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Todos los seres viven unos instantes de éxtasis que señalan el momento culminante de su vida, el instante supremo de la existencia; y el éxtasis brota en la plenitud de la existencia pero con completo olvido de la existencia misma. "LA LLAMADA DE LA SELVA" JACK LONDON

4.10.25

RELATO: A escondidas



Las noches comienzan a ser fresquitas, y aunque el día ha estado estupendo para ir a la playa, ahora, justo cuando el sol me había dado las buenas noches, agradezco haber cogido una sudadera, aunque en realidad sé perfectamente que mi cuerpo no tiembla por el frío, si no por las ganas de verte.
Sentada en uno de los dos bancos que comprenden la superficie donde te espero, me resulta extraño pensar en la cantidad de años que han transcurrido desde la última vez que quedamos aquí, tú no habías cumplido ni los 20, y yo, me consideraba mujer madura sin haber llegado a los 30 ¿Tanto tiempo ha pasado? El estar de nuevo aquí, en el silencio de la noche, con las copas de los árboles como alfombras, que siguiéndolas hasta su fin, me llevan al mar en calma que tantas veces fue testigo de nuestros encuentros. Todo parece seguir igual, excepto alguna pintadilla de los más rebeldes de la actualidad, porque en nuestros años, los rebeldes fuimos nosotros, todo sigue siendo igual. La paz que envuelve el ambiente, los aromas a pino y mar, el cielo estrellado, y esa sensación de estar flotando en una especie de paraíso improvisado, nuestro pedacito de paraíso, como solíamos llamarlo cuando no queríamos que otras personas conociesen nuestro lugar de encuentro. Es extraño que con tantas veces que nos vimos en este lugar, nunca fuimos interrumpidos, cuando el bunquer era conocido por todo el pueblo. Quizá lo hicimos nuestro de verdad y jamás lo supimos. Lo llamábamos por su nombre real solo cuando estábamos solos, nuestro bunquer, me susurrabas después de cada beso, mientras me apartabas el flequillo de los ojos ¿Cuántas horas no habremos dedicado a mirar el mar desde aquí? Lo contemplábamos en silencio, casi siempre bajo un manto de estrellas, los bancos no eran muy cómodos, pero tú hacías que yo estuviese cómoda. Te sentabas apoyando la espalda en el lateral del banco, justo en este, en el que estoy ahora, no sé cómo eras capaz de soportar el hierro que se te clava en medio de la columna vertebral tantas horas; mantenías una pierna doblada por la rodilla subida al banco, y la otra, en el suelo, y me invitabas a sentarme justo en medio, donde me rodeabas con tus brazos y me olías el pelo, y entonces, mientras el mar nos cantaba su canción favorita, fue cuando bautizaste nuestro bunquer como nuestro pedacito de paraíso, si me concentro, aún puedo escuchar mis carcajadas de niña enamorada.
Dicen que cuando estás enamorado de verdad, y estás con esa persona, el tiempo se detiene, para que el amor fluya sin prisa y pueda consolidarse en ambos corazones para toda la eternidad. En mi corazón sigue existiendo ese amor hacia a ti, después de tantos años, y aquí, respirando los aromas del recuerdo, casi puedo palparlo.
Algunas voces, que supongo que van de recogida tras un paseo más largo de lo habitual, pasan por debajo del bunquer, y como ha ocurrido siempre, ni si quiera saben que estoy aquí, esperándote. Algunas cosas nunca cambian.
Estoy nerviosa, hace tanto que no nos vemos, que intento imaginarte ahora, siendo hombre ¿Qué le diría el hombre al chiquillo que me esperaba aquí cada noche? Yo intento buscar a la muchacha inocente que esperaba ansiosa a su cita secreta, y la veo aparecer como un reflejo fugaz, pero no quiere oírme, viene y va, como el mar de fondo, pero no se queda, lástima, tengo tanto que contarle... Ella vaga cerca de mí, puedo sentirla, pero no se acerca, sin embargo, entre la tímida negrura de la sombra que provoca la luna en los pinos, observo cómo me mira atónita, impaciente, y cuando deshago mis ojos de su presencia, puedo escuchar con nitidez sus palabras, esas palabras que me han perseguido desde la última vez que nos vimos, y que una vez tras otra, he intentado callar. Debiste seguir esperando...
Me levanto del banco y me dirijo hacia la barandilla, no dejo de admirar las estupendas vistas, es un paisaje tan hermoso... Cuando es de día, observarlo es maravilloso, el contraste de colores siempre te aporta diferentes sensaciones. Primero el intenso verde de las copas de los pinos que envuelven la superficie más cercana, dando la sensación de estar flotando en la mismísima esperanza, luego, seguidamente, la blanquecina arena, que sin tocarla, sabes que es tan suave como el pelaje de un gatito; y por último, la paleta azul, con tonalidades tan diferentes del color que confunden los sentidos, a veces azul intenso, oscuro, como si el mar estuviese enfurecido, como si su profundidad no tuviese límites; otras, celeste, tan vivo, alocado, impaciente, que más que un mar parece un chiquillo hiperactivo; y la modalidad que más me gusta porque me recuerda a ti, el azul transparente con ramajos verdes, que me ofrece el fondo del mar a través de sus olas, pero que desde la distancia, desde dónde me encuentro ahora, dibuja en su superficie motitas verdes, desordenadas, dispersas sin ningún tipo de serie, como si se hubiese derramado la botella que contiene la buena ventura.
Ahora, a la oscuridad de la noche recién nacida, los colores son menos intensos, pero las vistas... insuperables. Los pinos se vuelven de color verde oscuro, la arena resalta en su blancura, contrastando en medio, como si supiese que ella es la separación de dos mundos muy distintos, como tú y yo, tú eres el verde del pinar, yo, el azul del mar. Y cuando es noche de luna llena... no parece que te encuentras en el mismo lugar, viajas a saber dónde, cualquier escondrijo que reserva la tierra para ti, para deleitar a tus emociones, a tus sueños. Definitivamente, sí, no pudiste escoger mejor nombre. Nuestro pedacito de paraíso...

¿Recuerdas la primera vez que nos vimos aquí? No era nuestro primer encuentro ¡Pero cuanto nos costó encontrar un lugar tan íntimo y con tanta belleza! ¡No nos lo creíamos! Ese día, como casi siempre, llegaste tarde a las clases jejeje, el profesor estaba tan acostumbrado a tu impuntualidad, que tenía cogida la hora exacta de tu "puntualidad". Yo me sentaba en la parte de atrás ¿Recuerdas? Y siempre que llegabas, lo más discreto posible, me guiñabas un ojo. Pero aquel día, la emoción de contarme que ya tenías el sitio idóneo para nuestros encuentros, te hizo acercarte a mi mesa, sin importarte lo que pudiesen pensar los demás, y me dijiste ¡Lo tengo! y corriste a tu mesa jajaja ¡Que mirada me echó mi compañera! Y qué nerviosismo se ancló en mi estómago ¿Qué lugar sería? Pensé, y la otra, que no quitaba sus ojos de mí, esperaba una explicación que jamás le di. Cuando conseguimos despistar al resto en la hora del desayuno, me lo dijiste emocionado, pero yo, la que más temía ser descubierta en nuestros encuentros, no te demostré la misma emoción. Te puse mil pegas, que no me parecía seguro, que si estaba muy a la vista, que todo el mundo conocía el sitio... pero tú insistías que era el mejor lugar del mundo, que estaba construido para nosotros, que ese espacio no existiría si no estuviese destinado para ambos ¡Cuanta palabrería utilizaste para convencerme! ¿Recuerdas? Y al final, uno de tus besos terminó por persuadirme en un sí, eso, y la extrema confianza que me daban tus ojos negros ¡Probemos! te dije entonces, y nunca volvimos a vernos en otro lugar que no fuese éste.
Era como si al llegar, ambos, nos hiciésemos invisibles, nos desprendíamos de nuestra verdadera identidad, éramos las mismas almas con otros cuerpos, irreconocibles bajo la luz de las estrellas, imperceptibles para los ojos de los demás, desapercibidos para el resto del mundo, o eso sentíamos.
Construíamos nuestro futuro en un sueño a diseño, algún día recordaremos estos momentos como algo muy lejano, decías, contaremos a nuestros nietos cómo intercambiábamos amor bajo la luna, relatabas entusiasmado, ¡Los traeremos y seguiremos reviviendo los recuerdos! gritabas, e inmediatamente yo, entre risas y contagiada por tu alegría y sueños, te tapaba la boca dulcemente y te atraía a mis brazos, y decía ¡Ojalá! 

Con lo valiente que siempre fui, aun sigo sin entender porque no lo era cuando se trataba de nosotros. Recuerdo llegar a casa, después de uno de nuestros encuentros, y estar pensando en la próxima excusa para volver a verte ¡Qué tonta! Con lo sencillo que hubiese sido decir las cosas tal y como las sentía, haberme dejado llevar por los impulsos del corazón ¡Cuánto dolor y sufrimiento me hubiese ahorrado en los años posteriores! Sobre todo... cuánto daño te hubiese quitado a ti. Pero era tan joven e inexperta, tenía tanto miedo cuando se trataba de estar contigo, que entiendo que la clandestinidad era mi bote salvavidas en ese barco podrido y nauseabundo que me arrastraba hasta la isla de las mentiras y la decepción. A veces, para consolarme, o perdonarme, pienso que quizá no fuese el momento correcto, y que las cosas tuvieron que pasar de esta manera, quizá para madurar yo, quizá para enseñarte a ti. 
Al principio las excusas eran meditadas y preparadas ¿Recuerdas que me ayudabas a pensarlas para que no tuviesen error de credibilidad? Luego, todo importaba una mierda, incluso, a veces, deseaba que se enterase para que me dejase vivir en paz. Pero tú sentías miedo de que pudiese hacerme daño, y me decías que no te perdonarías que él pudiese hacerme algo, porque entonces, lo matarías. ¡Cuánto me gustaba esa protección que siempre me brindabas! Ponías cara seria, te enfurecías con tal solo pasar el pensamiento por tu mente, pero casi nunca me mirabas a los ojos cuando pronunciabas esas palabras, no porque mintieses, todo lo contrario, porque sabías que si aquellas palabras las pronunciabas buscando mi mirada, se harían realidad. 
Aquello no sería duradero, los dos lo sabíamos con certeza, él se acabaría enterando y todo nuestro mundo se desestabilizaría, en cierto modo, era lo que deseábamos, lo único que evitábamos era sufrir, sin ser conscientes que el sufrimiento más profundo era el aplazar poder estar juntos.
En más de una ocasión me confesaste que no soportabas más el pensar que mi cuerpo rozase el suyo, ni que mi almohada fuese compartida, que te quemaba el alma, me decías con los ojos brillantes, aguantando las lágrimas de tu desconsuelo. Pero la situación era tan complicada... y tenía tanto miedo... menos mal que siempre sabías comprenderme, y ante todo lo demás, mi seguridad era lo que más te importaba. Preferías sufrir y llorar en silencio, que pensar que el mínimo roce, acabaría conmigo ¡Cuánto he echado de menos esa protección durante todos estos años! ¡Nadie jamás me ha querido y protegido como tú! Una pena que me esté dando cuenta hoy, y no años atrás.

Comprábamos un par de litros, a cada encuentro le tocaba a uno de los dos, pero la hierba, la hierba siempre corría de tu parte jejeje ¡Ay, qué juventud! Y aquí, por encima del mundo, disfrutábamos del tiempo más espléndido que una pareja de enamorados pueda vivir. 
Me encantaba todo de ti, cuando te miraba al trasluz de la luna, con esos reflejos plateados bañando tu silueta, sabía que eras el hombre de mi vida, y deseaba con todo mi ser, que ésa noche, jamás se acabase. En más de una ocasión, pensé, que si en ese preciso instante, el mundo desapareciese, no me importaría, porque habría vivido contigo la extinción de la humanidad, y nuestras almas podrían viajar juntas, sin excusas, hacia donde estuviesen destinadas. Pero estos pensamientos nunca los compartía contigo, por miedo a que me tacharas de cursi jeje, aunque tú fueses el ser más romántico que sobre pisase la tierra. Me pillabas mirándote alelada, y con esa media sonrisa que tanto te caracterizaba, me decías ¡Te tengo enamoradita perdia! Y si me cogías bebiendo, echaba todo el liquido que tenía en la boca en ese momento y lo ponía todo perdido... y era entonces cuando tu sentido del humor terminaba por enamorarme del todo, porque siempre soltabas el típico comentario sexual que me ruborizaba hasta las pestañas ¡Qué felicidad me aportabas! ¡Eras único! Hasta ahora, aquí, mientras sigo esperándote, no me había dado cuenta de lo verdaderamente feliz que me hiciste en cada momento, ni en lo importante que eras para mí. 
¡Estúpida, estúpida, estúpida! Debiste seguir esperando...

Al día siguiente, después de cada quedada, nos resultaba muy complicado no buscarnos con la mirada, ansiábamos siempre el uno del otro, y buscábamos cualquier tontería para poder rozarnos, el prestarnos un bolígrafo (Sin sentido ninguno ya que trabajábamos con ordenadores) un clínex, una duda que no era duda, cerrar la ventana...todo valía, cualquier cosa era perfecta para poder rozarnos, para que nuestra piel sintiese el descanso de tantas horas sin tocarse. Cuando no podíamos porque había demasiada gente, nos conformábamos con las miradas. Tantas miradas nos intercambiamos, que incluso, llegamos a pensar que habíamos conectado mentalmente y que el diálogo verbal ya no era necesario entre nosotros, que éramos capaces de comunicarnos a través de nuestras mentes, de hecho, en más de una ocasión, nos asustamos por estar pensando lo mismo y al mismo tiempo, la gente se descolocaba cuando, cada uno en una punta de la clase, nos destornillábamos de la risa, y nadie sabía que nos reíamos de lo mismo, solos tú y yo. Así debimos de quedarnos siempre, solos tú y yo.
¿Y cuando me dejabas notitas pegadas en mi silla? Con aquel idioma extraño que fuimos inventando al paso, por si alguien cogía la notita antes que yo, para que no descifrase el mensaje. Las siglas TVB perdurarán siempre.

¡Cuántas veces hicimos el amor bajo este mismo manto de estrellas que me acompañan ahora! A la intemperie, con el frío del invierno, con el calor de la primavera. Miro el suelo de madera y trato de imaginarme una vez más, temblorosa por sentirte dentro de mí, por ser pillados, por perderte... ¡Qué pensará la gente si supiese que fui yo la que finalmente te echó de mi vida! Las tablas de madera me juzgan ahora, se ríen de mí, me insultan. No les guardo rencor, tienen razón. Ellas, que tanto vivieron junto a nosotros, son las únicas con derecho a juzgarme, ellas... y tú, porque ni yo misma soy capaz de perdonarme el haberte dicho adiós.

El encuentro de hoy es diferente. Aunque sigue siendo a escondidas. Un secreto. Pero, desgraciadamente, ni somos jóvenes, ni venimos para disfrutar del amor. Hoy volvemos a encontrarnos para despedirnos para siempre. El último adiós, de verdad.
Sigo asomada a la barandilla, dejándome los ojos en la oscuridad para buscar tu silueta dirigiéndose hasta aquí. Aun no te veo, estarás teniendo problemas para salir de casa, pero sé con certeza que vendrás, aunque sea con tres horas de retraso, y esta vez, esperaré. Esta vez no me iré hasta que no te tenga frente a mi y pueda abrazarte por última vez.
El frescor de la noche me hace tiritar de vez en cuando, me pongo el gorro de la sudadera, y sonrío sin querer, porque vuelven a mis recuerdos tus días de encapuchado feliz. Siempre ibas con el gorro de la sudadera puesto en nuestros encuentros, para que sea más difícil reconocerme, decías, hasta que me lo pegaste a mi, y entonces comenzamos a ser los encapuchados del bunquer. 
No puedo evitar vernos en cada esquina que me rodea ahora mismo ¡Cuántos recuerdos! Incluso he recordado momentos que pensaba que había olvidado, o conversaciones, ha sido pisar este lugar, y atolondrarse mi mente con tantos recuerdos. Parece que fue ayer...pero no, hace mucho más tiempo.
De repente me ha entrado pánico, no sé cómo reaccionaremos al volvernos a ver, tengo miedo ¿Volverá a surgir esa electricidad que sufrían nuestros cuerpos al encontrarse? ¿Se reconocerán nuestras almas? ¿Sentiremos el pasado como un sentimiento del presente? Lo único que sé, es que tengo muchas ganas de verte, de abrazarte, de olerte, de tenerte.

Cuando conseguimos afrontar nuestros miedos y pudimos dar el paso para estar juntos, recordábamos entre risas nuestros encuentros clandestinos, y siempre me decías, me parece mentira que hoy seas mía. Que palabras más bellas. Al fin habíamos conseguido ser el uno para el otro, y pensamos que la vida nos mantendría unidos para siempre. Una pena que nos equivocásemos. Hemos hablado en numerosas ocasiones de lo que sucedió, y ambos nos hemos perdonado, más tú a mí, porque yo a ti...poco tenía que perdonarte. Me alegró que pudiésemos llevar una relación de amistad, que al menos, al encontrarnos por la calle, no nos negásemos el saludo, me demostraste tanto...una pedazo de lección de vida me diste, y ahí fue cuando pude conocer, con total plenitud, lo extremadamente buena persona que eras, y que como tú, jamás encontraría a nadie en la vida. Pero desgraciadamente, nuestro tiempo había pasado, intentamos ser pareja y no pudo ser, muy triste, recordando tantos buenos momentos como vivimos, una pena muy grande, sobre todo por mi parte, ojalá en su momento hubiese sabido apreciar cuanto tenía conmigo y lo inmensamente valioso que eras. No supe verlo, ni apreciarlo, y cuando quise darme cuenta...ya era demasiado tarde. Al menos lo tengo como amigo, pensé para consolarme. El tiempo y la distancia hizo que el destino no nos volviese a juntar físicamente, aunque gracias a las redes sociales, siempre mantuvimos el contacto, y de eso, también tengo que estar agradecida, pues no me perdonaría nunca el no haberme podido despedir de ti.
No me veo capaz de decirte todo esto ahora cuando te vea, quizá por vergüenza, o quizá por miedo a tu reacción, por nada del mundo quisiera ofenderte. Creo que no hará falta decirte nada, serás capaz de leerlo en mis ojos.
De nuestra relación poco tengo que decir, que me hiciste muy feliz durante ese período, y que todavía, hoy, aunque tenga mi vida hecha y estoy bien y feliz, te sigo recordando como el hombre de mi vida, el único que me amó de verdad, el único que nunca me hizo daño, que me quiso con la más sincera pureza, creías en mí, me valorabas como nunca nadie lo ha hecho, me apreciabas, y me amabas con cada partícula de tu ser, y eso...solo ocurre una vez en la vida, si es que ocurre, y yo...lo dejé escapar. ¿Pero sabes qué? Que pienso que cada cosa ocurre por alguna razón, y que si no cuajó, fue porque no tenía que cuajar, quizá debía seguir aprendiendo de la vida, y tú lo hacías todo demasiado fácil, cuando a mí...siempre me gustó complicarme sin necesidad, lo difícil me fascina. 

Hace unos meses soñé contigo. Un sueño muy extraño. Me hizo pensar de nuevo en ti, y te hablé, simplemente por saber cómo te iba la vida. Había visto algunas fotos, y me alegraba verte tan feliz. Habías conseguido el trabajo de tus sueños, cambiado de coche, tenías una pareja preciosa y todo parecía estar bien. Sonreí. Te mereces todo lo mejor, nunca te deseé lo contrario.
Que tristeza cuando hablamos y me diste la noticia...todavía me es imposible quitarme el amargor en la garganta ¡Cuántas lágrimas he derramado desde entonces! ¡Cuánta presión en el pecho por la impotencia de no poder ayudarte! ¡Cuánto dolor en mi corazón! El mismo corazón que te quiso tanto...
No puedo evitar derramar lágrimas cada vez que pienso en ti, es tan injusta la vida amigo...¿Y por qué tú? ¿Y por qué a ti? Que estupidez ¿No? Hacerse ese tipo de preguntas, cuando ambos sabemos que nadie tiene culpa, y mucho menos las respuestas que buscamos. 
Tengo cáncer, dijiste, y el silencio sepultó mi razón. No podía ser cierto. No, aquello debía de ser un error. Tú no.
Tú no.

Te veo de lejos. No has cambiado nada entre las sombras. Sigues siendo el mismo chiquillo nervioso que anda hacia mí, mirando de vez en cuando hacia atrás, para asegurarte de que no te sigue nadie. Y de repente, parece que el tiempo no ha pasado, que el ahora no existe, que hemos viajado al pasado, que tú vuelves a tener los 20, y que yo, esta vez, sigo esperándote.

5.9.25

RELATO: Ay...Teresa!



Teresa era una mujer de las de antes, de las que siempre tenía un roto pa un descosio. Con Teresa cerca nunca te ibas a quedar sin comer, porque ella siempre invitaba a su mesa a todo aquel que quisiese sentarse, dónde comen 11 caben 15 la escuché decir una vez. Y allí iba ella, con su olla de lentejas o habichuelas a servirte como si fueras uno más de la familia, y no te quitaba ojo hasta que no viese el plato rebañao. 
Teresa se había criado en una familia pobre, como tantas de la postguerra, con numerosos hermanos, y habiendo nacido mujer, ella no pudo conocer otra vida que la de servir a los demás, sin pensar nunca en sus propias necesidades, o en su felicidad. Ella decía que era feliz viendo a los suyos felices, todos la creían. 
De los recuerdos de su infancia contaba poco, por no decir nada, quizá porque no tuvo una niñez bonita, imaginad en aquellos años, acabados de salir de una guerra civil, todo es gris, miseria, hambre, muerte e incertidumbre. Ir al colegio era un privilegio para gente de bien, la mayor parte de la población estaba sentenciada a ser ignorante. Así creció la pobre, sin saber de escritura, sin pisar un colegio. Menos mal que Teresa de tonta no tenía un pelo. Una vez termina la guerra, la dictadura. A Teresa le inculcan unos valores tan cerrados y retrógrados, que aunque ella en su interior guardase la mayor fuerza y valor, el mundo que le tocaba descubrir se lo pondría bastante difícil. Teresa es privada de decidir su destino, de pensar por sí misma. Sin embargo, con tan solo 7 años, ya sabe planchar, cocinar, limpiar, tejer, cuidar de sus hermanos, ir a hacer la compra...es una auténtica ama de casa. Tampoco se cuestiona la obediencia sumisa al género masculino. A Teresa nadie le ha dicho con palabras claras que los hombres están por encima de las mujeres, ella ya lo sobreentiende, lo acata, porque no conoce otra manera de vivir. Teresa sabe que lo que un hombre dice, va a misa. 
Pero Teresa también sabe, aunque esto no lo diga, que un hombre sin una mujer...no llega a ninguna parte.
Mucho no tuvo que pensar sobre su destino, lo tenían apalabrado con la humanidad de esos años, lo esencial era encontrar marido lo antes posible y procrear, ya esta, ahí acababan sus sueños, sus metas, sus preocupaciones.

Ay...Teresa...

Su boda nunca la describió, qué iba a describir la mujer, si lo más seguro es que fuese deprisa, corriendo, con los tres invitados de turno, y un tentempié en casa de algún familiar cercano. Las bodas de antes...fotografías, si existe alguna, mala y oscura. Lo que no dudo es que Teresa estaría radiante, hermosa, pero porque ella expulsaba lindura por cada poro de su piel. Sus rasgos eran tan bonitos, que incluso llegando a la edad madura, te quedabas admirando su belleza. De tez morena, ojos grandes y negros, labios carnosos, piel radiante...una pedazo de mujer de las que ya hoy no vas a encontrar, por lo menos al natural. 
Comienza su vida de casada. Eran tan pobres que ¡Ni casa propia tenían! Lo normal en aquellos tiempos, te casabas y te ibas a vivir con tus padres o con tus suegros, hasta que tu marido, que era el que tenía que trabajar, encontrarse un curro digno con el que poder mantener a una familia. 
Ni tiempo había tenido de asimilar su casamiento cuando llega el primer embarazo. Y luego otro. Y otro. Y otro. Y otro. 
Pero la vida había cambiado. 
La dictadura quedaba tan atrás que hasta provocaba risas. Hay que ver. Una cosa que creó tantos lamentos, sufrimientos y dolor, ahora, te hacía reír. El mundo no hay quien lo entienda, se le podía escuchar a Teresa por lo bajini. Y no le faltaba razón a la mujer.
Teresa se adaptaba a todos los tiempos. Si ella había nacido en una postguerra y tocaba comer patatas y cebollas todos los días, pues ella era la primera que se ponía a pelar papas. Si luego en la dictadura tenía que hacer malabares para criar a cinco hijos y un marido, con un sueldo mísero, ella se ofrecía para lo que hiciese falta con tal de que sus hijos no pasasen hambre, y siempre con una sonrisa, con alegría, con ganas. Teresa disfrutaba de la vida, en cualquier situación. 

Ay...Teresa...

Y menos mal que no fue una de esa mujeres que tuvieron que sufrir el maltrato de su maridos, como la mayoría de las mujeres que la rodeaban. Teresa no tuvo el marido perfecto, pero tampoco al más ruin. Una buena persona, pero con sus cosas de hombres...decía. Nunca sabremos si su matrimonio era amor verdadero, o como la mayoría de la época, que te arrejuntabas con el primo de...con el hermano de... y los casamientos quedaban en un círculo cerrado sin ninguna variedad, sin ninguna oportunidad para poder describir el amor. Lo que había...era lo que había, y si no te gustaba...pues ajo y agua. Peor era quedarse soltera y entera, o soltera y en cinta. Entonces tu propio entorno te discriminaba, te hacía el vacío, porque deshonrabas a la familia, al concepto familiar que imponía la dictadura. Entonces, no eras digna de nada...
Pero Teresa se mantuvo al lado de su esposo hasta que descansó en paz, y fue ella la que cuidó de él hasta sus últimos días. Tuvo que llorar muchas noches en silencio, aunque estos datos son pura suposición, porque Teresa era dura como una piedra, y para ella derramar lágrimas en público, era un símbolo de debilidad, y ella podía ser muchas cosas, pero no débil. 
Teresa se tragaba la amargura, las penas, los pesares, los engullía sin masticar para que doliesen menos, y si se te ocurría preguntarle, anda que no tardaba poco en quitarte esas tonterías de la cabeza con un ¿Yo? Yo estoy divinamente Y a ver quién era el valiente que se atreviese a rebatirle. Si Teresa dice que todo esta bien, es porque todo esta bien. No obstante, su hombro siempre estaba a disposición de cualquiera que lo necesitase para ahogar sus penas.
Teresa no era cariñosa, pero poseía un alto nivel de empatía. Ella entendía el sufrimiento de todos, y lo entendía de tal forma, que lo hacía suyo. ¡Cuantas personas iban a buscar refugio a los brazos de Teresa! 
Ella se sentaba, cruzaba los brazos bajo el pecho y te miraba fijamente, tú hablabas y hablabas, desahogándote, exponiendo tu dolor, y cuando terminabas y la mirabas, sin decir nada, ya te sentías bien. Solo su presencia hacía que te sintieses bien. Los problemas, cuando se los contabas a Teresa, como que dejaban de tener importancia. Nadie sabe cómo lo hacía, pero todos confirman lo mismo. Era como si absorbiese toda la negatividad y sufrimiento que te rondasen, los hiciese una pelota, y la tirase por el váter ¡Qué problemas!

Ay...Teresa...

Estuvo siempre claro quien llevaba los pantalones en casa. De puerta para fuera, Teresa se cernía a la vida que le habían impuesto, nunca la ibas a escuchar quejarse de nada, pero cuando acudías a su casa, una sola mirada de Teresa era capaz de parar al propio viento y volverlo brisa suave ¡Ni las moscas emitían su zumbido para molestar! De puertas para dentro, Teresa, era dirigente, organizada y estricta. La mano...larga. Pero es que la mujer tampoco conoció otra forma de educación. Con sus nietos ya fue otra época, ya era otra Teresa.
A sus hijas las crio fuertes, duras, para que aprendiesen a soportar lo peor de la vida. Les enseñó a valerse por sí mismas, les inculcó los valores que le arrebataron, y aunque las adoctrinó con el mismo pensamiento retrógrada de ser mujeres de sus casas, también las ayudó a volar cuando más lo necesitaban. Ella ofreció a sus hijas las alas que le cortaron al nacer. Porque Teresa, a pesar de no haber pisado un colegio en su vida, era perfectamente consciente de que los tiempos estaban cambiando, y de que lo que a ella le había tocado vivir, sus hijas, no tendrían que repetirlo. 
Con los varones...fue distinta. Es irremediable tratar de convencer a una persona, que durante toda su vida ha crecido pensando que los hombres son superiores a las mujeres, que ahora las mujeres también podían hacer lo mismo que los hombres, o los hombres, lo mismo que las mujeres. Ese concepto ella lo aceptaba, pero la cara que ponía...reflejaba otro pensamiento. Y los niños crecieron diferentes a las niñas, sin obligaciones, sin disciplina, con sobreprotección.
Pero Teresa lo hizo lo mejor que pudo, nadie la enseñó a enseñar a los demás. 
Sus nietos le proporcionaron una felicidad enorme, sobre todo, porque cada uno era tan diferente del otro, que a ella le divertía tratar a cada uno como debía. Tuvo cuatro nietos, tres hembras y un varón, como siempre los definía ella, y a cada uno supo darles su lugar, supo diferenciar la importancia de unos valores para unos, y la intensidad para otros. 
A sus nietos siempre se les llena la boca de orgullo cada vez que recuerdan a su abuela, de hecho, tras tantos años desde que los dejó, todavía, al recordarla, les tiembla la voz, y tienen que hacer unos esfuerzos enormes para aplacar ese nudo en la garganta que delata que las lágrimas brotarán en breve. La abuela había sido tan importante en sus vidas, que se les hizo muy duro seguir sin ella, sin el cobijo de sus brazos y consejos, sin su fuerza. Teresa era la matriarca de una familia que tenían como refugio su misma sombra, bajo ella, nada malo podía ocurrir, y si ocurría, Teresa con sus poderes de abuela, lo solucionaba todo antes de que el problema te rozase.

Ay...Teresa...

Siempre sabía lo que había qué hacer en cualquier situación. Actuaba con tanta seguridad que no te daba tiempo a analizar si sus actos estaban bien o equivocados. Teresa cogía la sartén por el mango, y al que se le ocurriese invadir su espacio, hacer daño a uno de los suyos o intentar controlar sus decisiones, se llevaba un buen sartenazo. Era una persona segura de sí misma, bondadosa y valiente, quizá la mujer más valiente que he conocido en mi vida. Teresa no le tenía miedo a nada, ni si quiera a la muerte, como demostró con su enfermedad.
Teresa tuvo un final triste y muy doloroso. Le diagnosticaron cáncer, avanzado, cuando los médicos se dieron cuenta, ya era tarde para actuar. Sin embargo, ella lo tomó como otro suceso más en la vida con el que le tocaría lidiar, aunque sabía que esta vez, no lo ganaría. Se mantuvo tan fuerte en todo el proceso, que las personas que se la encontraban eventualmente, ni si quiera notaban todo lo malo que recorría su cuerpo, y siempre la miraban con buenos ojos ¡Estas estupenda Teresa! ¡El tiempo pasa y ni te roza Teresa!  Ojalá hubiese sido así...que el tiempo no la hubiese tocado, y Teresa siguiese entre nosotros. La gente la admiraba, la quería muchísimo, por eso nadie pensó que se iría tan pronto, que ella podría vencer hasta lo invencible, pero no, Teresa no era invencible, ni una superheroína, Teresa era una persona normal, como tú y como yo, con una fuerza devastadora, pero...contra el cáncer...hasta las personas tan fuertes como Teresa, pueden perder la partida.
Ella no quiso que su familia sufriese como el cáncer tenía intenciones de ejercer su mandato, y aunque la pobre tuvo que sufrir unos dolores insoportables, y una angustia interna que nadie conoció en realidad, a todos seguía tratando de igual forma, dándoles su espacio, el cariño que necesitaba a su manera, y si el simple hecho de poner una sonrisa en su rostro le provocaba un dolor atroz en su interior, no le importaba, ya cargaría ella con el sufrimiento si podía evitarlo para que sus seres queridos soportasen menos la carga.
La desmejora que provoca un cáncer en el físico de una persona...provoca un miedo, que a veces, somos incapaces de solventar, de digerir, y ella lo sabía, sabía que cuando la miraban, todos pensaban lo mismo. Puto cáncer. Pero Teresa no se rendía, y seguía ofreciendo su sonrisa, su amor y su fuerza a los que la rodeaban.

Ay...Teresa...

Cuando se marchó, dejó un vacío inmenso. La vida era de otro color, o quizá se quedó sin colores. Cada uno la lloró como supo, cada cual la recuerda como sabe, pero todos, la echan de menos.
Ella no se marchó en valde, Teresa dejó su fuerza, su saber estar, su energía, su valor, sobre todo su valor, porque sabía que en el mundo hace falta valor para afrontar la vida, y que la gente es cobarde. Ella se encargó de que los que la rodeaban, sus seres más cercanos y queridos, heredaran ese gran valor que ella poseía, esa fuerza invencible y devastadora como un huracán, y prometió cuidar de cada uno de los suyos estuviese dónde estuviese. Teresa dividió su alma en cientos de fragmentos, e hizo que cada uno de ellos eligiese un corazón, de un ser querido, para vivir en él, para acompañar los caminos más empedrados y defectuosos. Si conociste a Teresa, seguro que la sientes junto a tu corazón, o al respirar, o navegando por tus venas.
A veces Teresa susurra al oído, o te roza sin que apenas lo notes. Pero ella esta a tu lado, siempre estuvo a tu lado.

Ay...Teresa...

Podría contar tanto de ella... anécdotas, muchas anécdotas, de esas que te partes de risa, porque Teresa, era mucha Teresa, y mira que pasó por mucho la mujer, pero las risas fueron su mejor compañera, y hay tantas historias sobre ella que te hacen reír, que me encantaría contarlas, una por una. Quizá algún día lo haga, por ti Teresa, quizá algún día escriba la historia de tu vida, o las historias de tu vida, mejor dicho...porque te faltaron muchas cosas, pero nunca tus ganas de vivir, nunca te faltaron agallas para seguir, fuese como fuese. Todas la vidas merecen ser contadas, pero la tuya, Teresa, la que más.
Para que no se olviden de ti, aunque eso ya sabemos que es imposible. Nadie puede olvidarse de Teresa si la conoció alguna vez.
Pues entonces, para los que no pudieron conocerte. Entonces, contaremos tu vida para los que no tuvieron la suerte de sentir tu energía y bondad.

Ay...Teresa...eras mucha Teresa para este mundo.

12.8.25

Solo encajo...Encajando golpes

Últimamente pequeños sucesos cotidianos o situaciones esporádicas, me crean pensamientos profundos sobre mi crecimiento personal. Es curioso, siempre he sido de pensar mucho las cosas, de darle infinitas vueltas a la cabeza a un mismo tema, no entrando en bucle, si no más bien enfocando el mismo tema desde diferentes ángulos. Pero últimamente, no sé si porque me he obligado a tomarme la vida con más calma, o me he adelantado a la crisis de los 40, intensifico con ahínco los detallitos que se suelen pasar por alto porque se dan por hecho. Suerte que tengo el blog y puedo expresarlo como me venga en gana. 

Quería contaros una anécdota que me ocurrió hace unos días. Resulta que estoy metida en KDP, por si no lo conocéis, es la plataforma que tiene Amazon para los autores independientes. En ella podemos subir nuestras novelas y ponerlas en venta, todo lo hace el escritor, es gratis, pero...cuesta un trabajo de la hostia. Total, como supongo que sabréis, tengo 5 libros publicados, y claro, vender, vendo, pero en mi entorno. Es decir, la publicidad la hago yo misma (como todo lo demás, porque las editoriales, si no eres millonario, no eres bienvenido) y lo típico, pues me anuncio en redes sociales, se lo comento a las amistades, familia, dejo ejemplares en librerías, papelerías...lo normal en estos casos. El resultado podría estar mejor de lo que hay, pero oye, no me quejo, al menos a los lectores les gusta lo que leen y con eso ya me puedo dar por satisfecha. Total, que en uno de estos pensamientos creativos que me rondan por la cabecita para darle más bombo a las novelas, me da por pensar que algo tengo que estar haciendo mal, porque en Amazon los libros no se mueven, como que mi perfil más que invisible casi ni existe. Me pongo a indagar en otros perfiles, busco otras novelas de autores que no son conocidos y que están empezando como yo. Y veo que la mayoría tienen reseñas...y yo...una mierda pa mi. Y diréis, xoxo... porque a lo mejor tú has vendido menos, bueno lo normal, tampoco me preocupa mucho...pero claro, cuando he sabido que han comprado una de mis novelas, pues les recomiendo que me dejen una reseña, no tiene porque ser buena claro, mientras que dejen la reseña... Eso ayuda a que Amazon tenga más en cuenta mi perfil y por tanto, las novelas llegan a más lectores fuera de mi entorno, que es lo que realmente me interesa. Pues nada, ni una cosa ni otra, todo sigue igual, se venden mis novelas pero nadie reseña... una cosa rara de cojones. 
Total, que me pongo a investigar por la página, y veo que hay una sección que se llama marketing y me digo, anda mira, lo mismo es que me he saltado este paso y ahí está mi error. Entro y encuentro otra sección comunidad y digo...¿Esto qué es? ¿Cómo un grupo de whatsapp pero aquí o qué? Pues más o menos.
Es otra plataforma, dentro de la misma plataforma de KDP, dónde otros autores inexpertos, agobiados y desesperados como yo, tienen mil preguntas y no entienden un carajo de cómo funciona todo aquello. La funcionalidad es muy sencilla, menos mal, tú haces una pregunta, y otros escritores, editores o diseñadores de un alto grado de experiencia, se supone, te contestan e intentan ayudarte. Bien todo ¿No? Pues ahí que voy yo. A ver, normal... no soy, pero sí tengo que reconocer que me cuesta mucho expresar algo por escrito de manera minuciosa, no puedo, lo intento de verdad, pero siempre acabo escribiendo un pedazo de párrafo, y digo joder, ¿Todos son capaces de simplificar menos yo? No sé...me sale solo, es que es inevitable. Bueno pues lo que iba a ser una pregunta sencilla, se acaba convirtiendo en una novela con su prólogo y todo, y creo que ahora mismo he entendido porque escribí un gran párrafo. Creo que si formulo la pregunta sin más, ahí to escuetamente, desconfío que el que la esté leyendo para contestar, la mal interprete porque le faltan datos, y eso sí que me da coraje, que me contesten otra cosa de lo que quiero saber. Por eso creo que cuento toda la información posible, para que el receptor sepa lo que tiene que contestar correctamente. O yo que sé...
A las pocas horas comienzo a tener respuestas, la gente muy bien en general, unos me aconsejan una cosa, otros otra...pero... en el último comentario, que por cierto era el más extenso jajajaja la persona se ha preocupado de buscar mi perfil, ojear mis novelas, y me saca varios puntos en modo crítica. Tengo que decir que me las tomo bien, ya sean buenas o malas, no me afectan a nivel personal, me las suelo tomar como aprendizaje y las digiero bien, de hecho me encantan. Leo los puntos, algunos me parecen correctos y buenos consejos, de los cuales me pondré a ejecutarlos en cuanto pueda, pero hay uno que llama especialmente mi atención, en el que me dice que cometo el fallo de escribir diferentes géneros, que no puede ser que un mismo autor escriba un libro erótico (que realmente no lo es, solo que tiene algunas partes subidas de tono y un poco de morbo, pero no llega a ser erótico) y luego también escriba un cuento infantil, bueno me pone dos cuentos infantiles, creo que es porque el título de uno de ellos, el último que publiqué, lo asocia con un cuento infantil, cuando en realidad, es una novela de misterio, pero total, que me dice que debo definirme en un solo género para crear un círculo de lectores que se aficionen a lo que escribo. Y digo...¿Eh? Claramente...no estoy ni estaré de acuerdo con eso. A parte de que he tardado como 15 días en contestarle, porque la verdad se me había olvidado, había leído su respuesta el mismo día, y tuve la intención de contestarle al día siguiente, pero entre cositas que me van ocurriendo y que mi cabeza viaja por mundos que incluso a mi me impresionan, pues...se me había olvidado. Ateniéndome a más vale tarde que nunca le contesto. 
Primero le doy las gracias por invertir su tiempo en buscar mi perfil e indagar en mis novelas, por preocuparse vamos, le agradezco los consejos, y por último me centro en la contestación que realmente tenía ganas de contestar, la de los géneros. Le digo que no estoy de acuerdo, que no veo por qué me tengo que poner límites, que si soy capaz de escribir diferentes géneros, es más una virtud que un defecto, y que eso me puede llevar a nuevas puertas para encontrar nuevos lectores. Le explico, lo mejor que me sale, que la creatividad es un don, y lo tengo, que soy una persona muy versátil a la hora de escribir y que me encanta los retos ¿Dónde se ha visto que un artista se ponga límites en la manera de exponer sus obras? Yo, siendo una lectora empedernida, no leo solo un género, mi casa esta llena de libros de todas clases, desde historia, pasando por ciencias y ficción, hasta intriga y amor, cualquier novela me sirve, me encanta leer, y si esta bien relatada y es capaz de transportarme, bienvenida sea. Al igual que tampoco escucho solo un tipo de música, me gusta desde la música clásica, pasando por heavy metal, hasta llegar al rock, rap y reggae. Lo único que me niego a escuchar, porque, lo siento, no lo soporto, es reggaetón, de hecho, no lo considero ni música. Entonces, si como lectora me encanta variar de géneros ¿Por qué esta mal que lo haga como escritora? ¿En qué puede perjudicarme? No le veo sentido la verdad...pero bueno, lo mismo es que el hombre suele enfocarse en un solo tipo de materia, privándose de experimentar y conocer otros ámbitos, no me voy a meter ahí. No me preguntéis que me ha contestado porque no me ha contestado, al menos, todavía.
Estando ya entrada la madrugada, cuando he terminado de escribir, sí...trabajo de noche, es mucho más cómodo escribir con el silencio que estar escuchando a tus vecinos llorar por la play, el otro cantando, ahora el de la motito, y esos ruidos de la vida cotidiana que normalmente no molestan, pero que cuando estás inspirada y tienes mucho que escribir, te tocan el coño. 
Pues cuando termino de escribir, y me quedo ahí en órbita mental, pensando en mis cosas y demás, repaso, mentalmente, el comentario del tipo y mi contestación, y de buenas a primeras me doy cuenta de que toda mi vida ha sido así. Nunca me he definido por nada en concreto y en todo en general. A ver, me refiero, a que no tengo predilección por un solo género, ni grupo musical, ni comida, ni película...nunca me he limitado a quedarme en un solo entorno, ni si quiera a nivel social. Y aquí pego un brinco en el sofá, y digo ¡Hostias! ¡Que es verdad! Nunca he tenido un grupo exclusivo de amigos, de hecho, no tengo grupo de amigos. Tengo amigos, muy buenos por cierto, pero salteados y cada uno cortado con un cuchillo a parte. Me puedo relacionar con gente que tienen ideales políticos diferentes, creyentes de religiones (no creo en ninguna) gustos muy diferentes, como las motos, los coches, no sé si me entendéis. Me adapto a cualquier conjunto pero...no encajo.
¿Cómo que no encajas? Entonces no los puedes tener de amigos ¿No? Jajaja, espero no parecer una loca intentado explicar esto, porque en mi cabeza lo veo muy sencillo pero no veas para escribirlo y que se entienda sin marear mucho el asunto. 
No es que mi personalidad varíe según con las personas que esté, no, mi personalidad es fija. Tampoco le doy la razón a la gente para caer bien, todo lo contrario, nunca me callo lo que pienso y eso me ha traído más de un problema. Soy yo siempre. Pero me adapto a los demás, es decir, si estoy en un grupo donde a casi todos les gusta, les encanta y les apasiona comer pizza, por poner un ejemplo rápido y estúpido, y a mi me gusta la pizza pero prefiero la pasta, igualmente voy con ellos a comer pizza aunque yo me pida pasta, pero no me cierro o los aparto porque ellos coman pizza y yo pasta. ¿Me explico? Pues así con todo. 
Y digo hostia...pues nunca me había parado a pensarlo de forma detenida. ¿Esto es algo positivo o negativo? Supongo que la única que puede juzgar la respuesta...soy yo.
Entonces, remonto a mi infancia. Todo esto que os estoy contando estaba sucediendo en mi mente, por si queréis reír imaginando mi cara de empanada, que eso es lo que muestro, mientras en mi cerebro se está creando una guerra de neuronas que lo flipas. 
Remonto a mi infancia y comienzo a analizar. Prepararse que vienen curvas.
Partiendo de la base de que era una niña muy tímida e introvertida, cuando me encontraba en un entorno al que consideraba agradable y seguro, no con más de 5 niños, solía ser todo lo contrario, hablaba por los codos y siempre estaba imaginando juegos o historias. No tenía dificultad para adaptarme a cualquier grupo, pero, nunca llegaba a sentir que encajase del todo. No me veía quedando con las mismas personas todos los días, no, pensarlo me aburre. Igual en la adolescencia, con la familia, en los trabajos...Siempre me adapto, pero nunca encajo.
Hasta que decidí aceptar que no encajo en ninguna parte, o al menos, eso siento. Sin embargo, a nivel individual, he llegado a conectar tanto con una sola persona, hasta el punto de llegar a pensar que tenemos una relación basada en miles de años durante reencarnaciones o rollos de esos. 
Es decir, grupalmente me adapto y no encajo, e individualmente no es que encaje, es que conecto. ¿Es raro? ¿O a alguien más le pasa? 
Tras llegar a esta conclusión, me pongo a pensar de nuevo en el comentario de KDP, y comienzo a asociar mi personalidad con las novelas publicadas. 
¿En qué etapa las escribí? ¿Qué me animó a escribirlas? ¿De dónde saqué la inspiración? Estas son las principales preguntas que me hice. 
Al principio de mi trayectoria como escritora, lo único que me preocupaba era poder conseguir el dinero para poder publicar, porque no basta con tu esfuerzo y emoción, si no hay money, no sale a la luz. La publicación solía demorarse meses, o incluso, años. Me ocurrió con las dos primeras novelas, y con la tercera hasta llegué a involucrarme en un crowdfunding, por cierto, nefasto, ahí descubrí lo falsa que puede llegar a ser la gente con tal de quedar bien...Era una situación muy agobiante. Si dejaba de trabajar, tenía la concentración necesaria para poder escribir y crear una buena novela, pero sin trabajo no tenía dinero para poder publicarla. La pescadilla que se muerde la cola. ¿Y no podía trabajar y escribir a la vez? ¿No sabía organizarme? La verdad es que no se trata de organización, también depende del trabajo, en mi caso, he trabajado siempre en el sector hostelero, y tiempo lo que se dice tiempo para ti...en este sector...chungo. No solo por el cansancio físico, es más el mental el que te aflige y al final acabas por dejar de escribir. Para hacer algo mal, no lo hago. Escribir una novela no es algo que puedas hacer en dos días, requiere tiempo, paciencia, mucha dedicación y constancia. En ocasiones estás tan inspirada que puedes llevarte días enteros escribiendo, y otras veces, pueden pasar semanas que ni te acercas al Word. Esto funciona así. 
Cuando encontré la oportunidad de poder publicar gratis me volví loca, sacando en el mismo año hasta cuatro novelas, bueno, para ser más específica, tres novelas y un cuento, como ya mencioné antes.
Al leer tanto y poseer esa capacidad sensorial de vivir intensamente cada historia que persiguen mis ojos, sin querer, la inspiración me asalta y empuja para comenzar una novela nueva, que automáticamente mi mente clasifica a otro género del anterior. Nunca le he dado importancia, de hecho, en este mismo blog, se pueden encontrar  relatos, poemas, video-poemas, opinión personal...no me decanto por nada en particular, y con las novelas...¿Por qué iba a ser distinto? 
Pensaba...si a mí me aburre volver a escribir sobre un mismo género, al lector ¿También? La esencia de cada escritor se aprecia en todos sus escritos, a ver, que quiero explicarlo correctamente pero me está resultando complicado. Un mismo escritor puede escribir en diferentes formatos, con diferentes géneros, pero su forma de expresarse es única. Si otro escritor le plagia la historia, puede hacerlo mejor o peor, pero se expresará de manera diferente dándole su toque peculiar. ¿Se entiende?
Al comenzar un nuevo libro de lectura, lo primero que hago es buscar el nombre del autor, si ya he leído otras obras suyas, puedo llegar a tener una base de información sobre su forma de escribir, dejando a un lado el género del libro. Por ejemplo, me pasa a menudo con Pérez Reverte, me encanta como escribe, me he leído casi todas sus novelas, y este señor ya puede estar contando la batalla de trafalgar, que una apasionante historia del mundo de la esgrima, que a mí me apasiona más cómo lo narra, que lo que narra. Es como cuando te cuentan un chiste, ya puede ser el chiste más malo del mundo pero si te lo cuenta una persona que tiene arte y gracia, te partes de risa. Porque tiene su esencia.

Volviendo a los encajes...
¿Y si mi manera de escribir está ligada a la dificultad que poseo por encajar? ¿Por eso necesito cambiar de género continuamente? ¿Podría resultar un inconveniente para llegar a convertirme en una escritora de prestigio? ¿Perjudica, realmente, a la hora de llegar a los lectores? ¡Cuántas preguntas me ha generado el comentario de un desconocido!
Conclusión, antes de volverme majara hasta conseguir llegar a una respuesta clara, he optado por pasar del tema y seguir mi camino, porque lo único que me ha quedado claro es que encajar, lo que se dice encajar, solo soy capaz de encajar los golpes que me da la vida.




26.7.25

Madre solo hay una


Hace unos meses escribí una entrada dejando claro que ser madre no se asentaba en los planes de mi vida, y aunque esta decisión sí la he tomado yo y sigue siendo inamovible, me hizo pensar en la otra perspectiva, el otro lado, no soy madre pero sí soy hija. 
Tengo la opción de elegir si quiero o no ser madre, sin embargo, no tuve la opción de elegir ser hija, es decir, de nacer, por tanto, tampoco pude elegir a mi madre, o quizá sí, el hecho de no recordar de dónde provengo o desconocer cierta información a la que los seres humanos no tenemos alcance, no quiere decir que no exista o que los acontecimientos no sucedan de la forma que nosotros creemos que son. El caso es que tú naces y lo que hay, es lo que hay.
¿A dónde quiero llegar con esta reflexión tan obvia pero cierta? Pues que me hizo pensar que ser madre, ya sea por decisión o por lotería de la vida, no te especifica la cantidad de sentimientos, esfuerzos y sufrimiento que te van a tocar solventar y asimilar hasta el resto de tus días.
Ser hija tampoco es fácil, sobre todo si no te entiendes con tu madre, porque claro, actúas según lo que crees correcto o lo que piensas que es mejor para ti, y siempre con ese pensamiento en la cabeza de "Me va a seguir queriendo porque es mi madre" pero...¿La hija la va a seguir queriendo porque es su hija? No es lo mismo, aunque el sentimiento sea parecido, no es lo mismo.
Tranquilos, este post no va de ser una buena hija, ni de ser la mejor madre, es un pensamiento que ha salido a la luz provocando un enfoque que antes no tenía, y ahora, por lo visto sí.
Como decía, el sentimiento puede ser similar, incluso, tener varios puntos idénticos a nivel emocional, pero ser madre es una cosa y ser hija otra.
Empecemos partiendo de la base que cuando tu madre se entera que será mamá, se supone que ya tiene conocimientos de lo que realmente es la vida, que está bajo su total consciencia y que ha barajado las posibilidades de ofrecerte una buena vida marcada con amor y protección. Mamá juega con ventaja emocional, a lo que conlleva que cuanto más años pase a tu lado, sus sentimientos hacia ti son más fuertes. Sin embargo, cuando eres hija, además de pasar nueve meses formándote en su vientre, del cual luego eres incapaz de recordar nada, y luego al nacer, los primeros años de vida que dependes exclusivamente de tu madre y que, evidentemente, tampoco logras recordar con claridad, cuando creces, sientes un vínculo especial con mamá, pero al que no le encuentras explicación porque no tienes con que compararlo ya que tus recuerdos con ella...casi son inexistentes, no obstante, ahí están los sentimientos, fuertes también, aunque de otra forma, una manera no tan consciente, si no más bien subconsciente, instintivo.
Porque si ves sufrir a tu madre, aunque no sepas el motivo, solo leer en sus ojos que algo no va bien, dentro de ti se mueve algo que no puedes explicar. Eres consciente que ella te dio la vida, cuidó de ti y te protegerá mientras esté en sus manos, pero el verdadero vínculo que te mueve por dentro, eres incapaz de explicarlo, lo único que sabes es que te duele verla triste.
Mamá, por el contrario, cuando ve que algo no va bien en ti, además de que ella si posee toda la información de tu llegada al mundo y sí mantiene cada recuerdo de cada día de tu vida, lo que se le mueve a ella por dentro...es más que instintivo, es amor puro. No el amor puro del que hablan los libros de romances o las telenovelas, ese amor puro que se ha normalizado para hablar del amor y que de tanto explotarlo, al final, hemos logrado entre todos que pierda la validez que realmente tiene. Hablo del amor puro de verdad, del que solo una madre es capaz de entender pero no explicar, y que cuando se encuentra con otra madre, no le hace falta mediar palabra, con tan solo una mirada, saben lo que es. A ese amor puro me refiero.
Una madre te ve crecer, realizarte, cumplir tus sueños, progresar, madurar...tu vida entera le pertenece, no porque pueda decidir por ti siempre lo que le venga en gana, si no porque ella es la única persona en el mundo que sería capaz de morir por ti, literal. Ella te ve cumplir año tras año, a veces se lamenta de forma dulce al recordar que hace poco te tenía entre sus brazos porque te había picado un bicho, y de repente, te ve siendo una mujer fuerte liderando sus propias batallas. Aunque siempre se haya sentido orgullosa de ti, cuanto más creces, más orgullo siente ella, al ver en la clase de persona que te has convertido. Aun así, admitiendo que ya eres toda una mujer y que necesitas menos su ayuda, ella no puede remediar seguir sufriendo con tu sufrimiento, no puede, porque para ella siempre serás el bebé que dio a luz, y siempre seguirá teniendo guardado en sus entrañas ese sentimiento de protección y amor, que en ocasiones, las hijas no entendemos e incluso llega a agobiarnos porque pensamos que no confía en nuestro criterio o no se fía de que hagamos las cosas como debemos hacerlas. No creo que ninguna madre lo haga por controlar la vida de sus hijos, si no por eso mismo, porque lo lleva en su interior, no puede explicarlo, pero tampoco remediarlo, por mucho que le digas a una madre que ya es mayor, que es adulto y que puede tomar sus propias decisiones, ella protegerá a sus hijos aunque intente convertirlo en un sentimiento sutil. Es tu madre, no lo puedes cambiar, por tanto, sus sentimientos y protección, tampoco.
Y aquí viene el motivo por el que estoy escribiendo esta entrada. VALORA. Valora a tu madre por encima de todo. Ella te dio la vida, sí, es más que un motivo suficiente, pero aun así, tengas la edad que tengas, ella te seguirá amando como al bebé que fuiste una vez.
La vida...la vida puede llegar a ser una mierda, con sus cosas bonitas y no tan bonitas, pero...injusta e incomprensible, sin embargo tu madre nunca cambia ese amor hacia ti, pase lo que pase, ella siempre te querrá, podrá sentirse decepcionada, podrá enojarse y alejarse de ti, pero jamás dejará de quererte. Da igual que me digas que has encontrado a personas, a las cuales has elegido tú como familia, que te quieren mucho y que cuidarán de ti, sí, no niego que no exista ese tipo de relación, que también es preciosa, pero como te quiere tu madre, y hasta dónde es capaz de llegar por ti...eso...solo lo puede hacer una mamá.
Por supuesto que existen madres y madres, porque no quiero desplazar en mis palabras a aquellas que abandonan a sus hijos, o las que permiten abusos o las que anteponen su bienestar absoluto por encima incluso de sus hijos, existen, claro, pues como existen y prevalecen tantas incongruencias...pero no quiero meterme ahí, al menos en este post. Dejémoslo a un lado aunque sepamos que también existe y que es un tema importante que algún día abarcaré con mis palabras.

Unas semanas atrás fue mi cumpleaños. Soy una persona que ésta celebración la lleva a raja tabla y siempre hace lo posible por disfrutar del día con los seres queridos y en buena compañía, me da igual la edad que esté cumpliendo, para mi lo importante es celebrar que tengo un año más de vida y tengo la suerte de compartirlo con las personas a las que quiero. Esto sé que va a seguir siendo así incluso cuando me toque celebrar los 60 años, querré mi fiesta de cumpleaños y soplar mis velas, tal y como llevo haciendo desde que tengo uso de razón.
¿Y por qué os cuento todo esto? Pues porque, como sabréis, no es lo mismo celebrar tu cumpleaños cuando eres una niña de 7 años, que cuando eres una mujer de 38. La gente que te rodea ya tienen sus vidas hechas, preocupándose por problemas de adulto, y evidentemente, tu cumpleaños...les trae sin cuidado, no porque les importes una mierda, que también habrá algunos casos jeje, si no porque ni a sus propios cumpleaños le dan la importancia que le daban antes, como para hacerlo con el tuyo. Básicamente. Es entendible y por mi parte, lo respeto. Cada cual que haga referencia a sus valores y le de prioridad a lo que considere más importante desde su criterio. Algo sencillo y lógico.
Bueno pues resulta que en esta ocasión tuve la gran suerte de poder celebrar mi cumpleaños con gran parte de la familia, algo que me resultaba totalmente imposible años atrás pues...por el trabajo y circunstancias que ahora no vienen a cuento. Total, lo que decía, tuve el privilegio de poder celebrarlo con gran parte de la familia y eso me hizo mucha ilusión. El evento no se formó porque fuese mi cumpleaños, también tengo que decirlo, más bien coincidió. Llevábamos un tiempo intentando cuadrar toda la familia, reunirnos como antes, decíamos, pero como ya he mencionado, la cosa se complicaba al intentar buscar un día apropiado para todos, y eso era fundamental, no valía que uno no pudiese venir, o todos, o ninguno. Total, que dio la absoluta casualidad que el único día en que podíamos quedar todos, coincidía con la fecha de mi cumpleaños, doblemente feliz, por un lado me reencontraría con toda la familia, que ya para mí era un acto con muchas ganas de vivir, y por otro lado, poder disfrutar de un día tan especial para mí con personas también muy especiales.
Fue un día precioso del que guardaré muchos recuerdos. Sin embargo también fue un día en el que descubrí, verdaderamente, la importancia de una madre. No quiero decir con esto, porque a veces siento que tengo que aclarar ciertas frases por evitar malos entendidos, que antes no valorase a mi madre o que no la tuviese en la estima que debo tenerla, no. Pero sí surgió en mí un sentimiento que antes no veía, aunque me estuviese chocando continuamente en la frente, yo no lo veía, o no lo entendía, que también puede ser.
Bueno, pues durante el día, hubo algunos momentos en los que llegué a sentirme desplazada, o ignorada, no en plan mal, si no que observaba y pensaba...si yo ahora mismo me levanto y me voy sin decir nada...¿Cuánto tiempo pasará hasta que se den cuenta? De ese estilo me refiero.
Luego, para quitarme malos pensamientos y no fomentar en mi interior dudas que no existían realmente y que soy consciente que son los mismos miedos e inseguridades que es capaz de recrear la mente para hacerte sentir pequeña, porque a veces, aunque haya personas que no lo reconozcan, podemos llegar a sentir que somos inferiores, y debemos ser capaces de lidiar con esos pensamientos para transformarlos en algo positivo de lo que aprender, y no en algo negativo que te haga empequeñecer más aún. 
Pues luego, me decía a mí misma, a ver, no estamos aquí para celebrar mi cumpleaños, estamos aquí para disfrutar de una reunión familiar que llevamos mucho tiempo queriendo disfrutar y no se ha podido, dando la casualidad que ha coincidido con la fecha de mi cumpleaños, así que deja de pensar en estupideces, disfruta del momento y no te atormentes con pensamientos que solo existen en tu cabecita majara.
Y fue entonces cuando me fijé en la actitud y comportamiento de mi madre. ELLA SÍ estaba allí para celebrar mi cumpleaños. Y lo comprendí todo.
Mi nacimiento no solo es y será importante para mí, también para mi madre. Es un acto, que por mucho que pasen los años, tanto mi madre como yo, lo viviremos de una forma especial, porque al fin y al cabo, en el momento en el que nací, estábamos ella y yo, y aunque yo no recuerde cómo fue ni lo que sentí, sé de otro modo lo que conlleva, y por tanto, la importancia que tiene para una madre poder celebrar el cumpleaños con su hija, porque ella me parió, fue la primera en ver mi cara, en sentir mi respiración, en acariciarme y en sentir ese amor puro. Al igual que yo tuve que sentirlo aunque no lo recuerde. Y pensé en todo esto.
Supongo que como todos, habréis escuchado las típicas frases de cuando dices que vas a celebrar tu cumpleaños con cierta edad...Tú ya eres mayorcita; Bueno no pasa nada otro año será, ya no eres una niña; Un año que no soples la velas no cambiará nada; Madura que no estás cumpliendo 15 años...
Frases que se ven normales, pero que para mí no lo son. ¿Y qué más da los años que cumpla? ¡Si me encanta celebrar mi cumpleaños y sentirme especial por un puto día! ¡Coño acéptalo e intenta comprenderlo! Vivir no está en nuestra elección, pero sí la forma de vida. Y a mí me encanta poder celebrar un año más de vida ¿Pero sigues queriendo fiesta de cumpleaños? ¡Sí, joder, sí! 

Antes de irme a dormir, suelo repasar el día, no sé porque lo hago, pero desde que tengo uso de razón no falla ni una noche, repaso desde que me levantó hasta que estoy metida en la cama.
Aquel día, el de la reunión, cuando ya estaba lista para dormir, me puse a pensar en todo lo que había acontecido, incluidos los pensamientos que puedo llegar a tener en todo ese intervalo de tiempo como es un día...y me percaté de que mi madre, sin que nadie se diese cuenta, también estaba nerviosa como yo, también tenía en su mirada la misma ilusión que yo, y también disfrutaba de la celebración por ser mi cumpleaños y no una reunión familiar. ¡Jamás había pensado en ello de esta forma! 
Entonces mis pensamientos comenzaron a viajar a los recuerdos. ¡Cuantos cumpleaños le he privado a mi madre! Por celebrarlo con los amigos, con parejas, por desgana... ¡Cuantos cumpleaños! 
Cuando realmente a mi madre debería de haber sido la única persona en el mundo a la que debería de haberle dado el protagonismo y la decisión de cómo y cuándo celebrar mi cumpleaños, ya que si no hubiese sido por ella...esa celebración jamás se celebraría.
¡Qué estupidez! ¡Claro, no has descubierto América! No, no he descubierto ningún continente, pero sí un sentimiento al que antes no le había dado su lugar correspondiente. Antes daba por hecho, ahora valoro y aprecio, que es muy diferente.
¡Cuantas veces habré gritado su nombre al despertar de una pesadilla! ¡Cuantas veces estando enferma he deseado que viniese a cuidarme! ¡Cuantas veces la pienso y siento la necesidad de correr hacia sus brazos! ¡Cuantas veces la tomo como ejemplo! ¡Cuantas veces la miro en silencio y me arrepiento de no decirle Te Quiero! ¡Qué valiosa es una madre! ¡Qué privilegio tenerte como madre!
MAMÁ, que palabra tan sencilla para pronunciar con todo el valor que acarrea, la importancia tan enorme que aporta su significado, la magia que crea al pronunciarla, al pensarla, al sentirla. Dos sílabas, dos simples sílabas, fáciles, directas, las primeras sílabas que pronuncian los bebés, que escriben los niños, que enseñan a comenzar a leer. MAMÁ, una palabra como otra, tan simple por fuera y tan compleja y grandiosa por dentro. 

Estaréis esperando la típica frase de...Tengo la mejor madre del mundo. Siento decepcionaros, no pienso definir a mi madre con esas palabras tan comerciales. Mi madre es mucho más. Mi madre es atención, dedicación, preocupación, amor, cariño, disciplina, educación, fuerza, protección, empatía, constancia y seguridad. Todas y cada una de estas palabras describen a mi madre.
Una mujer que se ha pasado su vida entera luchando y lidiando batallas, que desconozco, para que a mí, no me faltase de nada. Una mujer que sintió pánico cuando me vio marchar de casa, que se sintió orgullosa con mi primer trabajo, que se preocupaba porque tuviese un plato caliente encima de la mesa, que se cruzaba el pueblo entero en busca de cualquier cosa que necesitase, que aunque no me llamase todos los días de su pensamiento no me sacaba. Una mujer que se ha desvivido por mí.

Reflexionando, he llegado a sentirme mal por no haber valorado en cada momento la importancia de una madre, y agradezco que ese día, al analizarlo, pudiese valorar TODO cuanto ha hecho mi madre por mí, llegando a la conclusión de que jamás podré devolverle tanto amor, es imposible, porque el amor de una madre hacia sus hijos, como bien conocemos todos, es INCONDICIONAL Y SUPREMO.
Así que gracias mamá, gracias por ser una madre insuperable y por desvivirte por tus hijas, si nunca he llegado a decirte o demostrarte cuanto te quiero, no es porque no quiera, es porque no puedo alcanzar el nivel de tu amor. Gracias por estar siempre ahí.
Espero que os haya gustado esta entrada, y de que si a alguien, como me ha pasado a mí, se le ha pasado por alto el valor real que tiene una madre, esta entrada le haya ayudado a encaminarlo, y por consiguiente, valorar a su madre hasta el punto que se merece, el infinito.

Mi madre, no sé si será la mejor madre del mundo, pero yo no la cambio por nadie. 



7.7.25

Docentes Dementes: Manolo Ruíz Mateos

 


Manolo Ruiz Mateos era profesor de ingles, además de un auténtico hijo de puta. Su forma de enseñanza estaba basada en unos tiempos que ya quedaron atrás, en los que la dureza, infundir temor y la humillación hacia el alumnado, casi, eran obligatorios. Manolo Ruiz Mateos seguía viviendo en aquellos tiempos, y creía, con toda seguridad, que el respeto se gana a través del miedo, y no por admiración.

Era un ser repugnante, tanto por fuera como por dentro, si es que por dentro tenía algo más que esa rabia e infelicidad por cuanto le rodeaba. Un señor de unos cincuenta, o incluso sesenta, de estatura media, con cuerpo escombro y una cara para echarle de comer a parte. Se distinguía por unas gafas horrendas que lo hacían parecer entre una señorita Rottenmeier y la directora de Matilda, pero en hombre. Su mirada era de un asco continuo, de hecho, si te fijabas durante unos minutos, tenía constantemente cara de oler a mierda. Su pelo corto y canoso pero abundante, ya le podría a ver castigado la vida dejándole calvo al cabrón. Las arrugas eran su punto fuerte, no necesitaba sonreír para marcar los estragos de la edad, quizá por eso nunca lo hacía...Y daba igual a la distancia que te mantuvieses de él, el olor a viejo que se lavaba poco, le perseguía martirizando a los demás.
Casi siempre vestía con pantalones de pana, de esos gruesos que nada más verlos pensabas que si los mojabas provocabas la inmovilidad de la persona. Y camisa de cuadros, pero no de las que se llevan ahora, que le sientan bien a todo el mundo, no, yo hablo de esas camisas antiguas de cuadros, tocando el límite de hortera y vagabundo, siempre de mangas largas, hasta en verano las llevaba el señor, así echaba esa peste que se te metía por los orificios nasales y te revolvían el estómago durante horas. Rancio, ese era el olor, rancio y podrido, como su corazón.
Su voz era ronca y sin acento, supongo que de haber vivido en diferentes lugares y al final haberse quedado sin esa particularidad del habla que tanto me gusta, que nos define como lugareños. Manolo Ruiz Mateos hablaba casi como un robot, un robot rancio. Cuando gritaba se hacía oír no solo en toda el aula, mas bien en todo el instituto, y todo temblaba, cimientos incluidos.

Manolo Ruiz Mateos era conocido en el instituto al completo, daba igual cuantos profesores llegaran o se fueran, su nombre era el rey. Ningún alumno que hubiese cursado sus estudios allí lo desconocía, le hubiese impartido clases o no, había oído hablar del temido profesor de inglés. Cuando los estudiantes pronunciaban su nombre, lo hacían al estilo Harry Potter con Voldemort, mirando hacia todos lados por miedo a que apareciese, y casi como un susurro. Corrían rumores de que si pronunciabas tres veces su nombre delante de un espejo, se aparecía detrás hablando en inglés para perturbarte el alma. Por si acaso, nunca lo probé.
Era un profesor arrogante, prepotente y misógino, la palabra machista a su lado reconfortaba. Llegaba a sus clases decidido, entraba por la puerta, muy puntual, y sin decir palabra, colocaba sus cosas sobre la mesa, acto seguido, miraba al frente, observando que todos los alumnos estaban sentados y en silencio, cuando en realidad estábamos acojonados. Luego cerraba la puerta de clase, y quien estuviese fuera, se quedaba fuera, no valía la pena intentar entrar poniendo una excusa, ya podías decir que tu madre estaba enferma, que te habías puesto mala u otra situación que a cualquiera le puede pasar y es comprensible. A él se la sudaba, decía que nadie podía entrar después que él. Y te quedabas fuera.

Sus clases eran estrictas, irregulares e inútiles, ya que te pasabas una hora suplicando que no pronunciara tu nombre, sudando la gota gorda para pasar desapercibida, y por consiguiente, no prestabas atención a la lección, es decir, asistir o no, daba igual, salías tal y como entrabas respecto a conocimientos nuevos adquiridos. Sus clases eran insufribles, como él.

En más de una ocasión pude ver como salían criaturas inocentes de sus aulas llorando desconsoladamente, con ataques de ansiedad o corriendo para perder de vista a ese señor lo antes posible. La imagen era surrealista...adolescentes acojonados por un simple profesor. Y luego salía él, con su arrogancia, su desprecio por la humanidad y esa mirada por encima del hombro, como si de verdad sintiese que era superior a nosotros y le debiésemos sumisión. ¡Que asco de persona!

Era mi segundo año en aquel instituto y cursaba segundo de bachillerato. Por suerte, el año anterior, no coincidió como mi profesor. Siempre he sido una buena alumna, un poco tímida y poco participativa, pero mis calificaciones superaban la media, responsable por encima de todo y exigente conmigo misma a la hora de estudiar y realizar las tareas. Jamás llamaba la atención, excepto por mi vestimenta jeje, por aquel entonces era gótica, pero buena chiquilla. Iba siempre a mi bola, apenas me relacionaba con nadie, mi pequeño grupo de amigos, que no estaban en mi clase, y poco más, pero si algún compañero me pedía ayuda o los apuntes, nunca me negaba. Me gustaba pasar inadvertida, me limitaba a estudiar, no iba para hacer amigos, mi único objetivo era sacarme los estudios.
Al comenzar el curso, recuerdo que observé el listado de profesores que nos impartirían clases, el de lengua, el de griego, la de latín...a todos los conocía del año anterior, hasta llegar a inglés. El nudo que se formó en mi estómago... todavía lo recuerdo, y el temblor de piernas... pensé que se me venía el mundo encima. ¡Mierda! ¡De todas las clases que hay...tiene que tocarme este señor! 
Las amistades más cercanas que habían vivido la experiencia de dar clases con este individuo me aconsejaron y tranquilizaron. No tienes de que preocuparte, seguro que ni repara en ti, Mientras hagas todo lo que pide no tendrás ningún problema, ¡Ni se te ocurra llevarle la contraria! Tu di a todo que sí, Aplícate más de lo necesario, Ya verás como no es para tanto y al final le coges cariño.
¡Una mierda!

Comienza el primer día de clases y tenía inglés a tercera hora, justo después del primer recreo. Esa mañana me levanté con náuseas, no tenía suficiente con los nervios propios del primer día, que también tenía que lidiar con el primer encuentro con Manolo Ruiz Mateos.
Había escogido para todo el curso el lugar de primera fila, cerca de la puerta, quería aprender al máximo, se trataba del último año de bachillerato y pretendía que mis notas fuesen igual de buenas que las del año anterior. Me pareció un buen lugar, sin nadie que me entorpeciese la visión de la pizarra, ni las lecciones del profesor y la lejanía justa para pasar inadvertida. 

Tercera hora, me mantengo sentada en mi sitio, mis compañeras aún no han llegado del recreo, me dispongo a sacar un cuaderno, que sería el elegido para el resto del curso. Entran el resto de alumnos. Segundos después, Manolo Ruiz Mateos. Todos estamos en silencio, mirándolo, esperando a que comience su primera clase, y ahí esta él, con esa cara de gilipollas, mirándonos uno por uno. Me escondo detrás de mi compañera, no quiero que se quede con mi cara, tú haz tu trabajo y yo haré el mío. Pues coge el gilipollas y se pone a hacer el tonto, como para hacer la gracia, recuerdo que soltó una especie de broma de la que se rieron todos, para hacerle la pelota evidentemente, menos yo. Estaba tan asustada...y a parte, no me hizo gracia. Fue una broma estúpida acerca de las alumnas, no alumnos, no, no, alumnas, ojalá pudiese recordar exactamente que fue lo que dijo. Acto seguido, después de hacer un poco más el subnormal, nos habló de como pensaba impartir el curso, nada fuera de lo normal, y por lo visto, se vino arriba con la expectación que tenía, y comenzó a dar algunas lecciones, así como el que no quiere la cosa, como un precalentamiento. Yo, inocente de mi y tan aplicada como era, comencé a apuntar algunas palabras que había escrito en la pizarra, por lo visto fui la única que lo hizo y eso debió de sentarle mal, no lo sé, el caso es que se fijó en mí. ¡Mierda! 
Me preguntó el significado de una palabra, y como era usual, porque yo estaba allí para aprender, pues no la sabía. Comenzó el tormento que me tuvo aterrorizada, fustigada y sometida todo el año.
Manolo Ruiz Mateos al escuchar que desconocía el significado de la palabra, comenzó a gritar como un energúmeno, a cada grito más cerca de mi cara. Todos los compañeros se quedaron en silencio, y yo, cabizbaja, sintiéndome tonta. El miserable, porque no tiene otro nombre, viendo que no saltaba y que mi mirada lo evadía, colocó sus manos en mi mesa adoptando una posición aún más dominante. ¡Hijo de puta solo era una niña de 17 años! ¡Ojalá te tuviese ahora frente a mi! Gritaba y gritaba exigiéndome que le diese el significado de la puta palabra, y yo, controlando el nudo en mi garganta para no llorar, con un hilillo de voz, le repetía que no lo sabía. No contento con la humillación que me estaba regalando, comenzó a decirme, y esto os aseguro que es verdad, palabra por palabra: Valiente mierda de nivel de inglés, Hasta un niño de 10 años conoce la palabra, No llegarás a nada en la vida, Te crees muy guay por vestir así y no te sirve de nada porque tu mente esta vacía, Me avergüenzo de tener alumnas como tú en mi clase.
Cuando terminó de desahogarse, minutos después, sonó el timbre de final de clase. Esperé que saliese, luego recogí mis cosas y me fui a casa llorando desconsoladamente. No pude terminar mi primer día de clase. Me llevé el resto del día triste y con todas esas palabras retumbando en mi cabeza. Las lágrimas salían sin parar, y sentía asco de misma. ¿No llegaría a nada en la vida? 

Como pude, me repuse del mal rato, debía seguir con el curso y centrarme en el resto de las asignaturas, pero siempre se me atragantaba la clase de inglés. Desde ese primer día, Manolo Ruiz Mateos la tomó conmigo, todos los días que tenía clases de inglés, me preguntaba algo, o bien la tarea que había mandado, o leer algo en voz alta, o yo que carajo sé, el caso era humillarme.
Como era tan aplicada y no me permitía a mi misma dirimir en nada, me propuse no tener ningún fallo, aunque eso implicase llevarme cuatro o cinco horas solamente con la asignatura de inglés. Traducía todo, y cuando digo todo, me refiero a TODO. Copiaba en mi cuaderno los enunciados de cada ejercicio, buscaba la pronunciación, traducía cada palabra, Pfff no sé...mi tarea podía tomarse como el próximo libro de inglés o algo así, porque cuando se lo enseñaba a mis compañeros, se echaban las manos a la cabeza y me decían: Pero chiquilla no te lo tomes tan a la tremenda, haz la tarea como con las otras asignaturas y ya, y se acabará aburriendo de ti.
Ellos no entendían la humillación. No es lo mismo vivirla en primera persona que observarla como espectador. Tú no sabes como le afectará a esa persona, ni como se siente, ni como le conciernen las cosas emocionalmente.
Pero mis esfuerzos...no servían de nada, al final siempre acababa cometiendo un fallo, provocando su momento de gloria. Las humillaciones cada vez eran más grandes. 
Manolo Ruiz Mateos me hacía sentirme cada vez más pequeña, más inútil, hasta el punto de plantearme abandonar mis estudios.
Si me lo encontraba por la calle, buscaba cualquier rincón para esconderme, era tal el miedo que me infundía, que incluso fuera de las aulas, tenía ese poder sobre mí. Pensé, en más de una ocasión, ir a pedir ayuda al director, delatar su comportamiento, pero amistades me quitaron esa idea de la cabeza, poniendo como excusa de que tampoco sería para tanto y que al final, al tener él más autoridad que yo, no me creerían y Manolo Ruiz Mateos me cogería, aun, más manía. Me callaba y soportaba. ¡Cuantas tardes de llantos desesperados pasé en casa! Cogí tanto odio al inglés...que a día de hoy le sigo teniendo asco.
Llegamos a mediados de curso, estábamos corrigiendo unos ejercicios que había mandando el día anterior para casa, y como siempre, mi tarea estaba impecable, tanto la había repasado, que había llegado a memorizarla. Pronunció mi nombre para que siguiese por donde lo había dejado mi compañero. Todo iba bien, lo había preparado a conciencia, incluso había dejado sin hacer las tareas de las otras asignaturas, me daba igual, quería que ese tío, aunque fuera por una vez, tuviese que tragarse sus palabras humillantes. Yo leía tranquilamente, de vez en cuando, lo observaba por el rabillo del ojo y podía ver cómo el semblante se le enrojecía, no podía sacarme ningún error y eso le molestaba. Llegué a una palabra que terminaba en  T , no recuerdo qué palabra era, el caso es que al pronunciarla pues se ve que no lo hacía correctamente, y el hijo de puta, en lugar de actuar como cualquier profesor e indicarme dónde estaba el fallo, empezó: ¿Cómo? Y yo volvía a pronunciar la palabra, y él de nuevo ¿Cómo? y otra vez la volvía a leer...así pues no sé...hasta que, no sé que me dio o qué me entró, no pude soportarlo más, sentí un clic en mi mente, una fuerza arrolladora subiendo desde mis entrañas, y mi mente no dejaba de repetirme ¡Tú eres más de lo que este tío dice! ¡Actúa ya! Casi sin pensar y sorprendida de mi coraje, dije en voz alta: ¡Coño pues si tu eres tan listo pronúnciala tú que para eso estás, para enseñar y no para humillar a nadie, que me tienes ya hasta el coño!
Se hizo un silencio espeluznante, podía sentir como los compañeros tragaban y rezaban, sentía cada pensamiento, en plan, se la va a cargar del todo, esta chavala no sabe lo que ha hecho. Pero a mi me dio igual, no podía seguir así, era él o yo.
Manolo Ruiz Mateos se dirigió a mi sitio, la cara enrojecida y desencajada, como si hubiese corrido una maratón, y gritando hasta no poder más, comenzó a insultarme. Volví a sentir esa furia indomable que tengo dentro de mi, que no sabía que tenía hasta que este señor entró en mi vida, porque la verdad...odio las discusiones, los altercados y todo lo relacionado con la agresividad. Me puse de pie y di un golpe con las dos manos sobre la mesa, me encaré, le eché cojones, ya me daba igual todo, si me expulsaban...no se acabaría el mundo, pero ese tío no me destrozaría emocionalmente, no me traumatizaría, y mucho menos, conseguiría que abandonase los estudios ¿Quién coño se creía que era? ¿Acaso me conocía en la intimidad? ¡Vete a la mierda hijo de puta! ¡Te equivocaste de alumna!
Con toda la fuerza que sentía y pisando el miedo con mis pies, le solté: ¡Se acabó! ¡No me das miedo! Te puedes meter tu estúpida T por el culo. Quieres que te guarde respeto cuando tú eres el primero que lo faltas a los demás, y una cosa te digo, el respeto se gana no se impone, gilipollas.
Y salí de la clase. Me fui directamente al despacho del director y le conté todo, el hombre, escandalizado, porque desconocía como impartía las clases este tío, me dijo que eso no podía ser, le explique que yo no era la única que sufría este tipo de abuso por su parte, que había observado a otras alumnas salir llorando de sus clases, pero que nadie hablaba por miedo. Le dije que no quería abandonar mis estudios, pero que tampoco podía volver a dar clases con ese monstruo. Me desahogué...y la presión que se había creado en mi pecho, desapareció por completo.
El director se dirigió al aula y sacó al profesor, conmigo delante, le contó todo lo que yo había dicho, evidentemente lo negaba, pero yo seguía en mis trece, estaba tan segura de mi misma que no me iba a dar por vencida, así que me envalentoné aun más y sugerí que entráramos en clase y que preguntase directamente a mis compañeros. Dentro de mi, suplicaba que al menos uno, diese la cara y contase la verdad. ¡Menos mal que por aquella época seguía existiendo el compañerismo! Los demás alumnos corroboraron mi declaración, afirmando que desde que empezó el curso, el tío me había hecho la vida imposible.
Total, que como la mayoría de las cosas que ocurren en este país, no pudieron sancionar al profesor de mierda como era debido, estoy segura que tenía contactos, o algo hizo, se la chuparía a alguien el maricón reprimido, porque eso es lo que era, un maricón reprimido infeliz, que pagaba su cobardía con sus alumnas por no salir del armario. ¡Tío mierda!
Yo me negaba a volver a dar una clase con él, y tras horas discutiendo con el director, llegamos a un acuerdo, en el cual la perjudicada, una vez más, sería yo, pero me daba igual con tal de volver a mi paz mental. Acordamos que yo no volvería a una de sus clases, en ese tiempo me iría a la biblioteca, rechacé incluso la opción de presentarme a los exámenes ¿Para qué? Estaba claro que jamás me aprobaría. 
El director me advirtió que para obtener el título de bachillerato, debía tener todas las asignaturas aprobadas, pero yo me seguía negando, y con dos ovarios le dije que me daba igual, que repetiría si fuese necesario. Y así ocurrió. Repetí segundo de bachillerato, por decisión propia, pero muy orgullosa de mi elección. Dejé una asignatura más, Historia del Arte, y al año siguiente iría por libre. ¡Qué bonita la vida sin Manolo Ruiz Mateos!

Desconozco si este señor sigue vivo, jubilado, o tirado en una cuneta, no me importa en absoluto, de hecho, si alguno de mis lectores, por casualidad, lo conoce, que se abstenga de decirme que fue de él, porque si sigue vivo...juro que iría a buscarlo y le diría un par de cositas. Así que prefiero seguir con mi ignorancia de qué fue de su asquerosa y repugnante vida.

Creo que existen algunos trabajos en los que se debería tener más en cuenta a la clase de persona que se les permite ejercerlos. Por ejemplo, tanto la medicina como la docencia, pienso que son trabajos por vocación, las personas que deciden estudiar esas carreras, creo que deben hacerlo porque realmente aman sus trabajos, y no por...bah...estudio esto y ya. Los médicos tienen la vida de otras personas en sus manos, y los docentes, las mentes. En cualquiera de los dos casos, las terceras personas que se ponen en sus manos...confían en ellos.
La educación en España esta fatal, primero porque te dicen que es gratis, cuando no lo es, y si no, preguntar a cualquier madre cuanto ha tenido que pagar durante un curso referente a material escolar y pamplinas, que a veces creo que se inventan para coger más dinero. Eso en la educación obligatoria, si ya nos adentramos en la educación optativa, es decir, módulos, carreras...eso ya es una locura. ¡Oye que hay becas! Sí...becas...que no todos tienen el privilegio de conseguir, y nunca llegan a tiempo ¿Acaso todos los españoles tiene 3 mil euros para poder comenzar sus estudios? Cuando pienso que estudiar, aprender, debe de ser completamente gratuito. ¡Señores que estamos hablando de sabiduría! ¡Conocimientos! ¿Me quieren cobrar por ampliar mi mente? ¡No! ¡Te cobran por un título! Es una locura.
Dejo este tema ahí aparcado...porque creo que merece un post exclusivo para hablar de ello, y hoy, no es el día, hoy quiero hablar del peligro que pueden llegar a tener algunos profesores sobre los alumnos.

Los que imparten la enseñanza deberían tener cuidado a la hora de tratar a sus alumnos, porque están en el proceso de hacerse a la vida. Los docentes son los encargados de instruir para convertir a ese niño, adolescente, en un adulto. Ellos son los responsables de inculcar, enseñar, instruir y educar a los futuros médicos, abogados, electricistas, panaderos...sus palabras y métodos, aunque crean que no, influyen demasiado en los jóvenes estudiantes, y deben entender que a esa edad, las mentes, están en pleno desarrollo. Una mente joven es muy fácil de manipular, porque le falta vida por conocer, experiencias, dolor. Con esa edad, a la mayoría, solo les preocupa aprobar para poder tener unas vacaciones tranquilas, se sienten adultos, pero no lo son, la vida es larga y el recorrido difícil, y ya que no te enseñan a sobrevivir en este mundo de mierda, al menos, podrían medir sus palabras y actos, y pensar que no todos los alumnos tienen la misma capacidad, y que para enseñar a alguien, no es necesario ni infundir miedo, ni humillar, ni excluir.
En mi caso, por ejemplo, tuve valor para afrontar el problema y decidí no callarme, sí es cierto que quizá salí perjudicada al perder un año entero por culpa de una sola asignatura, pero ¿Qué hubiese pasado si mi mente se hubiese dejado vencer por las palabras de ese energúmeno? Quizá no estaría aquí, quizá me hubiese creído de verdad que no servía para nada y que no llegaría a nada en la vida, ese tío me manipulaba, me maltrataba psicológicamente, porque mi mente de 17 años era débil, y lo veía a él como un PROFESOR, es decir, alguien con experiencia que está ahí para enseñarme, apoyarme y ayudarme a labrar un futuro, o al menos, poder elegirlo. Confiaba en él y en su criterio. Si me hubiese dejado sucumbir por cada humillación, habría acabado por abandonar la vida, y no exagero, la mente con esa edad es muy frágil, y si te sientes amenazada por un adulto, en ningún momento piensas que el que lo esta haciendo mal es él, si no tú mismo.
No dejo de pensar en la cantidad de alumnas que atormentó este gilipollas, a cuántas hizo llorar, a cuántas sentir inútiles, despojos, cuando realmente el despojo era él. 
A las personas que se dedican a la docencia deberían de hacerles pruebas mentales, que sé muy bien que la mayoría realizan bien su trabajo, porque he tenido profesores maravillosos que adoran su trabajo y a sus alumnos, pero joder, otros...¡Encerradlos en un manicomio no les vendría mal!
Si cada persona, de adulto, es un mundo, posee una mente diferente, y cada uno abarca y afronta los problemas de maneras diferentes, es decir, a lo mejor, un pequeño problema que tú ves de fácil solución y sin importancia, para otra persona puede ser un mundo, una catástrofe de la que se piensa que no puede salir. ¿Os imagináis para un adolescente de 17 años? Con esa edad todavía es menos frecuente que pidan ayuda, y los padres pueden no verlo, no porque sean malos padres, o no les echen cuenta a sus hijos, si no porque la adolescencia...en fin, todos hemos pasado por ello, te crees mierda y eres peo.
He comentado antes que si tuviese a ese misógino frente a mi, hoy por hoy, le diría un par de cositas, porque ahora, adulta y habiendo pasado otras cosas de la vida, mi mente es intangible, porque sé quién soy, sé qué quiero, y ese tío sería incapaz de acabar conmigo, al contrario, creo que sería capaz de derribarlo yo con dos palabras. Con los años he aprendido lo importante que es el respeto, tanto el que pido para mi, como el que ofrezco a los demás, y nunca acepté el respeto a base del miedo, eso...eso es otra cosa. El respeto se gana con respeto, y siempre hay que tratar a los demás como te gustaría que te tratasen a ti. Que sí, que todos podemos tener un mal día, pero no me refiero a una mala contestación, o a una discusión, eso es otro tema. Me refiero al RESPETO en sí. El hacer daño a un persona más frágil que tú para sentirte bien contigo mismo...es de cobardes, y más, si lo hace un profesor, porque está abusando de su poder. Manipula a través de las calificaciones que saben que son necesarias para el alumnado, e infunde miedo, pensando que así es más fácil su manejo. Miserable.

Bueno, creo que no voy a comentar nada más. Este post lo he escrito porque hace poco, escuchando en segundo plano a un grupo de alumnas quejándose de un profesor muy similar al ya nombrado tantas veces, me acordé de todo lo que viví y sentí por culpa de ese endemoniado, al cual ya lo tenía casi olvidado, y me pareció buena idea poder explayarme aquí en el blog, soltar todo lo guardado, pero ya superado, durante tantos años. Es una historia que pocas personas de mi entorno conocen, pero como ya pasó y todo salió bien, he visto que éste era el momento idóneo.
Espero que si alguno de vosotros os encontráis, u os habéis encontrado, con un Manolo Ruiz Mateos en vuestras vidas, este post os ayude, al menos para olvidar.
Y a ti, Manolo Ruiz Mateos, espero que la vida fuera justa contigo.