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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

7.4.20

EL ÚLTIMO AMANECER


Abro los ojos lentamente, los párpados me pesan como si cargaran piedras. Desorientada, miro el reloj de mi muñeca, apenas he dormido dos horas, el cuerpo me cruje al estirarme, tengo los músculos tan cansados y consumidos que apenas siento el dolor.
La habitación, cubierta por una penumbra tranquilizadora, se contagia del silencio de la madrugada, aún quedan unos minutos para que salga el sol, si me apresuro, llegare a tiempo para ver el amanecer junto a ella.
El ruido de una silla al moverse me hace percatarme de que no estoy sola, entre unas sombras traslúcidas reconozco la silueta de Nati, está limpiando sigilosamente, supongo que para no despertarme. A pesar de estar forrada por su bata de limpieza, su gorro higiénico, sus guantes azules y su mascarilla de colores, su figura es inconfundible. Carraspeo para que advierta mi desvelo. Nati se gira, me mira, e intenta excusarse por haberme molestado. Con una voz ronca, de recién levantada, le digo que no se preocupe, ella no ha sido la causa de mi desvelo. Ambas sabemos que es complicado dormir más de dos horas con la situación que estamos viviendo.
Manteniendo la distancia de seguridad, le pido que se tome un descanso y vaya por café, su trabajo se prolonga casi tanto como el mío, el Covid 19 trajo la abolición de las jerarquías, todos somos necesarios en igualdad de condiciones, aquí han llegado a ser imprescindibles tanto las limpiadoras como los médicos. Aparta hacia un lado su carrito de limpieza y abandona la habitación.
Con gestos mecánicos, aprendidos por mi cerebro de tantas repeticiones durante estos días, me lavo las manos, me pongo los guantes y la mascarilla, que ya forman parte de mi cuerpo. Despacio, me acerco a la ventana y miro el horizonte, quizá en busca de una presencia divina que venga a traerme buenas noticias, quizá escrutando una salida hacia otra realidad. No consigo ver ninguna de las dos, solo la desesperación del fracaso, la impotencia de luchar contra algo superior a la raza humana. Dirijo la mirada hacia la puerta trasera del hospital, y una vez más el alma se me rompe al ver como dos de mis compañeros, salen con dos camillas cubiertas con sábanas blancas. Dos nuevas bajas en tan solo tres horas, el corazón se me encoge al pensar en esas dos pobres víctimas, en sus familiares, en la rabia que anida en mi interior por no poder hacer más. Descansen en paz.
Me tomo el café en un sorbo para intentar activar el cuerpo magullado por el imparable trabajo. Me despido de Nati que mira absorta un punto en la nada, sus horas de trabajo son infinitas.
Me dirijo hacia su habitación, ya estará despierta, raras veces duerme. Por el camino, me paro con todos los pacientes que desgraciadamente no tienen habitación. Son tantos. Desde hace unos días hemos tenido que situarlos por los pasillos, intentando proporcionarles una mayor intimidad, pero tanto ellos como yo, sabemos que esa palabra ha dejado de tener significado en este hospital. Les mido la fiebre, los acomodo, les doy un poco de conversación, los calmo, intento que este infierno se les haga ameno. Mi sonrisa se ha vuelto perenne en mi rostro, eso hace que se sientan más seguros.
Efectivamente, Candelaria está despierta, me estaba esperando. Sin decirnos ni una palabra, las dos esperamos el nuevo amanecer como cada mañana. Mi mano agarra a la suya pero sin poder tocarla, el tacto está censurado por los guantes. Siento su respiración costosa, sigo sin estar de acuerdo en que cediera su respirador, “Los niños lo necesitan más que yo” me dijo tajante.
Candelaria es una mujer de 92 años, no tiene hijos y apenas le queda familia. Perdió a su marido en la guerra civil y no quiso volver a casarse. Nada más conocerla, me engatusó con su cariño y dulzura. Tengo muchos pacientes, pero ella me hace creer que saldremos de esta, me inculca la esperanza, me educa con su fuerza y no deja que la rendición cale en mis huesos.
Ingresó con Coronavirus hará unas dos semanas, y desde entonces nos hemos vuelto inseparables. Habla poco, cada vez tiene menos fuerza y su respiración se condiciona por minutos, pero veo en sus ojos todo lo que necesito saber. Candelaria, una mujer tan vivida, tan luchadora, que haya sido capaz de vencer a una guerra, a una dictadura, a la muerte de su esposo, que haya pasado hambre y desolación, ahora se vea desamparada y desprotegida por este maldito virus que le arrebata el jersey de la vida, tirando poco a poco de un hilo suelto. Y yo, siendo doctora, no puedo hacer nada.
Es hora de llamar a casa. Llevo cuatro días sin ver a mis hijos, el único consuelo es poder hablar con ellos por teléfono. Le digo a Candelaria que ahora vuelvo.
Para quitarle importancia al asunto y no asustarlos, bastante tienen ya con estar encerrados, busco un lugar donde estar sola y así quitarme la mascarilla, para que puedan ver bien la enorme sonrisa que su mamá les regala. Soy breve, no porque no los eche de menos, si no por el dolor que me causa no poder estar junto a ellos. Siempre me despido cuando empiezo a notar ese nudillo en la garganta que te advierte la llegada del llanto. Tranquilos mis niños, todo saldrá bien, pronto estaremos juntos.
Regreso junto a Candelaria, en menos de media hora comienza mi turno y quiero pasar ese tiempo con ella. Candelaria tiene los ojos cerrados, estará descansando, pienso, susurro su nombre para no asustarla, pero Candelaria no me oye, alzo un poco más la voz y la zarandeo levemente.
Dejo de engañarme y abrazo la cruda realidad.
Apareció el sol para dejar marchar a Candelaria, y queda impregnado en mi recuerdo nuestro último amanecer, descansa en paz querida amiga que yo seguiré luchando.


2 comentarios:

  1. La cruda realidad que nos está tocando vivir. Lo teníamos todo....te fijas???nuestras casas...la familia...y la despensa llena. Y con eso...yo era feliz!!!Sabia que tenía suerte, a pesar de no poder viajar y no tener un chalet, a pesar de no tener un Rolex ni un Audi...yo era feliz. Este virus vino a quedarse entre nosotros y ahora...se nos hace difícil comprender...nunca pensamos en esto como un peligro...un virus amargarnos la vida???no hombre, si se hacen vacunas en un volao para todos!!!!y ahora vemos que no....y que las cosas no son como pensábamos...y que todo el mu do se equivoca..y que siempre existen depredadores que viven y se forran de las desgracias y...., y.....nuestro mundo se derrumbó y vemos muchas cosas que no queremos ver ni asimilar. Pero de esta también saldremos...pero espero que algo...aprendamos por dios!!!!!

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    1. Otra cosa en común amiga..yo era feliz, austera de bienes materiales y sin un duro, pero feliz porque tenía lo más valioso..Mi libertad!! Si me arrebatan eso..no me queda nada.
      Saldremos gracias al compromiso del pueblo, porque los que manejan todo el cotarro poca están haciendo.
      No estoy tan segura de que la humanidad aprenda, después de todo el ser humano es el animal que tropieza dos veces con la misma piedra, triste y estúpido, pero real. ¡Un besazo y ánimo, que ya nos queda poco!

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