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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

7.5.20

RELATO: Sonrisas De Contrabando(Segunda Parte)

Clara entraba en su casa, ansiosa por leer la nota que le acababan de pasar, cerró con llave, bajó las persianas hasta obtener una claridad tenue. Desdobló el papel con finura "Sonrisas de Contrabando. C/Manantial Nº3. 02 horas" 
Así funcionaba. El interesado/a se ponía en contacto con Clara mediante una nota, ésta informaba a Luz a través de un lenguaje de signos escritos que ambas habían construído y que solo ellas conocían, y Luz era la encargada de visitar el domicilio y efectuar el contrabando. A cambio de los servicios prestados solo pedían discreción y silencio, nada de dinero u ofrendas materiales. Las hermanas no practicaban el contrabando de sonrisas con un fin económico, mas bien moral. El papel, una vez comunicada la información, debían destruirlo.

Las dos menos cuarto de la madrugada, un silencio aterrador inundaba las calles oscuras, Luz, con paso parsimonioso, se dirigía a la casa del interesado. Golpeó la puerta con los nudillos, con la suavidad suficiente para que los golpes fueran oídos. Al otro lado la esperaba un hombre de mediana edad, la invitó a pasar. Como regía el procedimiento, debían encaminarse al baño, una vez dentro, el hombre, excusándose torpemente, le advirtió que volvería en seguida, cerrando la puerta tras de sí y dejándola sola. Luz no estaba nerviosa, ya no, las primeras veces quedaban muy atrás, había adquirido una experiencia deslumbrante y cada vez resultaba más sencillo hacer reir a la gente.
Cuando regresó el hombre, parecía ajetreado, intranquilo, Luz intentó calmarlo explicándole que era más sencillo y rápido de lo que parecía. Abrió los grifos y comenzó a dar instrucciones.
La puerta se abrió fuertemente haciendo que los dos saltaran del susto. Luz quedó paralizada, inmóvil ante aquella imagen. De pronto, el interesado la señaló con el dedo, huyendo después de la escena. Los dos hombres armados que habían irrumpido la estancia se abalanzaron sobre ella, tirándola al suelo bruscamente. Luz gritaba pidiendo ayuda, intentando deshacerse de las garras que la tenían presa, hasta que uno de ellos la golpeó dejándola inconsciente en el suelo.










Despertó en una habitación sin ventanas, con paredes de cemento y olor a humedad. Tumbada, podía escuchar voces al otro lado, voces graves que soltaban palabras inentendibles para ella. Su cabeza recibía pinchazos esporádicos, insoportables, que la hacían gemir de dolor. Un cerrojo abriéndose la hizo intentar incorporarse, siendo vanas sus intenciones. Sus ojos estaban casi cerrados por la hinchazón, su vista era turbia y confusa, y el simple hecho de pestañear, le arañaba el cerebro.
Ya no estaba sola, una sombra corpulenta la rodeaba. La obsequió con un punta pie y ella respondió con un quejido, acto seguido la cogió en un puñado y la arrastró hasta la pared, quedando sentada de mala manera.
Tras un interrogatorio cruel, en el cual Luz no soltó más que sollozos y lágrimas, averiguó que le habían tendido una trampa. Sin saber cómo, el Gobierno se había enterado del contrabando y para poder cazarla debían cogerla con las manos en la masa, de ahí el interesado, un pobre hombre al que amenazaron con matarlo si no colaboraba.
Pregunta sin respuesta..paliza, pregunta sin respuesta..paliza, hasta que la sombra corpulenta se cansó.
Tirada como una mísera porquería, cubierta de sangre y moratones, apenas sin poder respirar, solo podía pensar en su hermana. Quizá ella hubiese conseguido escapar, quizá el Gobierno solo tenía conocimiento de ella pensando que trabajaba sola, quizá Clara tendría una segunda oportunidad...
Días, semanas o incluso meses, Luz perdió la noción del tiempo, la tuvieron encerrada en esa habitación, sin ver la claridad del sol, sin darle ninguna explicación, sin informarla de su destino, comidas a base de pan podrido y arroz con gusanos, agua marrón que parecía haber salido de los charcos de la calle. Olvidada completamente.

Un señor vestido con traje y chaqueta azules, la visitó en su último día. Apareció con un extenso papel en las manos, estirado, con voz de pito y un bigotillo ridículo que se movía cada vez que articulaba palabra, leyó hasta la última letra, luego, se marchó sin más. "...ejecución inmediata para la acusada.." Fue lo que entendió Luz a la perfección.












Clara se mantenía escondida. Una voz amiga la había advertido de la detención de su hermana y sabía que no tardarían en ir a por ella. La culpa la devoraba, no quería ni imaginar lo que le estarían haciendo a su pobre hermana, si aún seguía con vida. Todo aquello..las notas, las risas, el contrabando..todo había sido un error estúpido. ¿Cómo iba a cambiar la sociedad? ¿En qué estarían pensando? ¿Y para qué tanto esfuerzo? Por unos instantes experimentando la felicidad, las risas a carcajadas, la libertad..
Había huído de su casa, instalándose en unas ruinas a las afueras de la ciudad, echa pedazos y apenas sin paredes. No deseaba involucrar a nadie más. ¡Ojalá la hubiesen pillado a ella y no a su hermana!
Se abastecía de insectos y algún que otro conejo que encontraba en las trampas de los cazadores, pero apenas ingería alimento y se debilitaba por días.
Una noche, apesadumbrada por la culpa incesante, se aventuró en los campos en busca de una salida a su sufrimiento, y la encontró.
Ató la cuerda a uno de los árboles que la rodeaban, escaló como pudo a la rama más próxima, se relió la soga al cuello y saltó sin pensarlo. Semanas más tarde encontraron su cuerpo colgante y sin vida. No la bajaron, la impotencia de no haberle adjudicado el castigo que merecía, llevó al Gobierno a la cruel decisión de dejarla allí, recordando y recalcando a cada ciudadano que todo aquel que se atreviese a corromper las normas, tendría un destino similar.
A Luz le quedaban horas de vida, sabía que en el momento menos esperado acabarían con ella. Iban a finalizar su vida simplemente por reir, por enfocar sus pensamiento desde otra perspectiva, por hacer a las personas libres de unas normas estúpidas, iban a matarla porque no eran mejores que ella. 
Luz sonrió, podrían quitarle la vida pero no la libertad.
Nuevamente la puerta del cuartucho donde estaba encerrada se abrió, entraron cinco hombres, cuatro de ellos trajeados, el quinto con un mono negro y un hacha en la mano. Los cuatro enchaquetados se colocaron en una de las paredes, un gesto de asentimiento al verdugo y éste procedió con su labor.
Aposentó la cabeza de Luz en una pequeña banqueta y levantó el hacha. Justo en el momento de la ejecución, Luz comenzó a reir a carcajadas, cada vez más fuertes, trepidantes, incontrolables, sonoras e imparables, rebotaban de una pared a otra, rebozando la habitación de una alegría insuperable. El verdugo bajó el hacha atónito a lo que presenciaban sus oídos, con la mirada exigió indicaciones a sus superiores, que taponaban sus oídos y gritaban para silenciar a Luz, pero ella no cesaba, nunca se había sentido con tanto poder, ni tan libre.
Moriría, sí, pero feliz hasta el último momento. 
El Gobierno tenía el poder, un poder conseguido a base de infundir miedo, de privatizar los sentimientos, de fuerza y extorsión, pero jamás podrían borrar el pasado, y ella, Luz, había conseguido cambiar la historia, había inculcado alegría, amor y esperanza quedando grabado en las mentes para la posteridad. Ella seguiría viva en el recuerdo y eso la hacía reír.
El verdugo dejó caer el hacha sobre el cuello de Luz, en un instante, su risa calló. 

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