Libertad de expresión

Datos personales

Mi foto
Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

14.3.25

RELATO: Un día cualquiera

 


No estaba segura si había sido buena idea ir a por el hielo los dos juntos. Ella se hacía la distraída, haciendo bromas estúpidas sobre el trabajo, cuando realmente lo que quería evitar a toda costa era mirarlo a los ojos, entonces, estaría perdida. No podía ser. No debía de ocurrir. Tenía pareja, aunque las cosas no iban muy bien últimamente, pero, seguía siendo su pareja. Y con un compañero de trabajo...sabía que en un futuro le crearía problemas. Sin embargo allí estaban, junto a la máquina del hielo, en pleno bullicio. 

Él se interpuso entre ella y la máquina de hielo, con esa sonrisa picarona que tanto la hacía enrojecer, y buscaba su mirada, pero ella, tímida e inestable como todos los días, no dejaba de decir pamplinas por la boca, esa boca que él estaba deseando besar. Intentó de manera sutil acariciarle las manos, que sujetaban la cubitera, mas bien, que agarraban con fuerza la cubitera, como aferrándose a un escudo, un bloque que impidiese que él se acercara más. No sería un obstáculo, no ese día.

Un impulso hubiese bastado, un rápido movimiento que le impidiese pensar en el acto, bastaba con eso, pero no sería un juego limpio, él no quería robarle un beso, él quería besarla. Besarla de verdad, y cuanto más difícil lo ponía ella, más intenso y deseado sería el beso.

Sus pensamientos se llenaron de negatividad, no podía...no debía...que irresponsabilidad por su parte...en el lugar de trabajo...qué ocurriría si los pillaban...esos pensamientos negativos que te invaden el cerebro en un momento crítico, que te impiden pensar con claridad, que sabes que aparecen porque son los correctos, pero...no los deseados. No lo miraba, se mantenía a salvo de aquellos ojos. No obstante, sabía que él lo deseaba tanto como ella y que el momento era tan idóneo como otro cualquiera, sabía que por mucho que su mente la indujese a comportarse como es debido, ella acabaría dejándose llevar. 

Y en un despiste se encontraron sus miradas. Tarde. No había nada que hacer. Aquellos ojos verdes la habían atrapado, acorralado, la apresaban. De pronto, fue como si el mundo se parara, dejaron de existir los ruidos de vasos al fondo, el griterío de la gente pidiendo bebidas, ese ambiente revoltoso del que venían había desaparecido, solo estaban sus ojos verdes. El corazón comenzó a latirle más rápido, las piernas le temblaban, su cuerpo...su cuerpo ya no le pertenecía a ella, si no a sus ojos, a su mirada. La boca seca, nerviosa, tartamuda. El cuerpo entumecido, la mente pausada, esperando, deseando no poder reaccionar. Ya no había nada que hacer. Aquellos barrotes verdes la habían capturado y ella...ella guardó la llave del candado para que nadie fuese capaz de sacarla de allí.

Él la agarró por la cintura, la acercó a su rostro, la miraba fijamente casi sin pestañear, envolviéndola en el éxtasis de lo prohibido. Sentía su aliento cálido, su respiración entrecortada, la voz de su conciencia susurrando bésame y justo en ese instante, durante los mismos segundos, más allá de las cajas de refrescos, tras el muro, atravesando los cimientos más duros, una pareja salía por la puerta de una iglesia, acababan de prometerse amor eterno. 

Al otro lado de la pared se encontraban los recién casados. ¿Cómo se habría levando ella esa mañana? ¿Nerviosa? ¿Dubitativa? ¿Feliz? Parecía cómoda al menos, y hermosa, muy hermosa, la novia más hermosa de todos los tiempos. El traje no lo había elegido ella, no la llegaba a convencer del todo, pero la mirada de felicidad de su hermana y las tímidas lágrimas que resbalaron por su mejilla, la hicieron decidirse al fin. Por mamá, le dijo, y no pudo negarse. Miraba a su reciente marido, como si su esposo supiese en todo momento qué hacer. La gente les aplaudía, los vitoreaban, y ella solo veía caras sonrientes por todos lados. ¡Vivan los novios! ¡Viva! Repetían una y otra vez, lo normal en las bodas, pero los ojos de ella buscaban una mirada que no estaba, que ya nunca estaría. Miró al cielo. Sonrió. Nadie sabe lo que pensaba en ese mismo instante, cuando una lluvia de arroz la cubrió entera. Apretó con fuerza la mano de su esposo, ya nunca más se sentiría sola, ya nunca más la abandonarían.

Al fondo, apartado de la aglomeración, un hombre de unos cincuenta años, mantenía el puño cerrado, con tanta fuerza que sentía como los granitos de arroz casi le perforaban la palma de la mano, pero se negaba a tirarlos sobre la feliz pareja, no, él no participaría en aquel ultraje. Buscó a su mujer, luego recordó que no la encontraría, hacía meses que lo habían dejado. Metió su mano en el bolsillo y allí depositó los granos de arroz. Miró a un lado donde un grupo de chicas no cesaban de hacerse fotos con sus vestidos coloridos y sus peinados extravagantes, sus risas le molestaban, su felicidad le molestaban, aquella boda le molestaba. Miró a lo lejos, un bar. Hay un bar. El pensamiento de una cerveza fría lo embriagó. Se sentó en la barra a rebosar de gente.

-Dígame qué le pongo caballero

-Un ron con coca cola

-¿Qué pasa con ese hielo? ¡Viene o no viene!

El mejor beso que le habían dado en la vida, pensó ella, tampoco tenía mucho con lo que comparar...pero ya lo sabía, sin duda el mejor beso de su vida. Dulce, intenso, cálido, ardiente. El mejor beso porque era suyo, porque estaban allí, en aquel momento, cuando nadie los miraba, cuando nadie los molestaba, cuando cientos de personas celebraban una boda a la que ellos eran totalmente ajenos, obtuvo ella su mejor beso. Y lo recordaría siempre. Recordaría el olor del almacén, húmedo, sucio, desordenado. Recordaría el incesante traqueteo de los hielos al caer en la máquina, el tintineo de los vasos en la barra, el ¡Viva los novios! que no se dirigía a ellos. Recordaría al estómago revuelto, la incertidumbre de qué pasaría después, qué ocurriría ahora con su vida. Recordaría la intensidad de los barrotes verdes, el tacto de sus manos, la humedad de su boca. Pensaría en aquel momento incesantemente, como un bucle, lo grabaría segundo a segundo, como diapositivas. Y cuando fuera anciana se lo contaría a sus nietos, les describiría el mejor beso de su vida.

La voz desesperada del compañero pidiendo el hielo los hizo despegarse de un salto. Habían olvidado que estaban trabajando. Volvieron a cruzarse sus miradas, se frenaron, se entendieron, un beso, un solo beso, y se habían entendido. Ella volvió a sujetar la cubitera que cayó al suelo cuando se perdió en el beso. La llenó de hielo. Se colocó el mandil, respiró hondo y volvió a salir para servir a la multitud que los esperaba ansiosos por saciar su sed de alcohol. Él la seguía, pensativo, decidido. Y fue cuando supo que la seguiría por el resto de sus días.

Los amantes coloreaban sus mejillas al mínimo roce mientras no cesaban el trabajo, cubata por aquí, tapita por allí, friega, recoge, cuatro cervezas más. Y el beso aún seguía en su paladar.

Tras la barra, con el cubata a medio terminar, él pensaba sin hablar con nadie, no parecía estar allí. No debería estar allí. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, lúgubre, insoportable ni para él mismo, solo los granos de arroz en su bolsillo se atrevían a rozarlo. 

Entraban los novios por la puerta del bar ¡Una cerveza fresquita para el novio! gritó alguien ¡Un vinito para la novia! anunció otro. Pero la novia no necesitaba vino, no necesitaba nada de beber, ni de comer, ella necesitaba otra cosa, algo que nadie le podría dar. Su marido la cogió en brazos y gritó cuanto la amaba, lo gritó al cielo y no a la gente, lo gritó al cielo mientras se lo susurraba a ella con la mirada. 

Y así transcurría un día cualquiera, en un lugar cualquiera, en un momento cualquiera, y con gente cualquiera...porque todos tenemos una vida, pero no todos la vivimos igual.


3 comentarios:

  1. Así de cierto es. Hay tantas formas de vivir como gente.:)

    ResponderEliminar
  2. Una historia, unas vidas
    En este mundo que nos rodea estamos inmersos en mil historias, cada una parecida, pero diferente.
    Es la magia del ser humano, la diversidad de puntos de parecer intentando convivir bajo el mismo cielo.
    Un besazo y muy feliz fin de semana.

    ResponderEliminar
  3. Una historia, unas vidas
    En este mundo que nos rodea estamos inmersos en mil historias, cada una parecida, pero diferente.
    Es la magia del ser humano, la diversidad de puntos de parecer intentando convivir bajo el mismo cielo.
    Un besazo y muy feliz fin de semana.

    ResponderEliminar