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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

23.2.21

Tú Puedes

El despertador intenta persuadir sus sueños, la luz que se cuela entre los recovecos de las persianas, besa sus párpados aún cerrados, y su subconsciente se aparta, dejando al consciente un primer plano para agarrar las riendas de un nuevo día. Mas su cuerpo se niega a responder, es como si sus músculos manifestasen una huelga inentendible, como si su sistema nervioso tuviese pulsado el botón de pause, como si su estado físico no fuese más que un cuadro abstracto, está ahí pero no existe.
Suspira mientras se incorpora, se obliga a abandonar la cama, a la que mira de soslayo, sintiéndose querida por una almohada que guarda sus lágrimas nocturnas. El único pensamiento que ocupa su mente, es volver a este lugar al caer la noche, el único lugar donde se siente bien, arropada por las sábanas de su pesar y acomodada sobre el colchón de su tristeza.
Posada bajo la alcachofa de la ducha, espera que el agua fría se vuelva tibia. Cierra los ojos y deja que el chorro recorra su cuerpo, aunque apenas siente nada. Se pasaría horas, días, meses ahí, donde nadie pueda encontrarla, donde se siente ajena, sumergida en su propio cuento de hadas. Pierde la noción del tiempo, se deja embriagar por el sonido del agua que choca contra su cara, e intenta que la comisura de sus labios dibuje una sonrisa, la primera en semanas, sin embargo, sus labios se contraen y casi se puede oír el choque de las gotas en su piel.

Frente al espejo, desenreda su pelo pausadamente, como si tuviese todo el tiempo del mundo entre sus dedos. Evita mirarse a los ojos, pues el mismo dolor que brota de su mirada le hace daño. Se viste cautelosa, como si esperase que algo le impidiese seguir. Sentada en la tapa del retrete para calzarse los zapatos, queda quieta, fijando su mirada en la nada, absorta en sus pensamientos en blanco, distraída del presente, escondida de la realidad. Suspira una vez más y es su aliento quien controla sus manos para atar los cordones, cual títere inexperto.

Percibe a su reflejo desde el otro lado del espejo, quien la acusa de cobarde, quien la juzga sin motivos, quien menea la cabeza en señal de decepción. No se va, permanece a la espera de encontrar su mirada, y ella...ella siente que no puede más. Finalmente acaba cediendo en su postura, y se mira directamente a los ojos. El llanto brota sin recursos y embadurna su rostro con la melancolía, que hace días, anida en su corazón. A solas consigo misma, sin escuchar los susurros del reloj de su muñeca, no puede evitar sentirse sola, apartada de todo lo que la hacía feliz, dichosa. Se siente un cero a la izquierda, una mota de polvo en un viejo baúl de un trastero, una huella en el mar. Siente que no encaja en ningún lugar, que sobra en todas partes, que ya no es necesaria para nadie, que el valor de su persona equivale a papel quemado, a nada. Y siente que en poco tiempo ni sentir le quedará, se volverá fría, cual estatua de mármol blanco.
Quiere pedir ayuda, pero no sabe cómo, pues la veces que lo intenta nadie la toma en serio, normal, siempre se la ha visto tan fuerte y decidida, que resulta impensable que alguien se percate de su malestar.
Cada uno con su vida, con sus problemas, y nadie la observa, nadie la mira detalladamente para analizar su interior, que se va consumiendo como un cirio sujetado por un penitente en la noche del nazareno, consumiendo como la madera en una hoguera de la noche de san juan, consumiendo como los polos por el calentamiento global. Lento e inevitable.

Palpa el espejo para reencontrarse con su reflejo, y por un momento imagina que la mano del otro lado no es la suya, sino una mano perteneciente a la persona que viene a salvarla. Es su imaginación la que produce estragos de amargor, privando de fantasías dulces a su cabeza perdida en la oscuridad. Y es cuando advierte que no hay nadie al otro lado, que sigue estando sola, ella y su reflejo demacrado. Suspira nuevamente, ésta vez con más fuerza. Arranca un trozo de papel y seca sus lágrimas. Moja su cara para limpiar y deshacerse de su cara oculta, esa que no puede mostrar a nadie, esa que solo ella conoce, esa cara oculta que refleja a su verdadera alma perturbada, necesitada. 
Pinta sus ojos de negro, perfila sus labios para contrastar las tonalidades grisáceas de su piel, y maquilla sus pómulos para resaltar la vida en sus mejillas. Se coloca la máscara, esa que guarda cada vez que llega a casa, y se convierte en la persona hipócrita que engaña a los individuos que la rodean. Para terminar su rutina, como todas las mañanas desde que se siente así, se repite en voz alta: Tú puedes
Aunque ella mejor que nadie, sabe que no puede, que no puede más.