Libertad de expresión

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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

15.5.20

RELATO: Notas musicales en un pentagrama censurado

Se cruzaron por casualidad, sus ojos se encontraron como si llevaran toda la vida buscándose. En una fracción de segundo, comprendieron la dificultad de sus vidas, no les hizo falta intercambiar palabras, ni tampoco un contacto físico, les había bastado con el fugaz encuentro de miradas. Siguieron su camino, evitando girar la cabeza para encontrarse de nuevo en el silencio, los ojos chivatos estaban por todos lados, y la precaución lideraba una biografía a expensas de ser escrita.
Labios sellados de impotencia frenaban la liberación de sus emociones, y en el interior, incrementaba una ilusión desprovista de agallas. El régimen marcaba el amor, direccionando los caminos en una sola senda, extinguiendo a las ovejas descarriadas. Vivían con la injusta comodidad de priorizar lo antinatural a la verdadera esencia del afecto, marginando a las diversas perspectivas y educando a las mentes con una única visión del cariño. El mundo no estaba preparado para la libertad, en cambio, sus corazones habían nacido libres.

Los nervios se iban acumulando en su estómago como canicas en los bolsillos de un niño que acaba de ganar una partida. Sin saber exactamente cómo, habían conseguido fijar una fecha para verse por primera vez, el tiempo apremiaba y el miedo se evaporaba como el agua hervida. En sus mentes solo reinaba el deseo de encontrarse cara a cara, la dictadura quedaba lejana, como si perteneciera a otro tiempo y no al que les había tocado vivir. Soltera a su edad, ¡Qué vergüenza para la familia! Según dictaminaban sus padres, pero a ella no le importaba lo suficiente, si realmente estaba enferma, moriría sin cura.
Con cautela, salió del domicilio mientras su familia dormía, a tan altas horas de la noche correría menos riesgo, un sacrificio efímero para una gran recompensa. Las calles simulaban un ambiente acogedor, la ciudad dormitaba dando lugar a las almas libres que negaban ser subyugadas por el látigo falangista, y ella estaba dispuesta a luchar por la felicidad, aunque le arrancara la vida.
Escondida tras el contenedor, divisaba toda la calle, no tardaría mucho en aparecer, si hubiese conseguido salir de su casa, o suponiendo una cúspide de mala suerte, los grises hubiesen detenido el encuentro.
A lo lejos, casi como un fantasma, una silueta se acercaba con pasos precavidos, dirigiéndose hasta el punto de quedada. A cada paso de la misteriosa silueta, el corazón luchaba por salir del pecho, ansiando la libertad de amar tanto como ella aspiraba a volar entre sus dudas. Era el momento, se escabulló de su escondite y protegiendo su retaguardia, se encaminó hacia su cita.

Era más hermosa a lo que recordaba. Ambas se miraron fijamente, sin esconder sus deseos, envueltas en una tímida pasión. Las palabras decidieron fugarse para darles intimidad, y los besos agarraron las riendas del ardor. Sus labios encajaron como las piezas de un puzzle, como la arena y el mar, como la lluvia dentro de las nubes, como se esculpe una figura en un mismo mármol.
La piel se erizaba con cada tacto prohibido, alineando las notas musicales de un pentagrama censurado, aportando melodía a una canción desconocida. El espíritu abandonó su cuerpo para elevarse a lo que llamaban limbo, donde las normas y reglas eran pisoteadas por el mismo dictador.
La discreción las observaba bajo el manto de la prudencia, ardiendo junto a ellas los papeles de la incoherencia, sumidas en un trance confuso, se dejaban guiar por sus instintos, y sentían a los corazones bailar a la luz de la luna, mientras las estrellas cantaban sin voz.

El sonido estrepitoso de un tubo de escape mal montado, hizo que se despegaran como el velcro, y aunque el cuerpo físico ya añoraba el calor de su sangre, seguían conectadas por las ánimas de sus sombras. El traqueteo del coche inoportuno cesó en seco. Unos zapatos curiosos asomaban por la esquina, importunando a la tranquilidad y sentenciando a la armonía. Las dos enamoradas supieron que hacer en un instante, pues aunque desconocían los métodos para no ser vistas, el subconsciente las guiaba como el río a los peces. Su amante ocultó su presencia tras unos cartones, y ella, valiente como nunca antes se había sentido, salió al encuentro del inconveniente conductor.
El señor, robusto y con cara despavorida, chocó con ella. Sorprendido al ver a una mujer sola a esas horas de la noche, intentó mantener una conversación, quizá por aburrimiento, quizá con otras intenciones menos amigables.
Ella siguió la charla lo más amablemente que le permitían los nervios, su intención era alejarlo de allí, si en algún momento le infundía la sospecha de estar haciendo algo indebido, estarían perdidas.
El desconocido, quien guardaba en su lado oscuro unos pensamientos inapropiados hacia ella, no tardó en percatarse que la muchacha algo ocultaba. Más viejo y espabilado que las dos rebeldes, se las amañó para esquivar a la que tanta insistencia tenía en sacarlo de allí, y llegar hasta el escondite de su cómplice.
Quizá, si hubiesen actuado con normalidad falsificando tener una amistad y nada más allá, el individuo hubiese seguido su camino sin distracción de otros pensares. Pero la actitud nerviosa de las dos, hizo estallar la alarma de las cosas prohibidas en esa cabezota ruda, e inmediatamente las señaló con el dedo, acusando de terroristas, pecadoras, furcias y no se que palabras más..en todo caso, absurdas todas.
En un acto de desesperación por zafarse de su enemigo, lo empujaron, pero antes de que pudiesen salir corriendo, el agredido comenzó a gritar "¡Policía, policía! ¡Socorro!" 
Cada una escogió una dirección, como si lo tuviesen planeado, ni si quiera se despidieron, albergando la esperanza de volver a encontrarse algún día. Las sirenas se escuchaban cerca, en breves momentos las encontrarían. Una se ocultó bajo un coche, la otra corría sin mirar atrás. Pero el destino parecía estar dirigido también por el dictador, y ambas fueron encontradas y apresadas.
Pasados unos días, dos disparos adornaron a la noche callada.
Unos se creyeron vencedores de una guerra inexistente, aclamando una victoria vergonzosa a los ojos de la vida. Ellas, que solo habían podido amarse aquella noche, se sintieron invencibles, y realmente lo eran, pues arrancándoles la vida con un fusil, les habían otorgado una nueva oportunidad para amarse en la eternidad, exenta de leyes injustas, de normas absurdas, de pensamientos conservadores, de dictadura opresora.

Sus cuerpos yacían sobre el fango sepultador, acariciados por el frío de la muerte, arropados por la soledad ignorante, y allí permanecerían años, ocultas bajo la incomprensión humana.

Abandonaron sus vidas para convertirse en amor, quedando la historia marcada por la valentía y fuerza de dos almas que prefirieron morir enamoradas, que vivir condicionadas.