lo que había qué hacer en cualquier situación. Actuaba con tanta seguridad que no te daba tiempo a analizar si sus actos estaban bien o equivocados. Teresa cogía la sartén por el mango, y al que se le ocurriese invadir su espacio, hacer daño a uno de los suyos o intentar controlar sus decisiones, se llevaba un buen sartenazo. Era una persona segura de sí misma, bondadosa y valiente, quizá la mujer más valiente que he conocido en mi vida. Teresa no le tenía miedo a nada, ni si quiera a la muerte, como demostró con su enfermedad.
Teresa tuvo un final triste y muy doloroso. Le diagnosticaron cáncer, avanzado, cuando los médicos se dieron cuenta, ya era tarde para actuar. Sin embargo, ella lo tomó como otro suceso más en la vida con el que le tocaría lidiar, aunque sabía que esta vez, no lo ganaría. Se mantuvo tan fuerte en todo el proceso, que las personas que se la encontraban eventualmente, ni si quiera notaban todo lo malo que recorría su cuerpo, y siempre la miraban con buenos ojos ¡Estas estupenda Teresa! ¡El tiempo pasa y ni te roza Teresa! Ojalá hubiese sido así...que el tiempo no la hubiese tocado, y Teresa siguiese entre nosotros. La gente la admiraba, la quería muchísimo, por eso nadie pensó que se iría tan pronto, que ella podría vencer hasta lo invencible, pero no, Teresa no era invencible, ni una superheroína, Teresa era una persona normal, como tú y como yo, con una fuerza devastadora, pero...contra el cáncer...hasta las personas tan fuertes como Teresa, pueden perder la partida.
Ella no quiso que su familia sufriese como el cáncer tenía intenciones de ejercer su mandato, y aunque la pobre tuvo que sufrir unos dolores insoportables, y una angustia interna que nadie conoció en realidad, a todos seguía tratando de igual forma, dándoles su espacio, el cariño que necesitaba a su manera, y si el simple hecho de poner una sonrisa en su rostro le provocaba un dolor atroz en su interior, no le importaba, ya cargaría ella con el sufrimiento si podía evitarlo para que sus seres queridos soportasen menos la carga.
La desmejora que provoca un cáncer en el físico de una persona...provoca un miedo, que a veces, somos incapaces de solventar, de digerir, y ella lo sabía, sabía que cuando la miraban, todos pensaban lo mismo. Puto cáncer. Pero Teresa no se rendía, y seguía ofreciendo su sonrisa, su amor y su fuerza a los que la rodeaban.
Ay...Teresa...
Cuando se marchó, dejó un vacío inmenso. La vida era de otro color, o quizá se quedó sin colores. Cada uno la lloró como supo, cada cual la recuerda como sabe, pero todos, la echan de menos.
Ella no se marchó en valde, Teresa dejó su fuerza, su saber estar, su energía, su valor, sobre todo su valor, porque sabía que en el mundo hace falta valor para afrontar la vida, y que la gente es cobarde. Ella se encargó de que los que la rodeaban, sus seres más cercanos y queridos, heredaran ese gran valor que ella poseía, esa fuerza invencible y devastadora como un huracán, y prometió cuidar de cada uno de los suyos estuviese dónde estuviese. Teresa dividió su alma en cientos de fragmentos, e hizo que cada uno de ellos eligiese un corazón, de un ser querido, para vivir en él, para acompañar los caminos más empedrados y defectuosos. Si conociste a Teresa, seguro que la sientes junto a tu corazón, o al respirar, o navegando por tus venas.
A veces Teresa susurra al oído, o te roza sin que apenas lo notes. Pero ella esta a tu lado, siempre estuvo a tu lado.
Ay...Teresa...
Podría contar tanto de ella... anécdotas, muchas anécdotas, de esas que te partes de risa, porque Teresa, era mucha Teresa, y mira que pasó por mucho la mujer, pero las risas fueron su mejor compañera, y hay tantas historias sobre ella que te hacen reír, que me encantaría contarlas, una por una. Quizá algún día lo haga, por ti Teresa, quizá algún día escriba la historia de tu vida, o las historias de tu vida, mejor dicho...porque te faltaron muchas cosas, pero nunca tus ganas de vivir, nunca te faltaron agallas para seguir, fuese como fuese. Todas la vidas merecen ser contadas, pero la tuya, Teresa, la que más.
Para que no se olviden de ti, aunque eso ya sabemos que es imposible. Nadie puede olvidarse de Teresa si la conoció alguna vez.
Pues entonces, para los que no pudieron conocerte. Entonces, contaremos tu vida para los que no tuvieron la suerte de sentir tu energía y bondad.
Ay...Teresa...eras mucha Teresa para este mundo.